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El Palacio Farnese (o Villa Farnesio) en Caprarola (Viterbo) es considerado uno de los mejores ejemplos de residencia renacentista.
Construida por la poderosa familia Farnese, entre los siglos XV y XVI por el cardenal Alejandro Farnese (el viejo) en 1530 encomendada al famoso arquitecto Antonio de Sangallo.
Las obras, luego se suspendieron debido a la elección del cardenal como papa Pablo III, para luego reanudarse por el otro cardenal de la familia, también llamado Alejandro Farnese (el joven).
En una época donde los papas y cardenales eran muy distintos a los de ahora, principalmente el palacio se había construido con la finalidad de ser un fuerte para defenderse de los ataques enemigos.
El cardenal Alejandro Farnese se trasladó rápidamente a este lugar, que servía como casa de verano para recibir a muchos invitados. Nunca faltó la diversión, como así también los momentos de reflexión y oración, y esto lo podemos ver bien delimitada en la estructura de la villa.
El encargado de continuar la obra de Sangallo es el arquitecto Vignola que cambió el plan original de fortaleza a una villa y reemplazó las murallas angulares (del proyecto original) por terrazas: de esta manera el fuerte se convirtió en un palacio.
Todo el palacio tiene una forma pentagonal con un patio circular de dos pisos.
La división interna del palacio es realmente interesante y muy práctica, ya que se divide en una zona de verano al noreste ubicada donde el sol no brillaba, y esto la hacía más fresca; y una zona de invierno en el suroeste ubicada donde brillaba el sol.
La espectacular Scala Regia, la escalera helicoidal, uno de los inventos más originales de Vignola, une los pisos nobles.
Gira en torno a 30 columnas adornada con espectaculares frescos de Antonio Tempesta. Según una leyenda, el cardenal la subía a caballo.
Entre las más bellas de las salas del palacio se destacan:
La sala del Mapamundi: con representaciones de los descubridores más importantes: Magallanes, Américo Vespucio, Colón, etc. Y cartas geográficas, decir así, incompletas como el mapa de América, y un continente que todavía no “existía”, la Oceanía.
La capilla: con espléndidos frescos con escenas del Antiguo Testamento, ricos en estucos hechos meticulosamente para aumentar la profundidad de las escenas.
La sala de los ángeles: con frescos que narran las más importantes intervenciones de los ángeles que protegen y difunden la palabra de Dios.
Un ejemplo es este fresco que recuerda la intervención del ángel San Miguel, para salvar a Roma de la peste.
La sala de los Juicios: inspirada al Juicio de la Iglesia y el Juicio Final. En esta sala el cardenal Alejandro Farnese reflexionaba tratando de ser éticamente justo ante las distintas adversidades y cuestiones que lo aquejaba.
La sala de los hechos farnesianos: que cuentan 11 de las anécdotas más importantes de la familia.
Los jardines de Villa Farnese es un espléndido ejemplo de un jardín del Renacimiento tardío, creado a través de un sistema de terrazas altas y bajas detrás de la villa, levantado en la colina.
Las obras del jardín fueron iniciadas en 1565 por Giacomo Del Duca, utilizando la tierra de los cimientos de la Iglesia del Jesús en Roma y fueron completadas en 1630, bajo la dirección de Girolamo Rainaldi.
Viñedos, verdes laberintos, fuentes, estatuas, adornan estos maravillosos jardines. Recorrerlos es un placer que deleita los sentidos no solo con las obras de los grandes artistas sino también deleitándose de la maravillosa obra del Creador con todo su verde y el canto ameno de los pájaros.
Pero, ¡ten cuidado!, quizás te salpiques con un poco de agua, porque al cardenal Farnese le gustaba hacer bromas, y escondió pequeñas fuentecillas de agua a lo largo del camino que inesperadamente expulsaban un chorrito de agua.