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Son días de inspiración para los laicos cristianos iberoamericanos. El 23 de abril se beatificaron a 7 laicos entre los 10 mártires de Quiché, en Guatemala. El 30 de abril será beatificado José Gregorio Hernández, médico venezolano.
Y el 23 de abril la Congregación para la Causa de los Santos dio a conocer el decreto pontificio por el cual el Papa Francisco reconoció las virtudes heroicas de la valenciana venerable sierva de Dios Amparo Portilla Crespo y del venerable siervo de Dios Enrique Ernesto Shaw, laico padre de familia, dirigente de empresa, fallecido en la Argentina en 1961.
Conversamos con la hija de Enrique Shaw Sara sobre las primeras impresiones tras conocerse este decreto, y nos compartió a Aleteia que siente "una gran paz y alegría" y a la vez "la sensación de no estar a la altura de él".
"Paz porque desde que él murió yo pensaba que era un santo. No es asombro. Y la alegría por lo lindo de saber que va a quedar registrada su vida, todo lo que él hizo, y se va a compartir. No va a quedar solo para la familia", completó.
Se suele reseñar, y lo hemos hecho en Aleteia en numerosas ocasiones, los detalles de Enrique Shaw como hombre de empresa, como dirigente cristiano, como motor de solidaridad en el mundo de la dirección de empresas y cómo buscaba, cómo proponía, ser "Cristo en la empresa".
Pero cuando la Iglesia reconoce virtudes heroicas de candidatos a ser considerados beatos y después santos analiza rigurosamente todos los espacios de desarrollo del siervo de Dios.
Por eso, más allá de la fama de santidad del empresario santo, de aquel que organizó entre sus colegas el envío de donaciones para la Europa golpeada por la segunda guerra mundial, está la del hombre comprometido con la Iglesia y sus iniciativas laicales, parroquiales, e incluso hasta religiosas y contemplativas. Y también, por supuesto, en casa, como esposo y padre.
"Mi papá no hizo muchas cosas raras. Valoraba y quería muchísimo a sus hijos. Me acuerdo, mi hermano sacerdote también, para el centenario lo expresó, que nunca se cansaba de nosotros. No es que era un abuelo: nos disfrutaba, pero también nos educaba, nos preguntaba", recuerda con afecto y humildad Sara.
En el decreto en el que se reconocen las virtudes heroicas de Shaw, se lo hace también con las de Amparo Portilla Crespo, laica valenciana, como Shaw, madre de familia, y de familia numerosa.
Mucho hay en común entre ambas historias de estos laicos padres de familia del siglo XX para ir desandando estos días, e inspirar.
En el recuerdo de su padre en el día a día Sara confiesa:
Sara, junto con una hermana, tuvo la dicha cuando surgió la idea de la causa de conversar a fondo con personas que habían conocido a su padre, gente amiga de su papá, cuya fama de santidad iba sobreviviendo las décadas.
Pero le tocó a otros ir completando el cuadro biográfico, la completa revisión necesaria para que las causas de beatificación, independientemente de la fama de santidad, avancen.
Fue de notable importancia la comisión de historiadores que presidió el entonces sacerdote Mario Poli y la historiadora del Arzobispado de Buenos Aires María Isabel de Ruschi. Y la colaboración de muchísimas personas a lo largo de estos años.
Y en ese camino, uno de las que más colaboró y difundió el testimonio de lo que se sabía, y lo que se iba redescubriendo, fue Fernán de Elizalde, de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa fundada por el propio Shaw.
Tras conocerse el decreto de Elizalde compartió con Aleteia:
En la misma línea se expresó Gonzalo Tanoira, actual presidente de ACDE:
El delegado para la Causa de los Santos de la Conferencia Episcopal Argentina monseñor Santiago Olivera informó además en una carta a sus hermanos obispos “que se estudiará a partir de ahora en Roma un presunto milagro atribuido a la intercesión del Venerable Enrique Shaw”.
El venerable siervo de Dios Enrique Shaw ha sido de inspiración durante muchos años, incluso antes del progreso de la causa. Sus escritos motivan a generaciones de empresarios comprometidos con el bien común, independientemente de ser cristianos o no.
Las huellas de su compromiso están en muchísimas organizaciones de bien, como la propia Universidad Católica Argentina, ACDE o la Acción Católica.
Pero detrás de esas grandes obras está la espiritualidad de un hombre de profunda oración, devoto esposo, comprometido en silencio con muchas necesidades de la Iglesia, generoso padre de familia.