La unidad de los esposos es mucho más que compartir bienes o tareas en régimen de igualdad. Una historia del consultorio con final feliz
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¿Cómo se construye un “nosotros”? ¿Compartiendo las tareas? ¿Compartiendo los bienes? ¿O hay algo más? Este testimonio nos da pistas…
Mi padre que es poco gruñón, y mi madre un tanto impositiva. Y sin embargo, con mucha paz hacen planes acerca de conservar ciertas cosas, vender, contratar planes de pensiones o seguros médicos y hasta su testamento… Expresan con ello su seguridad de envejecer y seguir siendo intima compañía hasta que la muerte los separe.
En tales decisiones, mi padre por ser mayor, ha puesto a nombre de mi madre todo el patrimonio esforzadamente conseguido. Y lo hizo sin angustia, doblez ni ningún otro calculo nacido de la desconfianza en quien, a su vez, le ha entregado toda su vida por amor.
Sus hijos sabemos que esa seguridad de intima pertenencia fue arduamente conquistada. Porque, en su intención de edificarnos con la verdad de su amor, nos contaron su historia:
—Comenzamos muestro matrimonio asumiendo como cosa de los dos, las tareas domésticas, la educación de los hijos, el cuidado y administración de los bienes y más. Y ello no anulaba nuestras diferencias de personalidad, que por el contrario se enriquecían al conformarse en una dinámica y eficaz dualidad.
¿Unidos? Aún no
Impulsados por el amor, nos poníamos en el lugar del otro en las más variadas circunstancias siempre unidos por la reciprocidad de nuestras obras. Esto nos hizo suponer que nos encontrábamos en lo que sería la cumbre de nuestra unión… mas no era así.
No lo era, porque en esa sola reciprocidad, dos siguen siendo dos, y no uno. Y esto último solo es posible por la unidad en el ser a través de la abnegación y el sacrificio.
Y faltaban las verdaderas pruebas.
Sucedió entonces que comenzaron a irrumpir en nuestras vidas críticos eventos. Una difícil situación con un hijo, una quiebra económica, un necesario cambio de ciudad, ciertas exigencias profesionales o el recibir un pariente solo y enfermo en nuestra casa… entre otros.
Fue ante su dificultad que en ocasiones llego a parecernos insolubles, tanto, que se resquebrajo la operatividad de nuestra dualidad. Se produjo un retroceso por el que comenzamos a vernos y relacionarnos solo desde nuestro mundo individual, sintiéndonos el uno y el otro como el incomprendido o el perdedor.
Un terreno peligroso
Éramos conscientes de que tal cosa la habíamos ya observado en la dolorosa experiencia de divorcio de unas queridas amistades. Ellos, al no saber responder a los más difíciles embates de la vida, se habían aislado en un individualismo insatisfactorio que rumiaron hasta la separación definitiva.
Ante tal experiencia decidimos poner en un primer plano nuestra unión, como lo más importante pasara lo que pasara. Fue tarea ardua, pero poco a poco logramos aprender.
Mas que a través de análisis concienzudos, fue con un espíritu superior y diferente que tomamos decisiones. Éramos conscientes de que, al hacerlo, sería casi imposible lograr una equidad en la relación. El enfoque principal sería esforzarnos por encontrar las compensaciones posibles para la parte más afectada.
Nuestra decisión
Por ello, concluimos que lo especifico de nuestra unión no era estar en tal o cual ciudad, abandonar o no ciertos estudios, la manera de enfrentar una crisis económica o como ayudar a un pariente necesitado.
Que el ponernos de acuerdo no sería un simple pacto, tregua o posición intermedia en búsqueda de un equilibrio de intereses en la relación. Sino que era, ante todo, una decisión común, cuyo posible resultado, no era lo más importante. Lo más importante era que nuestra decisión fuera engendrada, reconocida y ejecutada por nosotros como la única nuestra.
Y hasta el día de hoy nuestro aprendizaje continúa.
En la unión de su ser, los esposos son capaces de conjuntarse en un mutuo engendrar: una justicia, una templanza, una fortaleza, una misericordia, una docilidad, una benignidad y tantas otras virtudes que tienen como objetivo su propia unión y el destino final de su proyecto de amor.
Consúltanos escribiendo a: consultorio@aleteia.org
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