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Ha escrito importantes obras, fundado varios grupos musicales y dirigido destacadas orquestas internacionales. El maestro Jesús Ignacio Pérez Perazzo es un violinista de larga trayectoria pero también un investigador que acaba de consumar su empeño de varios años publicando una magnífica obra que compendia el advenimiento, introducción y establecimiento de nuestro sistema musical – llamado Occidental- en Venezuela y América.
El libro aún no ha sido presentado formalmente pero Aleteia tuvo acceso al contenido y a su autor. Fue publicado por la Universidad Católica Andrés Bello, como parte de su colección Letraviva de la editorial Abediciones.
No sólo es un tema de interés para quienes hacen música de manera profesional sino también, cómo escribe el mismo autor, “para conocer cómo pudo producirse la amalgama de culturas, es decir, de usos y prácticas, creencias, tradiciones y costumbres entre los pueblos del llamado Nuevo Mundo y la ancestral cultura de Europa y del continente africano”.
También es útil, como lo señala el cardenal Baltazar Porras Cardozo –Administrador Apostólico de Caracas- prologuista de la obra, “la lectura de este ensayo es una joya que llena un vacío pues muchos datos están dispersos (…) y han requerido de la paciencia benedictina que ha supuesto muchas horas de trabajo silencioso y sonoro, de música callada, parafraseando a san Juan de la Cruz, para darnos esta obra necesaria para conocer la influencia cristiana en el espectro musical de nuestro continente y de nuestra patria. Le auguramos a este libro amplia difusión en los seminarios y casas de formación…”.
El libro lleva por título: Cristianismo y Sistema Musical Occidental en Venezuela y América.
Son treinta años recorriendo, en constante pesquisa e investigación, los recovecos de siglos de cultura para responder a una pregunta: “¿Tienen importancia y trascendencia los aportes del cristianismo en la introducción, instauración y desarrollo de una renovada visión del sistema musical occidental en Venezuela y América?”.
En todo el continente, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se encuentra que algunas obras mayores de compositores americanos están inspiradas o basadas en textos cristianos. Y así lo demuestra, concluyendo como “la llegada y el establecimiento formal de una manera específica y tradicional de seleccionar y organizar sonidos para conformar un sistema musical y diferente al utilizado por las culturas autóctona que poblaban los territorios de toda la América, fue el resultado de la acción misionera de las distintas iglesias cristianas que se establecieron de norte a sur en estos territorios durante los albores del siglo XVI y siguientes”. Y agrega: “la casi totalidad de los centros de la enseñanza musical en los territorios americanos durante el siglo XVI y XVII, basada en los usos, tradiciones y costumbres sistémicos de la primitiva iglesia cristiana y sus posteriores ramificaciones, fueron creados y desarrollados por clérigos y personas relacionadas y formadas dentro de esas creencias, disciplinas y conceptos, por la visión de la función religiosa de la música derivadas de la tradición judaico-cristiana”.
Aleteia conversó con el maestro Pérez Perazzo, quien desde 1999 imparte la cátedra de Historia del Sistema Musical Occidental en la Universidad Simón Bolívar, donde ha desarrollado constantes investigaciones.
“El trabajo refiere –nos adelanta- a cómo llegó el sistema musical (llamado Occidental) a Venezuela y a América. Casualmente, este año se cumplen 490 años de la llegada formal del primer representante de la música sistémica a Venezuela. Podemos hablar con esa precisión pues hace justamente 490 años se erigió el obispado de Venezuela. Con esa decisión se creó el primer cargo de maestro cantor, el cual tenía como función fundamental la organización de la liturgia y de la música del nuevo episcopado”.
Fue el momento en que el Papa Clemente VII, mediante una bula, crea el tercer obispado del Nuevo Mundo, que es el de Venezuela, el cual iba a tener su sede original en Santa Ana de Coro que había sido fundada en 1527 y en 1531 se produce esta decisión. Unos años después, en 1534 llega el primer maestro cantor a Venezuela.
“Al principio –precisa Pérez Perazzo- en muchos de los tratados de historia de la música venezolana existe una pequeña confusión que da lugar a un error. Se confunde el nombre de Juan Rodríguez de Robledo con el de Juan Fructos de Tudela. Del primero se habla como buen cantor pero no fue nada especial pues la educación musical formaba parte sustancial de la formación del clérigo. Era un buen cantor, bien formado pues tenía que serlo. Pero cuando revisamos seriamente el documento de los comienzos de la diócesis, nos encontramos que era el deán, es decir, el administrador de la diócesis recién creada. Pero más adelante se nombra a Fructus de Tudela, que sí va a ser un organista y maestro cantor con la responsabilidad de organizar la música para la diócesis”.
Fue ese nombramiento el que marcó el inicio de la enseñanza,
sistémicamente, de la música occidental; es decir, esa forma de hacer música europea que contrastaba con las diferentes músicas o sistemas musicales de nuestra América.
“Era un sistema totalmente distinto –explica- Los sistemas musicales los revisamos desde Groenlandia hasta la Patagonia, tan variados como la cantidad de culturas que había en América y que eran muy distintas. Esas maneras sistémicas de hacer música que nosotros conocemos llegan al Nuevo Mundo, curiosamente, con los misioneros cristianos, católicos en la mayoría de las regiones y poblaciones, pero también los hubo luteranos, calvinistas y posteriormente anglicanos que se ubicaron sobre todo en América del Norte y algunas zonas de América Central. Recordemos que los famosos peregrinos del Mayflower llegaron con una visión totalmente religiosa, con un compromiso formal de hacer una nueva Jerusalén así que introducen la música como ellos la hacían. Ello va a contrastar con todos los sistemas musicales y músicas que se van a encontrar en estas tierras”.
Lo que busca el autor con este investigación es organizar cronológicamente la documentación para que, ordenadamente, podamos tener acceso a una visión global de cómo se introduce, establece y desarrolla el sistema musical occidental desde el extremo norte al extremo sur de las Américas. “No estamos inventando nada –insiste- sólo organizando a partir de los datos de la historia”.
En días pasados celebramos la fiesta del Corpus Christi. Lo que ocurre en esa celebración universal de la Iglesia Católica es una muestra fantástica de lo que es el sincretismo religioso derivado de esa acción misionera. “Vemos –apunta- cómo se conjuga la tradición cristiana de esa fiesta con la manera de celebrarla folkloricamente, con sus ritmos y sus danzas, de los habitantes de nuestra América”.
Desde sus inicios, la Compañía de Jesús, encargada de enviar misioneros a la región del Brasil y del sur de América, ponen énfasis –según instrucciones emanadas directamente de la propia congregación- cuando envían a los primeros en no violentar las costumbres y tradiciones de los pueblos. “Eso es muy bello –enfatiza- utilizaban la música como medio de evangelización pero sin violentar las tradiciones de los pueblos. Es lo que va a permitir esa amalgama que producirá la música que América aportará al mundo. Un gran compositor francés, Darío Millaud, viene a Brasil como representante diplomático y allí permanece hasta 1919 cuando regresa a Europa. Y llega con una novedad extraordinaria: el ritmo de samba!”. Esto impacta
y renueva la música.
“Otro ejemplo es el cubano Amadeo Roldán, quien lleva la percusión a Europa pero sustituye la ubicación de la percusión al final de la orquesta y los trae al frente, con lo que introduce una gran innovación que luego otros explotaron e hicieron famosa con su música. Una impresionante integración de costumbres a través de la música.
En las reducciones jesuíticas de la misiones en Brasil se encuentran cosas fantásticas. “Hay una película muy hermosa llamada La Misión –recuerda Pérez Perazzo- la última escena evoca aquél violín flotando en un río cuando hubo una matanza terrible de misioneros. Recomendaría verla de nuevo. Pude visitar esas misiones y allí encontré a los indígenas ¡tocando violín y bajo! Y fabricados por ellos mismos, con una técnica que aprendieron con los jesuitas en el siglo XVII”. Una maravillosa integración de costumbres a través de la música.
Este proyecto de historia del sistema musical en América, ha sido plasmado en en esta obra estupenda que fue entregada al Papa Francisco en sus manos, hace apenas días, durante una visita que hiciera a Roma el Cardenal venezolano Baltazar Porras Cardozo.