LECCIONES DE LA PANDEMIA / Entrevista a Pedro Baños, geo estratega y experto militar
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Nadie mejor que el coronel Pedro Baños, experto en Geoestrategia y contrainteligencia, y autor de libros como ‘Así se domina el mundo’ y ‘El dominio mental’, para diagnosticar las tendencias de futuro que puede dejarnos la pandemia.
Su análisis riguroso, clínico y objetivo rehúye entrar en materias susceptibles de análisis subjetivos o personales, pero no duda en vaticinar un aumento de las brechas sociales y de las condiciones de desigualdad, al tiempo que muestra sus dudas de que las buenas intenciones solidarias que tantos políticos expresan en sus discursos públicos vayan a concretarse en algo sólido.
Baños cree que sería conveniente caminar hacia un mundo más coordinado y menos dividido, pero sin olvidar que al hombre de hoy le guían las mismas flaquezas que al de hace veinte siglos, y que está también sujeto a las mismas tentaciones y miedos. Lo más inquietante de su análisis: la convicción de que el deterioro de las sociedades occidentales es real y que existe riesgo de derrumbe.
– Hay disparidad de opiniones a la hora de valorar los efectos morales de la experiencia de la pandemia. ¿Es usted de los que creen que reforzará nuestra tendencia a la solidaridad, o de los que opinan que nos volverá más individualistas?
De momento, lo que hemos visto es que el egoísmo ha sido lo que ha imperado. Estos días vemos que algunos países de la Unión Europea ya no quieren seguir las directrices de Bruselas en materia de vacunas y quiere resolver su problema de manera independiente. Pero es que, cuando el año pasado se produjo el pico más grave de la pandemia, nos encontramos también que cada país intentaba arreglárselas por su cuenta.
Curiosamente, antes de esto, solíamos especular con que necesitaríamos una amenaza externa para unirnos como Humanidad, pero aquí la hemos tenido y no ha funcionado; la división ha aumentado.
Pecados de egoísmo y avaricia
– Quizás ese ideal de una Humanidad unida era un poco idealista y no estaba asentado en bases correctas.
Solíamos especular con que necesitaríamos una amenaza externa para unirnos como Humanidad, pero aquí la hemos tenido y no ha funcionado
Así es. Al final hay que pensar que, por más que avancemos en tecnología y en otros campos, las personas están sometidas a las mismas debilidades, las mismas tentaciones y los mismos pecados capitales que han primado a lo largo de la historia. Estamos hablando de la avaricia, el egoísmo, el intentar imponer nuestra voluntad sobre los demás… Y vemos que seguimos cayendo en ello.
– Muchos autores perciben el retorno de una cierta conciencia de la fragilidad del individuo. Las muertes cotidianas ¿nos ha hecho aterrizar en la conciencia trágica de la vida?
-Han creado muchos problemas psicológicos que ahora empiezan a manifestarse en forma de enfermedades mentales, después de un año de mucho cansancio psíquico. Pero, por otro lado, a base de lanzarnos tantas noticias negativas y lúgubres, la sociedad ha terminado acostumbrándose, y parece que ya no nos afecten.
En febrero o marzo los datos de fallecidos eran casi un escándalo diario y ahora, con cifras similares, parece que ya no importan. Vemos que el ser humano tiene una capacidad de adaptación impresionante, que es la que le ha permitido sobrevivir.
Gobernanza mundial
– ¿No cree que todo este sufrimiento pueda proporcionar una oportunidad para un cierto mejoramiento, para una profundización de las sociedades y de las personas?
Lamentablemente no lo veo. Ojalá fuera así. Pero lo que estamos viendo es que aquel al que no le ha afectado el virus tiende a creer que no le va a pasar nada y tampoco da muestras de una solidaridad respecto de los demás. Esto no es sólo algo que esté ocurriendo aquí, sino también en el resto del mundo.
Parece que avanzamos hacia una gobernanza mundial, pero el problema es determinar quién lo va a dirigir
Ojalá la solidaridad fuera más fuerte y pudiéramos afrontar estos problemas de manera más coordinada y mundial.
– ¿Es usted de los que creen que una gobernanza mundial permitiría gestionar mejor este tipo de situaciones?
Es una de las ideas que ahora mismo se manejan. Si atendemos a los principales líderes mundiales, da la sensación de que se quiere buscar un sistema de coordinación internacional, con un sistema de gobernanza mundial, pero el problema de eso es determinar quién lo va a dirigir. Esa es la clave.
Probablemente sería necesario avanzar en esa dirección, pero la cuestión es ¿quién va a llevar la batuta? En ese terreno los enfrentamientos van a ser muy importantes.
Por ejemplo, ahora mismo hay una visión que apunta a una cierta colectivización mundial, sin llegar a un comunismo, pero esto plantea muchos problemas, porque los que tienen mejores posiciones no van a considerar que eso sea ventajoso para ellos y no es fácil que vayan a aceptar.
Lucha de poder
– Hemos visto algunos cambios sociales que la pandemia no parece haber producido. ¿Cuáles son para usted los efectos que sí va a generar en las sociedades occidentales?
Lo primero que hay que decir es que se están acelerando tendencias o procedimientos que ya venían manifestándose. Estamos hablando del empleo masivo del ciberespacio: el teletrabajo, las compras online, o las ciber conferencias, que casi se están convirtiendo en una nueva esclavitud.
Y en el ámbito geopolítico está aumentando el enfrentamiento entre Estados Unidos como potencia amenazada y China como potencia emergente que aspira a desplazarla.
Inicialmente daba la impresión de que la perdedora iba a ser China, pero ha sabido recomponerse rápidamente y vemos que ahora mismo está tomando la delantera prácticamente en todos los escenarios. Esto no significa, ni mucho menos, que a Estados Unidos no le quede todavía mucho músculo económico, militar o tecnológico.
Las naciones se han dado cuenta de que la deslocalización tan salvaje que habían acometido se había vuelto contra ellas
– Parece que está surgiendo el debate social en torno al exceso de poder que detentan las grandes empresas tecnológicas.
Esta es otra tendencia que venía de atrás y que vemos que se está empezando a materializar. Los estados van a querer someter a algún tipo de control a estas compañías. Lo acabamos de ver con el pulso que el Gobierno de Australia está librando con Google.
Creo que los estados van a aprovechar esta situación para poner algún tipo de limitación a ese poder creciente que estaban adquiriendo las multinacionales tecnológicas.
Virtualización
– Ejemplos como el de Australia y otros ¿apuntan a un cierto reforzamiento de la perspectiva nacional, frente al gran proyecto mundialista del que hablábamos antes?
Las naciones se han dado cuenta de que la deslocalización tan salvaje que habían acometido se había vuelto contra ellas hasta el punto de que carecían de capacidad industrial para producir respiradores o mascarillas en breve plazo, para atender una situación de emergencia y desabastecimiento, como hemos visto.
Se han dado cuenta de la importancia que supone tener capacidad propia de producción, lo que implica que una parte de la industria estratégica esté controlada en cierto modo por el Estado. Lo que ocurre es que es muy difícil de materializar ese movimiento de relocalización industrial porque China está muy avanzada en tecnología y tiene capacidad para producir mucho más barato, con lo que va a resultar difícil ser competitivos.
De modo que esas industrias ‘estratégicas’ tendrán que ser subvencionadas por el Estado para que puedan sobrevivir. No digo para ser competitivas, porque eso no lo van a poder ser.
Cuando surge una situación de miedo, o de pánico, son los propios ciudadanos los que solicitan un recorte de sus libertades o derechos en busca de una mayor seguridad
– Otra de las transformaciones más evidentes es el impulso a la virtualización de la vida. Esto ofrece nuevas posibilidades para el control de los ciudadanos, pero ¿puede también reforzar el debate que ya existía sobre la necesidad de límites y controles?
Las dos cosas. Magnifica, sin lugar a dudas, el control que se puede ejercer sobre los ciudadanos a través de las tecnologías de la información. Si hablamos del móvil inteligente, el Smart phone, ya no es algo voluntario, se ha convertido en una imposición porque lo necesitas hasta para operar con tu banco.
Nuevas discriminaciones
Pero es que, además, ahora se valora por parte del Cuerpo Nacional de Policía la posibilidad de que tengamos el DNI dentro del móvil. Y cada vez se paga más a través de este soporte. Pero también está la otra parte, que es la exigencia ciudadana a los políticos para que exista un mayor control en el uso que se hace de nuestros datos, de la información que facilitamos. Para que podamos mantener nuestras parcelas de privacidad e intimidad.
– La pandemia ¿nos ha vuelto más sumisos?
Sin lugar a duda. Cuando surge una situación de miedo, o de pánico, como ahora, son los propios ciudadanos los que solicitan un recorte de sus libertades o derechos en busca de una mayor seguridad, lo que hubiera sido impensable antes. Esto es un clásico. Ya pasó con los atentados del 11 de septiembre y algunas de las medidas que se adoptaron entonces se han conservado incluso tras haber recuperado la normalidad.
Y con la pandemia va a ocurrir algo similar. Pensemos en el carné de vacunación. Estaba claro que iban a terminar obligándonos a vacunarnos y que estarían fichados tanto los que se vacunaran como los que no, y vemos como se consolida esa tendencia a través de la idea de este documento.
Esto supondrá nuevas cuotas de control de la ciudadanía, y una nueva brecha de discriminación social, porque ahora millones de personas no tendrán acceso a ese ‘pasaporte Covid’, por llamarlo de algún modo, porque en su país no habrán tenido la opción de poderse vacunar. De modo que esto va a agravar las desigualdades que ya existen en el mundo.
El acceso al “pasaporte COVID” va a agravar las desigualdades que ya existen en el mundo
– ¿Está convencido de que ese proyecto se va a imponer?
No tengo ninguna duda. Y, además, de inmediato, al menos en el contexto de la Unión Europea. Antes del verano el ‘pasaporte Covid’ va a estar vigente. Se nos dirá que es el modo de que las personas puedan moverse con ciertas garantías sanitarias.
Transhumanismo
– ¿Puede el miedo impulsar el sueño del transhumanismo, esa idea del hombre tecnológicamente mejorado?
Ese es otro camino que va a ser inevitable transitar. Si hablamos del transhumanismo en el sentido de la mejora tanto de la parte física como intelectual de la persona, eso es algo que ya existe, en ámbitos civiles y militares. Estamos encaminados a ello.
– Pero ¿puede esta situación animar a más personas particulares a apuntarse a este tipo de beneficios?
Lo que pasa es que este transhumanismo también es muy injusto porque va a crear una nueva brecha social entre las personas que pueden pagarse estas mejoras y las que no, porque todo esto cuesta mucho dinero.
– Otra tendencia apunta al reforzamiento de eso que se ha denominado ‘sociedad de los cuidados’, la demanda de un modelo de bienestar más volcado en servicios como sanidad, educación o asistencia social. Esta tendencia ¿tiene posibilidad de consolidarse, o será flor de un día?
Lo que ocurre es que para poder mantener un sistema de seguridad social amplio el Estado tiene que ingresar dinero suficiente y Europa está dejando de ser competitiva en el mundo. Es más, algunos países europeos sufren situaciones internas socialmente muy dramáticas y deficitarias. Eso hace que no nos quede más remedio que pensar en que a lo mejor no podemos sostener el sistema tal y como lo conocemos. Ojalá no sea así, pero debemos ser conscientes de que puede suceder.
El transhumanismo va a crear una nueva brecha social entre las personas que pueden pagarse estas mejoras y las que no
Políticos fuera de la realidad
– El énfasis en la sociedad de los cuidados ¿puede llevarnos a desatender otras políticas que también son importantes?
Por supuesto. Hay que atender con claridad a todo lo que significa preparar el futuro en cuanto a innovación o tecnología. Lo que pasa es que son tantos los sectores en los que parece que hay que invertir que no se puede porque el dinero no llega para todo.
Pero no me cansaré de repetir que, dado el nivel de desarrollo de la tecnología y su importancia estratégica, quien no invierta ahí terminará siendo esclavo tecnológico de los demás y se deslizará por la pendiente descendiente.
– ¿Estamos viviendo en una burbuja? Se lo pregunto porque parece como si este pasado año, a causa de la emergencia de la pandemia, todo gasto se hubiera justificado sin pararse a pensar demasiado en el futuro.
Si atendemos a las declaraciones de algunos de nuestros líderes políticos -tanto nacionales como europeos- efectivamente da la sensación de que viven bastante desconectados de la realidad.
En España ya hemos superado los 4 millones de parados y otro millón están en ERTES, y muchos de ellos, ojalá me equivocara, terminarán también en el desempleo permanente. Y luego está la situación de los autónomos, las pequeñas empresas o incluso las grandes.
Cuando un banco como el BBVA o una gran cadena como El Corte Inglés adoptan las medidas que están tomando, todos deberíamos ponernos a temblar y en vez de eso estamos viendo como los políticos parecen vivir en otro mundo paralelo.
Europa, ¿en crisis?
– En el concierto mundial, Europa ¿sale reforzada o debilitada de esta crisis?
De momento, debilitada. Ahora mismo la desunión sigue siendo manifiesta. Esta situación no ha servido de revulsivo para unirnos más, sino que los países siguen tirando cada uno para su lado.
Ya hemos visto antes en la Historia que cuando surgen situaciones verdaderamente graves se imponen sistemas autoritarios
– Tampoco la UE ha dado siempre pruebas de eficacia.
Esa sensación da. En el tema de las vacunas no parece que haya reaccionado ni con celeridad ni con eficiencia. Lo hemos visto con todos los problemas que ha habido. Es muy fácil acusar a las empresas farmacéuticas de falta de compromiso, pero da la sensación de que la Unión Europea ha actuado, como suele hacer, con bastante lentitud y una eficacia más que discutible.
– Esto puede resultar problemático en términos políticos cuando tienes enfrente el modelo autoritario chino, que sí parece ofrecer resultados. Si las democracias no son capaces de acreditar eficacia, las perspectivas de futuro ¿pueden ser negras?
Democracia deficiente
Ese es el problema. Lo que se ha demostrado en este último año es que la gestión de los sistemas democráticos ha sido deficiente, mientras que los países autoritarios, que no están sometidos a los vaivenes de las diatribas políticas, lo han resuelto mejor.
Esto no es nuevo, ya hemos visto antes en la Historia que cuando surgen situaciones verdaderamente graves se imponen sistemas autoritarios, con una sola voz y los demás obligados a obedecer, que puede ser el modo de salir del apuro.
Este es un verdadero peligro para las democracias y sería el momento de aprovechar para revisar, reforzar y potenciar los sistemas democráticos porque pueden tener el riesgo de desaparecer tal y como los conocemos actualmente.
– Así de claro lo dice. Sin pestañear.
No tengo ninguna duda. Esos vaivenes han sido frecuentes en la historia y estamos en un momento en el que la democracia está sufriendo un fuerte desprestigio en muchos frentes. Uno son los casos de corrupción que afectan a todo el espectro político. Pero también es peligrosa la falta de expectativas de los jóvenes, entre otros factores. Debemos ser conscientes del riesgo que aqueja a este modelo si no queremos que desaparezca.
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