¿Usas las pantallas de manera personal o te ha secuestrado tu celular?
Esta mañana como a las 5:00 a.m. alguien me envió un mensaje por whatsapp. Estaba sobre la mesita de noche, lo abrí para ver el mensaje, casi sin darme cuenta en la somnolencia y lo volví a dejar. Escuché a mi esposa Vida quien al lado mío me decía:
—Duérmete Claudio. Aún no amanece.
Entonces me di cuenta. Sentí de pronto que de alguna forma está todo programado para que nuestro celular nos secuestre y nos quite una parte esencial de la vida.
Con el celular en la mano olvidamos la oración, disfrutar aquellos pequeños momentos en familia durante las comidas, los milagros de la naturaleza, cuando el hijo llega emocionado con algún triunfo para compartirlo.
Recordé un experimento social que vi hace algún tiempo en las redes sociales. Reunieron unas doce personas en una habitación, esperaban su turno para ser entrevistados por un trabajo.
Previo a esa reunión habían colocado en los diarios un anuncio ofreciendo un puesto en la empresa.
Muchos respondieron. Reunidos los primeros doces aspirantes al puesto, un ejecutivo salió a darles la bienvenida y darles las pautas de la entrevista.
―Mientras esperan para ser llamados a la entrevista, se requiere silencio absoluto. Si escuchan un timbre deberán ponerse de pie y volverse a sentar.
Salió el ejecutivo de aquella empresa de la habitación. Diez minutos después, cuando quedaban ocho aspirantes, sonó un timbre y todos se pusieron de pie al unísono. Nuevamente el timbre y todos de pie.
Cuando quedaba solo un aspirante en la sala, volvieron a llenarla con otros doce aspirantes.
Sonó el timbre, el que conocía las instrucciones se puso de pie y todos los que lo rodeaban se miraron e hicieron igual, sin tener idea por qué se levantaban de sus sillas ni qué significaba aquello.
Llegó un momento en que en la habitación no había ninguno del grupo original, pero cada vez que sonaba el timbre se miraban sorprendidos tratando de comprender, se ponían de pie y se volvían a sentar, si tener la más mínima idea de por qué lo hacían. Era como un acto reflejo.
Así me sentí cuando llegó ese mensaje a mi celular. No dudé en despertarme y ver de qué se trataba. Tenía mi mente programada a reaccionar ante el timbre el teléfono móvil. Me sentí amaestrado por el celular.
Desde ese día mi esposa lo toma antes de acostarnos a dormir y lo esconde, para que tenga un sueño reparador.
Me he propuesto dejarlo a un lado y retornar a mi vida natural, cuando lo que importaba era dialogar en la mesa cuando desayunamos, almorzamos y cenamos, cuando paseamos en familia y cuando llega a verme alguno de mi familia con cualquier inquietud. Prestarles atención, que es lo más valioso que les puedo dar.
Y a ti, amable lector, ¿te tiene secuestrado tu teléfono móvil? Te haré una pregunta sencilla: “¿Qué es lo primero que haces al abrir los ojos cada mañana?”
Escríbeme y cuéntame tus experiencias. Te dejo mi correo electrónico.
cv2decastro@hotmail.com
¡Dios te bendiga!