La esperanza es lo último que pierdo al contemplar consternado mi jardín lleno de tonos grises: aunque no se ve, la vida está palpitando bajo la tierra muerta
Tiene el invierno algo que me inquieta. Una helada puede acabar en una sola noche con toda la belleza conquistada con esfuerzo en mi jardín. Mata la vida y de repente el vergel parece un erial. Y el alma sufre. Es como si ahora nada nuevo pudiera volver a brotar. Después de tantas flores y hojas verdes, sólo quedan hojas secas y mustias y ramas muertas.
No puedo entender cómo la vida que hoy existe pueda desaparecer sin previo aviso mañana por la mañana. Me cuestiona sobre esa tendencia que tengo a querer perpetuar mi presente, como si no hubiera temor frente al futuro.
Y es que al ver ahora el aspecto lúgubre de mi jardín durante largo tiempo tan cuidado tengo miedo y dudo de la primavera. No sé si con su fuerza logrará vencer en medio de la nieve y el frío del invierno.
Me cuesta creer en esa fuerza nueva que permanece incólume, fiel, bajo la tierra. Es como si nunca fuera a volver el calor que da la vida y hace crecer lleno de luz mi jardín mortecino.
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