A principio de mayo la hermana Norma Pimentel, Misionera de Jesús y Directora de Caridades Católicas del Valle del Río Grande, en Texas (Estados Unidos) envió una carta al Papa Francisco en la que le mostraba su preocupación por la cantidad de migrantes, niños viajando solos, familias desesperadas, que a diario cruzan la frontera norte de México para tratar de internarse en Estados Unidos.
La zona en la que labora esta religiosa, elogiada recientemente por la revista Time por su labor en Caridades Católicas, en la frontera mexicana con Estados Unidos más cercana de Centroamérica –concretamente la ciudad de Matamoros con Brownsville—por lo que es donde se agolpan cientos de migrantes que vienen del sur y que cruzan por el Río Bravo (el Río Grande) hacia Texas, ha entregado su vida a "los últimos" de la Tierra.
El Papa Francisco respondió a la hermana Pimentel mediante un video en el que le dio las gracias por recibir a esos migrantes “que vienen buscando una vida mejor; vienen para progresar… Otras vienen huyendo de verdaderos infiernos sociales”, indicó el Pontífice argentino, dando ánimos a la religiosa frente a las críticas que ha recibido por mostrarles el calor fraterno, el calor cristiano, a los migrantes.
Más adelante, el Papa Francisco recordó los cuatro postulados que ha defendido desde el principio de su pontificado con respecto a la actitud que debemos tener los cristianos (y todos los hombres y mujeres de buena voluntad) con respecto a quienes, por la condiciones de pobreza o de violencia, abandonan sus hogares rumbo a lo desconocido: recibirlos, protegerlos, acogerlos e integrarlos.
La situación que se vive en la frontera noreste de México y sureste de Estados Unidos es de una tensión completa. Aproximadamente 35.000 personas por mes son los que cruzan en la zona del Valle del Río Grande, donde opera la hermana Pimentel. Muchos son menores de 18 años viajando solos. Saben que tienen derecho a permanecer en Estados Unidos. Los mayores se entregan directamente a la Patrulla Fronteriza para ser procesados. Hay familias completas de Honduras, Guatemala y El Salvador.
El mensaje de aliento del Papa Francisco llegó en un momento en el que la hermana Pimentel necesitaba escucharlas. “Las palabras del Papa Francisco nos animan en todo el país a seguir con esta lucha, y seguir sus enseñanzas”. En el refugio que maneja en la zona de Brownsville (de donde es nativa) Pimentel recibe todos los días entre 200 y 300 migrantes. Hay ocasiones en que llegan a 500.
Muchos de ellos hacen solo un alto en su camino hacia lugares de Estados Unidos donde viven familiares o conocidos. Otros se quedan unos días, a reparar fuerzas. “Es nuestra responsabilidad aquí en Estados Unidos ayudarles a integrarse. Las palabras del Papa Francisco apelan a la humanidad que debemos tener con el recién llegado”, concluyó la hermana Pimentel.
Otro rostro visible en la defensa de la dignidad de los migrantes es el arzobispo de Los Ángeles y actual presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), José H. Gómez. Autor de un libro fundamental para comprender el fenómeno migratorio (Migración y el futuro de Estados Unidos de América: Renovando el alma de nuestra nación), monseñor Gómez es un convencido de que, lejos de ser una carga, acoger a los migrantes es honrar la fundación de Estados Unidos.
En su libro escribió: “La inmigración es uno de los grandes retos de los derechos humanos en nuestra generación. Es también un momento histórico decisivo para Estados Unidos, en el cual necesitamos renovar a nuestro país según sus promesas fundacionales sobre los derechos universales enraizados en Dios”. Y lo ha cumplido con creces. Tanto en Los Ángeles, donde se agrupa el mayor número de migrantes en ese país como al frente de la USCCB.
En la línea de proteger, integrar y acompañar a los migrantes, el arzobispo Gómez va a celebrar este domingo 30 de mayo una Misa en el albergue de menores no acompañados en el Centro de Convenciones de Long Beach. La nota reproducida por diversos diarios angelinos señala que los obispos y sacerdotes de la arquidiócesis de Los Ángeles recibieron un permiso especial para celebrar misas desde principios de mayo para los cientos de menores migrantes no acompañados alojados en el albergue establecido en Long Beach y en el Fairplex de Pomona (California).
Los Ángeles tiene comunidades con fuerte presencia hispana y una buena cantidad de sacerdotes están trabajando en conjunto con niños migrantes en ambos refugios habilitados para recibirlos. Tan solo en Long Beach, una de las áreas más importantes del condado de Los Ángeles, el Centro de Convenciones alberga a 225 menores no acompañados. Otros 534 menores que estaban resguardados ahí, ya han sido entregados a sus familiares o a sus patrocinadores que viven en la Unión Americana.
Ante la perspectiva de un nuevo sistema migratorio en Estados Unidos, algo por lo que ha pugnado monseñor Gómez desde sus tiempos como auxiliar de Denver o arzobispo de San Antonio, es obtener para ellos una reforma integral que, al mismo tiempo que proteja las fronteras de su país, les de un camino seguro hacia la ciudadanía o una acogida real por parte del país del norte, un país de inmigrantes, como se ha dicho en numerosas ocasiones.
Por ello, en su libro, el arzobispo Gómez deja en claro que “la inmigración no se trata solamente de inmigración. Se trata de renovar el alma de Estados Unidos”. Esos niños con los que oficiará Misa en el albergue de Long Beach pueden ser, justamente, renovadores del alma de la Unión Americana.