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Pinta los muros vandalizados con mensajes católicos

INGRID BASALDUA GUZMAN
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Jesús V. Picón - publicado el 05/07/21
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El sueño de Ingrid es pintar los muros de todo el mundo con mensajes de Dios, mensajes de esperanza, su deseo es que todos conozcan el amor de la Virgen María por medio de los muros pintados.

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Para Ingrid, pintar los muros de una ciudad es traer un pedacito del cielo a la tierra. Donde hay muros vandalizados ella pinta de color del cielo con mensajes de paz.

Cada trazo y brochazo es una plegaria. No le importa el frío, la lluvia, el calor sofocante, la violencia o los peligros, ella solo quiere pintar su fe sobre muros.

Todos los muros que ha pintado Ingrid son verdaderas obras de arte. Uno de estos proyectos es el que pintó en un muro de una iglesia vandalizada en San Juan del Río (Querétaro, México), al pie de una vías del tren.

Ella volvió un muro vandalizado en un espacio de oración y plegarias.

Sus muros se convierten en recintos y nichos de oración, la comunidad participa pintando y orando.

Ante los muros vandalizados después de ser pintados por Ingrid, los muros se convierten en espacios de oración y devoción.

-Ingrid, muchas gracias por concedernos esta entrevista para Aleteia. Para empezar, ¿puedes decirnos cuál es tu nombre completo, cuántos años tienes y dónde naciste?

Yo me llamo Ingrid Basaldúa Guzmán, tengo 25 años y nací en la ciudad de Querétaro, México.

(Aquí puedes ver una galería fotográfica sobre Ingrid):

-Platícame sobre tu talento, sobre tu amor hacia la pintura. ¿Cuándo nace? ¿Cuándo descubres que es algo que te hace feliz?

Realmente dibujo desde que tenía 6 años. Mi hermano mayor fue el que me enseñó a dibujar.

Jugábamos a dibujar y la verdad es que cuando éramos chiquitos, como para cualquier niño mexicano, no había muchas cosas que se pudieran hacer en la casa, por las necesidades de ahí.

Entonces, en vez de pedir juguetes, nos poníamos a dibujar.

Después, en la Secundaria, comencé a pintar cuando tenía unos 13 años. Ahorraba mi dinero, lo que me daban para gastar, y con eso compraba mis pinturas.

Y empecé a experimentar yo sola. La verdad es que nunca fui a una escuela de arte.

En la preparatoria, cuando ya tenía unos 17 años, empecé a pintar murales por primera vez, y me preguntaban quién me había enseñado a pintar murales.

Nadie me enseñó sino que, simplemente, surgió una oportunidad muy providente de Dios.

Hubo un concurso en mi escuela preparatoria, y quise participar. Nunca había pintado murales, pero la verdad es que me salió súper bien.

De hecho, me saqué el segundo lugar, siendo mi primer mural en toda mi vida.

Fue un proyecto muy grande. Estuve trabajando un mes en ese mural, y fue increíble. De ahí en adelante, estando en la Universidad, seguí pintando murales, con diferentes técnicas.

Pero fue hasta que entré a Schoenstatt que me surgieron las ganas y el amor de empezar a pintar cosas religiosas.

Todo empezó por medio de la Santísima Virgen de Schoenstatt, que yo empiezo a desarrollar este amor y esta pasión por Cristo y las imágenes sagradas, desde mi estilo.

El estilo que tengo es un poco como de cómics. A mí me gusta mucho todo lo que son cómics: Marvel, DC… Desde que de niña veía muchas caricaturas.

Y la verdad es que, durante toda mi vida me di cuenta de que el mejor superhéroe era Cristo.

Podía comparar cualquier superhéroe, pero no había ninguno que fuera mejor que Él; y, al mismo tiempo, todos los santos, que para mí eran igualmente héroes.

Entonces empezó a surgir este amor, este fuego por pintarlos.

Eso ha sido un proceso para mí en lo que yo quiero hacer como evangelización de joven a joven.

-¿Qué estudiaste? ¿Y cuál fue el mural con el que ganaste el segundo lugar?

Yo, profesionalmente, estoy titulada en contaduría pública. Desde que estaba en la preparatoria, como todo joven me di cuenta de que yo quería cambiar al mundo.

Por un lado, yo quería estudiar contabilidad para ayudar en la parte de ser más justos en las empresas; pero jamás dejé la pintura. Era como mi hobby.

En un momento estaba en la facultad estudiando temas de finanzas, y al rato estaba pintando.

Como estudié contabilidad y jamás fui a una escuela de arte, todo fue a base de prueba y error. 

Yo creo que he dibujado casi todos los días de mi vida; me gusta muchísimo y me relaja demasiado.

Dibujar para mí siempre fue un modo de estar concentrada y de evitar las tentaciones; como que Dios me hacía estar dibujando, y me gustaba muchísimo.

En esa ocasión, el primer mural que hice tuvo que ver con las culturas prehispánicas, porque en México son algo como muy arraigado.

Yo estudiaba en una escuela pública que se llama Cobaq Azteca, que es una línea de escuelas públicas de bachillerato del gobierno de Querétaro, y en ese momento salió la idea de dar a conocer nuestra identidad cultural. El proyecto se llamaba “Identidad azteca formando generaciones”.

La verdad es que en lo prehispánico no todo es negativo, también hay muchas cosas buenas dentro de esta cultura que se pueden rescatar, y al final del día es parte de nosotros como mexicanos.

Entonces en esa ocasión lo que yo hice fue plasmar 4 dioses aztecas que significan diferentes cosas.

Obviamente yo creo en Jesús, pero era como dar a conocer la cosmovisión y cosas positivas de los aztecas.

Fue un proyecto súper grande, de un mes completito; fue mucho esfuerzo pero maravilloso.

Y en ese momento me di cuenta de cuánto me gustaba hacer murales pero que no era tan fácil.

Me di cuenta de que era difícil cuando yo explicaba a los demás cómo era que yo lo hacía, para que ellos también lo hicieran.

Es que cuando tú dibujas en una hoja tienes un plano horizontal ante ti, en el que puedes ver desde todas las perspectivas, porque estás encima.

Pero cuando estás pintando un mural, el plano está vertical, enfrente de ti, y tú mientras vas pintando lo tienes todo el tiempo muy pegado a tus ojos.

Y necesitas hacerte hacia atrás para poder ir viendo las dimensiones y las perspectivas. Por eso es difícil.

También he pintado murales muy grandes donde tienes que usar andamios; y, cuando estás arriba, menos aún puedes ver cómo está ese mural.

Entonces sí es complicado, pero la verdad no puedo explicar cómo es que puedo hacer eso sin que nunca, nunca alguien me lo haya enseñado.

-¿De qué tamaño han sido tus murales? Y, ya en el sentido religioso, ¿qué es lo que has estado pintando en murales?

Los murales más grandes que he hecho han sido como de entre 8 metros y 6 metros; pero me encantaría hacer otros todavía más grandes.

Hay veces que voy manejando y veo la pared de un edificio y me digo: “¡Guau! ¡Ahí se vería increíble esto o lo otro!”.

Ahí se necesitarían usar otros instrumentos, como una grúa; pero me gustaría muchísimo poder hacer algo así.

Fíjate que hay un dato chistoso: realmente a mí las alturas no me dan miedo, pero, si no es necesario, no me gustan. Por ejemplo, a mí no me gusta subirme a los juegos mecánicos.

Pero ya en ese momento de estarme subiendo y bajando de andamios, o de pensar en subirme a una grúa no me da nada de miedo.

De los murales religiosos nunca pensé que yo iba a estar haciendo algo así. Yo siempre había amado a Dios muchísimo, pero yo no sabía que mi arte podía evangelizar.

Sentía que mi arte era como indigno, porque yo pensaba: “¿Cómo voy a dibujar a Dios, si Dios es tan perfecto y yo soy tan pequeña?”. Pero después dije: “Pero Dios me ama con ese arte que tengo”.

Me invitaron a pintar a san Marcelino Champagnat, en la Universidad Marista.

Y Marcelino Champagnat era un amante de la infancia y de la Virgen María; su historia es muy hermosa porque él decía que ningún niño debía estar sin conocer a Cristo y sin recibir educación.

Ese fue mi primer mural religioso: Marcelino con los niños y con la Santísima Virgen María.

Y después, cuando yo entré a Schoenstatt, en el período de la Universidad, me di cuenta de que quería seguir pintando, así que pinté a un héroe de Schoenstatt.

Nosotros llamamos héroes a personalidades que han buscado tanto a Dios. Entonces pinté a José Engling.

Fue mi primera pintura, y a partir de entonces empecé a pintar, y a pintar, y a pintar cosas religiosas.

Ya después comencé a pintar murales para el Santuario de Schoenstatt: pinté a la Virgen de Schoenstatt, pinté el Santuario, la Cruz de la Unidad, y al Padre Kentenich, que es el fundador de Schoenstatt.

Schoenstatt fue como mi espacio para expresar mi arte religioso; las Hermanas de María me han apoyado muchísimo; toda la familia de Schoenstatt en México y en el mundo me ha apoyado muchísimo.

Después empecé a pintar otras advocaciones de la Santísima Virgen, y escenas del Evangelio.

-Ingrid, ¿también tienes murales en las calles?

Sí; para mí esto ha sido un proceso como de encontrar lo que Dios quiere de mí.

Empecé a tener una inspiración muy fuerte de que tenemos que mostrar a todos lo increíble que es Dios, lo grandioso que es Dios.

Ojalá todos lo puedan conocer, especialmente los niños y los jóvenes.

Así que empecé a tener esta motivación de llevar a Cristo desde mi originalidad, desde lo que yo soy, a los demás.

En mi corazón está la loca idea, por así decirlo, de hacer murales de Cristo en las calles, y no sólo en las iglesias y en las parroquias.

Que un joven que va caminando por la calle vea a Jesús y que se acuerde en ese momento de Él.

A veces platico con mis amigos y les digo: “Imagínense que en las calles hubiera murales de Jesús o de la Santísima Virgen. ¡Cuánto cambiaría también nuestro entorno!”.

Porque, desgraciadamente, vivimos en un tiempo en que nos atacan con muchas cosas, pero no hay ningún momento para encontrarnos con Cristo.

Entonces, que cuando vayan por la calle y vean un mural de Cristo, digan: “¡Guau!”, y que además sepan que lo pintó otro joven como ellos.

Y que eso los motive y piensen que si ellos saben pintar, saben cantar, saben tejer, saben hacer flores o lo que sea, con eso busquen dar gloria a Dios.

¡E ir contracorriente! porque, como jóvenes, necesitamos muchísimo ir contracorriente. Por eso es que estoy empezando a salir a las calles.

-Platícame de ese mural que entregaste el día de Pentecostés para unas vías del tren, por donde pasa “la bestia”, o algo parecido a “la bestia”, porque hay una vía que atraviesa la ciudad de Santiago de Querétaro. ¿Cómo llegó a tus manos el proyecto para realizar este mural, y cómo fue tu experiencia estando en esa zona, que no es muy segura?

Ese punto es bien interesante, y tiene mucho que ver con esa inspiración de la evangelización que yo tengo.

Yo empecé a pintar en esta zona porque una querida amiga me comentó que había una parroquia en el barrio donde ella vive, que antes era una parroquia muy bonita, con mucha comunidad.

Pero con el paso de los años, con todo el contexto social y cultural que ha ido modificando todas las tradiciones y el respeto a las cosas sagradas, se empezaron a vandalizar las iglesias.

Me comentó que a esa parroquia la vandalizaron y le robaron cosas; estaba toda grafiteada.

Yo soy muy sensible ante estos temas de vandalización de iglesias y de profanación de templos, porque realmente es una muestra de que nuestra Iglesia está perseguida.

Si tú no rayas la casa de tu vecino es porque le tienes un respeto, porque sabes que ahí viven personas concretas a las que les debes un respeto.

Pues en la casa de Dios ahí vive Dios, ahí vive Jesús; y pues hacer este tipo de actos representa que a ti no te importa, y que tampoco te importan los fieles. Es un acto muy negativo.

Mi amiga me empezó a contar la situación y me mostró las fotos. Pude ver que, desgraciadamente, era un espacio muy abandonado, muy triste, al lado de unas vías del tren.

Además esa iglesia tiene como 300 años; es decir, no sólo tiene valor espiritual sino también cultural.

Me dijo mi amiga: “Bueno, Ingrid, ¿por qué no pintar un mural ahí? ¿Por qué no presentas un proyecto?”.

Esa zona se llama barrio del Espíritu Santo, por eso mi proyecto fue sobre Pentecostés, y por ello entregué el mural el 23 de mayo, día de Pentecostés.

Pero el proyecto apenas inició el 8 de mayo,  y yo me preguntaba cómo iba a lograr entregarlo a tiempo.

Y todavía tenía que platicarlo con la comunidad, ya que esto también es importante.

Porque no se trata nada más de llegar y plasmar un mural, sino que se pinte y se haga comunidad, porque, al final del día, ese mural les pertenece a ellos.

El punto es conquistarlo entre todos, hacerlo nuestro.

Entonces hablé con la comunidad, y les propuse lo que quería hacer, mostrándole bosquejos.

Entonces, de un domingo que fui ahí a Misa y hablé con ellos, al sábado siguiente ya estaba pintando.

Y ha generado aspectos muy positivos en la comunidad. Cuando yo llegué con este proyecto, la comunidad se puso “todas las pilas”, como diríamos en México.

Se pusieron muy activos: arreglaron la pared, pusieron banquetas, los niños ayudaron a limpiar y a pintar los arbolitos.

Algo impresionante que volvió a encender el fuego de la comunidad.

Realmente todo esto es gracias a Dios; yo solamente soy su pequeño instrumento.

Pero estas cosas ayudan a que la comunidad se emocione nuevamente por dar el mensaje de Cristo.

Entonces el mural que pinté es sobre Pentecostés. Les encantó el bosquejo, empezamos a pintar y, al mismo tiempo, aparecieron los  signos de vínculos; todas las personas estaban al pendiente, comíamos juntos…

-¿Como si estuvieras haciendo misión?

¡Exactamente! Es como estar haciendo misiones. Comer juntos, estar con los niños, y estar hablando siempre de Cristo. ¡Cristo es el centro siempre! Una experiencia preciosa, ¡preciosa!

Y ese es el propósito del proyecto: estar siempre generando comunidad.

Y en esos lugares donde sabemos que es más difícil que tengan un sacerdote ahí, este tipo de experiencia ayuda mucho a las personas.

Estoy muy feliz, súper agradecida con Dios porque, como precisamente les comentaba hace poco a mis papás, con lo del covid los jóvenes cristianos nos quedamos con ganas de ir de misiones.

Pero con este proyecto Dios me ha permitido tener estas misiones con lo que hago y con lo que me gusta. Una maravilla, un verdadero regalo de Dios.

-¿Tienes miedo de que vayan a vandalizar tu mural? ¿Se están tomando medidas, o está a la providencia de Dios el mural?

Yo creo que todo está a la providencia de Dios. Pero este proyecto ha encendido algo en la comunidad.

Y por lo mismo están muy al pendiente del mural, y están tomando medidas para, por todos los medios, promover el respeto del lugar.

Para la entrega del mural fuimos un grupo de amigos de Schoenstatt a presentar una cantata previa.

Le dicen en la comunidad una “velación”, pero es como una vigilia, una noche con el Santísimo. Esto también ayuda a que reflexione la comunidad de que esto es suyo.

Y, aunque siempre hay una probabilidad de que alguien pueda vandalizar el mural, todo está en las manos del Padre, y si así sucede es que Dios quiere decirnos alguna cosa.

Y si no ocurre, ¡pues qué bueno! Pero lo que tenga que pasar pasará, y siempre existe mucha pintura para volver a realizar otro mural.

-Entonces, a quienes dañaran tu mural, ¿los perdonarías?

Claro que sí.

-¿Y si te encontraras con ellos qué les dirías a los vandalizadores?

Después del perdón de Jesucristo, que es lo máximo, pienso en las personas heroicas, como el papa Juan Pablo II, que perdonó a la persona que le disparó.

Y a mí, en todo caso, nada más me estarían rayando un mural.

Yo les diría que hiciéramos juntos un proyecto para que ellos también se expresen.

Porque, cuando la gente hace este tipo de acciones destructivas es porque quiere expresar algo y porque quiere ser parte de algo.

Entonces mi invitación sería para que hagamos algo juntos. Les diría: “Si no les gustó este mural, entonces hagamos juntos otro”.

Siento que hay que crear vínculos, puentes con las personas que no piensan como nosotros.

-¿Crees que Dios te ha dado como una de tus misiones que pintes de color la Tierra? ¿Será que tienes que darle color a las calles de este mundo gris?

Creo que sí. Ha sido un proceso bien interesante para llegar a este momento en el que yo ya me decidí a entregarle mi habilidad a Dios para la evangelización en el arte.

A veces el proceso ha sido difícil cuando me pregunto si Dios sí me está diciendo una cosa u otra.

Siento un anhelo muy grande en mi corazón de hacer esta misión que es llevar el mensaje de Cristo.

Porque todo los necesitamos; ojalá todos conocieran a Dios, porque Él es el que nos da la máxima felicidad.

Y al ver que existen, precisamente, imágenes tan contrarias a la felicidad, ahí es donde yo siento que Dios me hace partícipe de una misión, como a todos, desde nuestra originalidad.

A mí  me tocó tener esta personalidad loca y rebelde de querer pintar en las calles a Cristo.

-¿Qué es lo que sientes cuando estás pintando un mural y pasan las horas? ¿Cuándo estás pintando haces oración, estás pensando, estás cantando…?

Pintar un mural es un proceso largo que requiere demasiada concentración, porque los trazos se tienen que hacer bien.

Siempre tienes que estar pensando en la imagen, con atención en los colores, y cuidando que no se chorree la pintura.

Estás en el solazo, con todos los ruidos del exterior, fijándote que no venga el tren y te atropelle, y que no te vayas a caer del andamio.

Tienes que estar al pendiente de todas esas cosas externas; y de que te da hambre. Pero, al mismo tiempo, es una alegría bien inmensa.

Trato de estar escuchando en el proceso canciones religiosas, porque me ayudan a que en este trabajo yo esté en total conexión con Cristo, y sentirme en esa tranquilidad de estarlo plasmando y decirle: “Ayúdame a que salga bien eso que Tú quieres que yo plasme”.

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Cuando llega el cansancio, el calor o la lluvia, lo que sale de mi corazón es decirle a la Virgen:

O sea, cuando siento que el calor está a todo lo que da, digo:

Porque, al mismo tiempo en que estoy pintando y me siento tan feliz y se lo ofrezco a Dios, esas cositas que como humanos molestan, yo las ofrezco:

Y cuando ves la cara de la gente que lo ve y se siente feliz, es lo más lindo que te puede pasar.

Y que los niños te digan que les está gustando, o: “¡Yo quiero pintar!”, o que las señoras se persignen.

Y en ese momento no me importa que tenga toda el hambre del mundo o todo el calor del mundo.

Porque me doy cuenta de que vale la pena, y de que estoy haciendo lo que Dios quiere. Ya con eso no importa nada.

-¿Sientes que se detiene el tiempo cuando estás dibujando, plasmando? ¿Cada trazo es una plegaria a Dios, pero también una caricia de Dios hacia ti?

Sí, yo me siento totalmente amada por Dios. Siento que es una gracia, que es un don. Siento que Él me ha invitado a hacer esto. Me siento totalmente en un momento de oración y de paz.

Cuando estoy pintando me siento cerca de Dios totalmente, y de la Santísima Virgen.

¿Y qué puede haber más hermoso que, cuando terminas tu trabajo, te puedas ir a la iglesia, o que cuando estás tomándote tu agua puedas ver la iglesia? ¡Más que un trabajo es un regalo!

-¿Se podrá vivir de esto? ¿Es voluntario? ¿Recibes apoyo?

Yo creo que sí se puede vivir de esto. Hace unos años me tocó tener una experiencia en Schoenstatt, Alemania, y precisamente me llegó una inspiración de preguntarle a la Virgen: “Mater, ¿se podrá vivir del amor?”, y pensé que sí, que sí se puede.

Y la Mater me ha enviado por caminos, y cada vez me doy cuenta de que sí.

Pero es un proceso en el que hay que ir luchando también. Las parroquias me dan una contribución, me pagan porque es un trabajo y valoran lo que hago.

Yo al principio me decía: “Está mal que me paguen por hacer esto”; pero después caí en la cuenta de que los servidores de Dios también necesitan algo, y yo necesitaba recursos para poder seguir con este proyecto.

Porque este proyecto de los murales nada más es una parte; también hago cómics, principalmente para Schoenstatt.

Pero también quiero hacer este tipo de contenido evangélico para niños y jóvenes, para evangelizarlos de un modo más simple, en el sentido de que sea como la probadita para que ellos se emocionen con la vida de los santos.

Y esta parte del proyecto necesita recursos.

Estoy en esta aventura con la Mater, porque todo ha sido desde su Santuario.

La Santísima Virgen de Schoenstatt ha sido para mí la que me ha invitado a dar saltos mortales a lo que quiere Dios.

-¿Te han roto el corazón? ¿Has tenido una “noche oscura”, como la llaman los santos; noche de desesperación, de tristeza? ¿Te ha hecho llorar?

Yo creo que todos hemos sufrido. La persona que nos diga que no ha sufrido nos mentiría.

Porque, como me decía una hermana, la cruz es un símbolo del amor de Dios a sus hijos predilectos.

Por eso creo que todos hemos sufrido; yo he sufrido. Incluso en este proyecto yo he sufrido mucho, porque muchas veces uno no es comprendido, o no es apoyado.

Y es parte del amor también el sacrificio, decir: “Dios, si te amo desde esto, entonces también voy a aceptar los sacrificios que vienen”. Es un “junto con pegado”.

Por algo Dios permite la cruz, porque es un regalo de amor. Y cuando uno se siente con estos sentimientos de incomprensión y de falta de apoyo, es cuando te cuestionas por qué lo estoy haciendo.

Y la respuesta es: “¡Porque sí te amo, Dios; sí te amo, Jesús!”.

Es también un constante recordatorio de parte de Dios: “Tú lo haces porque Me amas a Mí; no se te olvide que no es por ti ni por nadie más”. Es porque amas a Cristo. Ésa es una locura de amor.

-¿Qué piensan tus papás; o tu novio, si lo tienes?

Para mi familia ha sido también un proceso, porque casi de la noche a la mañana fue que empezaron a salir en mí todas estas inquietudes muy grandes sobre el amor a Dios.

La verdad es que a mí siempre me ha gustado rezar, ¡muchísimo!, desde que era niña.

Hubo un tiempo en que sólo le rezaba a la Virgen de Schoenstatt cuando yo estaba chiquita, no sé por qué.

La Santísima Virgen de Schoenstatt siempre ha sido para mí mi Mamá literalmente, muy cercana.

Y llegó un momento en que, de la noche a la mañana, se produjo en mí un anhelo muy grande por Dios, y era muy difícil de comprenderlo: que por qué me encantaba estar tanto en la iglesia, que por qué esto, que por qué lo otro…

Sí hubo sus momentos de incomprensión en casa; pero, poco a poco, lo han ido procesando y aceptando un poquito más.

También yo los he ido invitando a que ellos vean lo que hago y sepan por qué me siento así.

Yo los invité a sellar su alianza de amor con la Virgen de Schoenstatt, que yo también la tengo, para que vieran por qué Ella me provocaba todo ese anhelo.

Entonces lo han ido aceptando cada vez más, pero todavía es difícil.

En cuanto a mi novio, Álvaro, él es muy feliz con todo lo que hago. Me apoya muchísimo, y yo lo amo demasiado.

El apoyo de Álvaro, y el apoyo de muchos amigos, me ayuda mucho, sobre todo cuando uno se encuentra en la “noche triste”, porque todos a veces vivimos un Getsemaní.

Pero en esos momentos llegan tus amigos y te hace comentarios como: “¡Guau! Me inspiró un montón lo que estabas haciendo el otro día” o “¡Qué gran espíritu apostólico!”.

Y no es que con esto uno se sienta más, sino que son un apoyo estos comentarios venidos de gente que cree en lo que haces.

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-He visto en Instagram que en tus pinturas, en tus retablos o en tus murales participa por ahí la madre Maricarmen, el padre Laureano o alguien más. ¿Lo hacen nada más por “pose” o realmente los dejas que hagan un pedacito?

Sí, es que, de hecho, el punto en los murales es que participe la comunidad; el punto es que entre todos lo hagamos.

Yo pongo las bases, pero es para que se haga entre todos, principalmente invitando a los niños y a los jóvenes.

Porque a ese niño nunca se le va a olvidar, y ese joven va a decir: “¡Guau! ¡Nunca lo había hecho!”. Es hacer todo un momento de fiesta, de alegría.

Entonces hay un momento en que pinto con todos, y también invitamos a chicos que les guste cantar y nos ponemos a cantar alabanzas. Preparamos la pintura y pintamos entre todos.

De hecho, en la parroquia del padre Laureano hicimos peces; cada pez tenía diferentes colores, y cada color representaba un sacrificio o una entrega.

Eso lo hicimos antes de Cuaresma, para que tuvieran conciencia de lo que iban a entregar.

Y con ello entregamos más de mil sacrificios, alegrías y otras entregas a la Santísima Virgen, a nuestra intercesora para Cristo.

Y eso hace que también haya una respuesta divina, y que ese mural tenga vida.

No es sólo un rótulo: tiene la vida de las personas que, entre todos, estamos ofreciendo algo para que Dios de verdad esté ahí.

Y buscamos que siga teniendo vida, y que ahí se hagan adoraciones, se hagan cantatas, tengan sus actividades, la gente se saque fotos…

O sea que ese es el punto: que estén vivos los murales, que no sólo se queden ahí abandonados.

-Entonces te has tomado muy en serio la evangelización y la misión, porque te involucras, y das un significado al trazo; por ejemplo, los pescaditos y un sacrificio. Entonces también tiene un punto de humildad tuya, al decir “éste no sólo es mi proyecto, sino el de toda la comunidad”, ¿no es así?

Yo creo que lo que le falta al mundo son los vínculos. Y hacer esto genera vínculos.

Es decir, no sólo es la chica que vino a pintar y se fue, sino que entre todos vamos a pintar. Si no hubiera pandemia, más padre sería poder convivir y llevar algo de comer.

Pero el punto es ese: que no es de una sola persona, que es de todos, y que se sientan parte; porque lo más fecundo es lo que se comparte.

¡Y a mí me encanta ver cómo los niños se emocionan! Los adultos se emocionan: “¡Estoy pintando!”.

Ese espíritu de niños nos hace mucha falta, gozar que estamos pintando a un santito, que es algo que nadie se imagina.

Me ha tocado ver a adultos que se ponen a pintar y se sienten súper felices.

-¿El párroco bendice el mural?

Sí, los murales se bendicen, y es algo muy bonito porque se bendice mi trabajo y el de todos juntos.

-¿Qué y dónde te gustaría pintar? ¿Ir a la Jornada Mundial de la Juventud? ¿Ir al Vaticano? ¿Ir a otro país a pintar algo impresionante? ¿Qué te dice al oído Dios, qué te está diciendo en tu corazón? ¿Qué esperas en el futuro? ¿Dónde vas a pintar?

Me gustaría pintar en todos lados, llevar este mensaje a todos los sitios donde se pueda; tengo ideas locas de llevarlo a otros países.

Sí me encantaría estar pintando un mural entre varios jóvenes en un espacio como el de la Jornada Mundial, o con padres que cantan.

Me gustaría hacer algo muy grande entre todos, conjuntando la música y el arte plástico, para gloria de Dios.

Hacer esto muy, muy grande, y en espacios cada vez más grandes, donde la imagen de Cristo se vea más grande.

-¿Con qué mensaje te gustaría terminar esta entrevista?

Mi mensaje para quien pueda leer esta entrevista es que Dios nos necesita, Cristo nos necesita, y nos necesita desde nuestra originalidad.

Y te necesita principalmente a ti, joven. Si te gusta cantar, si te gusta bailar, lo que te guste hacer que se lo ofrezcas a Dios, porque Él es lo mejor que tenemos, Él es la alegría y la felicidad.

Y mientras más personas estén locas de amor por Cristo, la revolución del amor, de la paz y la libertad va a ser una realidad.

Vuélvete loco por Cristo, y ve a contracorriente. No importa lo que te digan. Necesitamos apóstoles de nuestro tiempo, necesitamos santos.

Y las grandes ideas se pueden de la mano de María, para gloria de Dios.

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