La pandemia hizo que nos diésemos cuenta de la necesidad que tenemos de socializar. Y somos muchos los que nos hemos visto sorprendidos por lo bien que nos sienta tomar un café o compartir una cenita con amigos.
Sobre todo, la magia desborda cuando quedas con "personas vitamina", como las define Marian Rojas en su libro Cómo hacer que te pasen cosas buenas. Personas que te insuflan ánimos y que te colocan en ese sitio donde todo se ve solucionable o, por lo menos, no tan melodramático. Personas que te abren el apetito de aprender más, de conocerlos mejor.
Por eso, cuando esa cena, ese café, no se toma en un restaurante o en una cafetería, sino en su propia casa, la ilusión se triplica. Porque ahí, en su hogar, conoces y disfrutas más a las personas en toda su expresión, y todo adquiere muchísimo más peso.
En un café compartido en una terraza te llevas la esencia, el aperitivo de las vitaminas que te aporta esa persona. Pero cuando vas a su hogar sales supervitaminado, y regresas a tu casa con ganas de trasladar a tu vida esa energía.
Y esto pasa especialmente con Ella. Cuando la Virgen te recibe en su casa, todo es mejor.
En este su mes, quiero animarte a que no te quedes sin ir a verla. Hazle una visita, mejor si vas acompañado. Elige uno de sus hogares, un santuario, un lugar con una imagen Suya, y sorpréndela.
Un regalo
Pero recuerda que de visita no se va con las manos vacías, se lleva algo con lo que obsequiar al anfitrión. Unas flores siempre están bien, pero tú y yo sabemos que sus bombones favoritos son los que lleva cada avemaría del Rosario.
El regalo que siempre que ha venido a la tierra nos ha pedido: Lourdes, Fátima, Guadalupe... ¿Nos marcarnos una romería? Why not? ¿Eres consciente de que no hay un avemaría que se olvide en el Cielo? Son bombones que mantienen su sabor por toda la eternidad.
Testimonios de milagros actuales
Para animarte, te invito a que leas testimonios de maravillosos milagros concedidos a peregrinos que alguna vez la visitaron.
Me llamó especialmente la atención el testimonio que aparece en la web del santuario de Torreciudad. Te aseguro que no te dejará indiferente. Se trata de una mujer que acompañaba a una amiga en sus últimos instantes de vida en el hospital.
Llena de tristeza y rabia, empezó a rezarle a la Virgen de Torreciudad pidiéndole, por lo menos, un sacerdote, ya que, si no se podía curar su cuerpo, por lo menos había que intentar salvar su alma.
Preguntó a las enfermeras del hospital si su amiga podría disponer de los servicios de un sacerdote, y le contestaron que no vendría ninguno hasta las ocho de la mañana del día siguiente.
De repente, miró hacia una sala y vio allí a un sacerdote joven rezando el rosario, curiosamente, con un rosario de Torreciudad. Le pidió que atendiese a su amiga, y así lo hizo. Después de que la hubiera atendido, le preguntaron cuál era su parroquia, y les respondió que aquélla era su parroquia en ese momento.
Cuando quisieron volver a hablar con él, había desaparecido. No pertenecía a ninguna parroquia, y nadie sabía quien era…
En otro de los testimonios, una joven cuenta que acompañó a su abuela al santuario de Torreciudad en una temporada en la que estaba alejada de la fe. Ya dentro del santuario, entraron en una sala que había a la izquierda, y que estaba presidida por un Cristo muy grande. La chica escuchó que el Cristo le decía lo siguiente: ¿Por qué no me pides perdón? Y sí, se confesó.
Las romerías
Espero haberte animado a no desaprovechar este mes. Y, si quieres ir preparando la visita, te contaré que, en casa, imitamos el plan que tenía san Josemaría a la hora de hacer estas visitas a la Virgen en el mes de mayo: las romerías.
Las dividía en tres partes: camino del santuario, rezaba una parte del rosario; en el santuario, o delante de la imagen, rezaba la parte del día junto con las letanías; y, ya de regreso, rezaba otra parte (como antes el rosario tenía tres partes, terminaba habiendo rezado el rosario completo, los quince misterios; ahora el rosario tiene cuatro partes, así que te sobrará una).
Y, como guinda del pastel, no te olvides del segundo testimonio que te he contado. Pide, a las personas que quieres, que te acompañen, que disfruten contigo de esos sabores de eternidad que te regala la mejor anfitriona cuando vas a Su casa.