La presión internacional y el carácter popular e incontestable de las masivas manifestaciones del 11 de julio en Cuba comienzan a dar resultado.
El régimen, encabezado por Miguel Díaz-Canel, ha empezado a permitir algunas acciones que estaban prohibidas en la isla; acciones que, de manera tangencial, reconocen los fundamentos del hartazgo del pueblo cubano.
Si bien los motivos que originaron la protesta no se han tocado –carestía, escasez de alimentos y medicinas, largas colas para adquirir cualquier cosa, libertad de movimientos—hay indicios de que las manifestaciones no fueron inútiles.
Ya el miércoles pasado, el Gobierno anunció que desde ese momento y de forma excepcional (hasta fin de 2021) se permitirá la importación libre de aranceles de alimentos. También de medicinas a los viajeros que ingresen a la isla.
Se trata de una medida cautelosa, un parche apenas. Pero envía un mensaje al interior del país. Y, sobre todo, a la presión internacional por la liberalización de la economía cubana en manos del Gobierno.
El primer ministro, Manuel Marrero, lo resumió diciendo en televisión y en cadena nacional que el Gobierno cubano, con esta medida, está demostrando que busca “soluciones al pueblo”.
La bloguera Yoani Sánchez señaló: “No, no queremos migajas. Queremos libertad. La sangre no se derramó en las calles cubanas para poder importar unas maletas de más. La mayoría de los heridos o detenidos ni siquiera tiene a nadie que le traiga algo en su equipaje”.
Ya los obispos cubanos habían manifestado su preocupación de que las respuestas a los reclamos populares fueran “el inmovilismo que contribuye a dar continuidad a los problemas, sin resolverlos” ni las imposiciones ni, mucho menos, la confrontación.
En este contexto, trascendió este viernes la liberación del seminarista Rafael Cruz Dévora, de 26 años de edad, quien fuera arrestado (en la casa de sus padres, con lujo de violencia) el pasado lunes, 12 de julio, acusado de fomentar el “desorden público”.
Las gestiones para su liberación fueron realizadas con éxito –otro dato significativo—por el obispo de Matanzas Manuel Hilario de Céspedes. El prelado indicó que Rafael Cruz se encuentra bien de salud.
Como en el caso del sacerdote de Camagüey, Cástor José Álvarez, durante las protestas del domingo 11 de julio, Cruz estuvo muy poco tiempo en la algarada y, sobre todo, tratando de poner paz entre policías y civiles.
Tras ser liberado, el padre Álvarez lanzó un video en la red de Facebook de su parroquia que resume la postura de la Iglesia católica en Cuba:
"Pedimos que haya justicia. Debemos rezar para que haya justicia hacia quienes aún están detenidos, y no se cometan excesos. Que encontremos el camino de la paz y el de la libertad".