Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
La Real Academia Española define el término eutanasia como “intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura”. Poner fin a la vida es matar: “quitar la vida a un ser vivo”, según el mismo diccionario. Podemos preguntarnos: ¿la eutanasia mata?
Resulta demasiado tajante, grotesca, hiriente… De hecho, en todos los apartados de la ley (preámbulo, 5 capítulos, 19 artículos y disposiciones adicionales y disposiciones finales), en ningún momento se hace referencia al verbo “matar”.
La ley utiliza diferentes vocablos: “ayuda a la muerte”, “prestar ayuda a morir”, “ayuda médica para morir”, “prestaciones y auxilios asistenciales que producen la muerte”, “prestación de ayuda para morir”, etcétera… Para el objetivo de “morir”, la ley exige de “la administración directa al paciente de una sustancia por parte del profesional sanitario”.
Hace más de 25 años que ejerzo la medicina en un hospital público. He tratado a muchos pacientes en situación final de la vida. Puedo afirmar que he ayudado a morir a muchos pacientes. Pero también puedo afirmar que no he matado a nadie.
Existen varios términos que engloban adecuadamente el concepto “ayudar a morir”: adecuación del esfuerzo terapéutico, sedación paliativa, sedación terminal, rechazo de un tratamiento, voluntades anticipadas, testamento vital…. Todas son formas de ayudar (“prestar cooperación“, según el diccionario) a morir dignamente. El presente artículo no pretende analizar a fondo cada uno de estos conceptos. Es evidente que la medicina, cuando no puede curar, debe ofrecer alternativas acordes con nuestra dignidad. Ayudar. Paliar. Cuidar. En definitiva, querer a nuestros pacientes. Pero no “eutanasiar”.
Así lo han entendido la mayoría de países que no han aprobado la eutanasia. El debate se ha producido en muchos Estados de nuestro entorno, y tan solo siete países la han aprobado. Es una ley que atenta directamente a la esencia de los profesionales de la salud.
El paciente con enfermedad grave, crónica e incurable necesita el alivio del sufrimiento por parte de su equipo sanitario. Necesitamos eliminar el sufrimiento. No eliminar al que sufre. En este contexto cobran especial relevancia los cuidados paliativos. De manera paradójica, nuestra ley sugiere varias acciones entre las que se incluye “acceder a cuidados paliativos integrales, comprendidos en la cartera común de servicios y a las prestaciones que tuviera derecho de conformidad a la normativa de atención a la dependencia”. Cuidados paliativos y ley de dependencia.
La Sociedad Española de Cuidados Paliativos emitió un comunicado el pasado mes de marzo en el que recordaba “que España es un país en el que las ayudas sociales están a la cola de Europa y donde los cuidados paliativos están insuficientemente desarrollados”…y…“que estos infradesarrollos atentan de manera directa contra la autonomía de las personas e influyen en gran medida en la vivencia de enfermedad”. Se estima que entre un 40-50% de los pacientes con necesidades paliativas en España mueren sin acceso a estos cuidados.
Es fundamental contar con los medios para poder ayudar a morir con dignidad a nuestros pacientes. Ahorrar sufrimientos y un dolor gratuito. Pero no acabo de entender cómo podemos justificar una “muerte deliberada” mediante la “administración directa al paciente de una sustancia”, tal como describe la ley recientemente aprobada. Eso me recuerda a la pena de muerte. En palabras de Gavin Newson, gobernador de California en 2019, “matar intencionadamente a otra persona está mal y, como gobernador, no voy a supervisar la ejecución de nadie”. ¿La eutanasia mata?