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Incluso los niños que parecen tener mucho éxito (logros académicos, atletas estrella, niños populares) están experimentando ansiedad. Por mucho éxito que tengan, todavía no creen que sean lo suficientemente buenos y tienen la vaga sensación de que la vida no es como debería ser.
La infancia solía ser un período de la vida en el que todo era emocionante y nuevo. A los niños no les importaba nada en el mundo. Pasaban tiempo saltando los charcos y jugando béisbol en el parque. En la escuela secundaria, se trataba de compartir con los amigos.
¿Por qué nuestros hijos están tan ansiosos?
Las causas son variadas, desde la depresión y los sentimientos de aislamiento, hasta el estrés causado por las redes sociales, pasando por la presión de la familia para triunfar a nivel académico.
Los niños están creciendo con un smartphone. Están expuestos desde una edad temprana a la televisión, el contenido sexualizado, los videojuegos violentos y la competencia de parecer felices sin esfuerzo en las redes sociales.
No están preparados para ello y están emocionalmente abrumados, rodeados de estímulos constantes de los que no pueden escapar. Es como si estuvieran siempre en el escenario y no pudieran bajarse. No saben cómo.
Como padres, estamos contribuyendo a esta ansiedad a través de expectativas poco razonables. ¿Cómo podemos cambiar la forma en que nos relacionamos con ellos para que tengan una mejor oportunidad de convertirse en adultos felices?
Así es como podemos ayudar a nuestros hijos:
1ESTABLECER LÍMITES
Los padres podemos estar tan motivados para que nuestros hijos tengan éxito que, sin darnos cuenta, destruímos su felicidad. Deseamos que tengan éxito donde nosotros fallamos y que eviten nuestros errores; pero al comunicar ese deseo, hacemos que parezca que el valor de nuestros hijos está ligado a su éxito. El mensaje que reciben es que, si cumplen con nuestras expectativas, los amaremos.
Los padres debemos establecer límites saludables y no presionar a los niños más allá de lo razonable. Enfatizando que las evaluaciones comparativas -digamos entre ellos y sus compañeros de clase- están fuera de una autoestima saludable. Como parte de este esfuerzo, es útil limitar las redes sociales.
2CAMBIAR DE LOGRO A CARÁCTER
Las personas deben ser valoradas por la calidad de su carácter. Todos podemos enorgullecernos de poder vivir una vida recta, modesta y buena, rodeados de las personas que amamos.
Para muchos, sin embargo, parece que el logro es mucho más importante que el carácter, ya sea en lo académico, la popularidad en la escuela, muchas actividades extracurriculares y ser bueno en los deportes.
Como padres, podemos mostrar a nuestros hijos que esos éxitos son irrelevantes si el exterior no coincide con el interior. Una persona exitosa es un hombre o una mujer de carácter.
3NO MÁS EXPECTATIVAS POCO RAZONABLES
Los niños necesitan que se les diga, de forma clara y sencilla, que no tienen que ser los mejores en todo. De hecho, deberían acostumbrarse a la idea de que no es posible que sean el mejor estudiante, la atleta estrella, la protagonista de la obra de la escuela y la reina del baile de graduación, todo al mismo tiempo. Solo necesitan ser ellos mismos, buenos en algunas cosas y no tan buenos en otras.
A esto ayudaría que los padres pasemos tiempo de calidad con los hijos, simplemente jugando. No siempre es necesario practicar deportes juntos o ensayar para la obra de la escuela. De esta manera, los niños comprenden intuitivamente que sus padres no los ven como un proyecto a perfeccionar, sino como una persona a la que amar.
4PROPORCIONAR UN FUNDAMENTO ESPIRITUAL
Es importante que en su crecimiento repetidamente le recordemos a los niños que hay un Dios que los creo y que los ama sin importar nada. De esta manera se sentirán liberados.
Los niños necesitan saber cómo vivir y por qué vivir, qué es ser feliz. Siendo católico, podría expresarlo como el objetivo en la vida que es convertirse en santo. Los padres ayudan inmensamente a sus hijos simplemente llevándolos a la iglesia y orando con ellos.
La ansiedad aparece cuando la esperanza disminuye. Una persona que tiene una relación con Dios siempre tiene esperanza.