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Los varones del siglo XXI tienen mucho mérito porque por lo general lo que les pide la sociedad no es lo que vivieron en casa. No cuentan con referentes. Probablemente sus progenitores tenían otra forma de ver la vida. Eran otros tiempos. Ni mejores ni peores, simplemente otros tiempos.
Y los tiempos modernos son los que nos han tocado vivir. Con la entrada de la mujer en el mundo laboral se espera que el hombre también se implique en lo que acontece en el hogar. Sólo así podremos hablar de la ansiada igualdad de la que tanto se ha escrito.
Es decir, cuando hablamos de hogar, no sólo me estoy refiriendo a realizar tareas domésticas: poner lavadoras, lavar los platos, etc. El varón-padre también debe conocer los entresijos de la gestión de su casa con todo lo que eso conlleva: colegios, finanzas, educación, despensa…
De primeras puede parecer algo utópico. Pero si hablamos de igualdad real debería ser así, especialmente si ambos progenitores trabajan fuera del hogar.
Se dice mucho que hombre y mujer deben aportan el 50% pero esto queda muy ruin. Parece que se nos exija menos de lo que somos capaces de dar.
En realidad, lo que deberían aportar uno y otro es el 100% y más. Se trata de amar. Y ya conocéis la frase de la “medida del amor es amar sin medida”. Darlo todo por la familia, por el proyecto que iniciaron el día de su boda; de eso se trata.
En la vida hay muchos campos que podemos abarcar: está el trabajo, los estudios, el ocio, el deporte, la familia, las amistades, y un largo etcétera. Pero lo que realmente vale la pena de todo esto es la familia, nuestro proyecto más genuino, con quien convivimos.
Por eso es importante dar a cada campo un lugar en nuestra escala de valores, priorizando la familia por encima de todo.
El varón-padre no puede desentenderse. Es cierto que la mujer siempre se ha ocupado de las cosas de los hijos y de la casa, pero eso no significa que fuera lo más correcto. Los tiempos han cambiado (para bien o para mal) pero la realidad es otra bien distinta.
Sin embargo, el papá cumplirá su cometido si se “arremanga” y gestiona con su mujer los quebraderos de cabeza que pueda ocasionar la gestión de su casa.
El hombre por lo general no es dado a hablar, pero deberá hacer un esfuerzo y mantener una buena comunicación con su esposa. Solo así, hablando, se podrá llegar a acuerdos sobre qué parcela tratará cada uno.
El equilibrio perfecto no existe, pero se trata de equilibrar la balanza lo mejor posible.
Para mantener este tipo de conversaciones siempre es bueno reservar un tiempo en la agenda con día y hora, preparar alguna cosa rica de cenar y así el diálogo sale fluido.
No hay que olvidar, que el varón- padre antes que papá es esposo. Y debe mostrarse cómplice con su esposa, formando un buen equipo también a la hora de educar a los niños.
El varón se convierte en padre en el mismo momento en que empieza el embarazo de su mujer. Esa vida incipiente deberá ser protegida y cuidada, al igual que la madre quien necesitará también protección, cuidados y seguridad. Es clave que el padre cuide de su familia, para que no se tomen decisiones que puedan hacer peligrar vidas inocentes.
Aunque la madre sea la que lleva dentro al bebé desde el momento de la concepción, el padre también tiene un papel muy importante a la hora de establecer un vínculo afectivo con su hijo.
Por consiguiente, debe ser un sujeto activo, no pasivo: puede hablarle al bebé antes de nacer, acompañar al médico en cada una de las visitas de la madre y brindar su cariño y apoyo en estos momentos.
En cuanto el bebé nace, es importante que se implique en su educación. Los niños necesitan un referente masculino: las hijas se fijarán en su padre para escoger a su futuro marido, y sus hijos varones se fijarán en su padre para convertirse en los hombres del mañana.
En la educación de hoy hemos pasado de un extremo a otro: de padres autoritarios de antaño a padres amigos en plan colega. Y ambos extremos no están en la verdad. Si somos tan autoritarios nos alejamos de nuestros hijos, pero si de lo contrario nos convertimos en amigos nuestro rol de padre queda vacío.
Por tanto, parece que lo más acertado es ser un padre que exige con amor, que establece unos límites y unas normas sin ser excesivamente rígido.
Y, para terminar, el varón-padre del siglo XXI debe ser transmisor de la fe. Una fe que él mismo debe alimentar para que sea rica a la hora de transmitirla a sus hijos.