Consejos para avanzar -o no- en una relación cuando la otra persona está casada y la Iglesia no se ha pronunciado sobre su proceso de nulidad
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Últimamente he recibido algunas consultas que no son las habituales sobre los procesos de nulidad de matrimonio. Son casos reales, que plantean algunas cuestiones que no siempre tenemos en cuenta cuando hablamos de estos procesos:
“María, he conocido a un chico pero tengo dudas. Él está separado y ha iniciado un proceso de declaración de nulidad de su matrimonio. Hasta ahora, nuestra relación podemos definirla como amistad. Pero nos gustaría que fuera algo más, que fuera un noviazgo. Ahora bien, si su matrimonio no fuera nulo, no podríamos casarnos. Y lo estoy pasando mal porque no sé cómo vivir este tiempo de espera”
Consecuencias en “el otro” o “la otra” persona
Es una exposición muy clara dentro de su sencillez. Que nos ayuda a darnos cuenta de que, en muchos casos, existen terceras personas para las que el resultado de un proceso de declaración de nulidad de matrimonio también tiene gran relevancia. Y, si quieren vivir en coherencia con el Magisterio de la Iglesia, hay pasos que no pueden dar si el matrimonio en cuestión es válido.
Otro día podemos hablar de las parejas unidas en matrimonio civil o conviviendo de hecho mientras esperan una sentencia de nulidad; pero no es el caso que nos ocupa hoy, que son parejas que no conviven a la espera de una sentencia que indique si pueden o no contraer matrimonio por la Iglesia.
En este camino se encuentran, con frecuencia, solas y perdidas: la incertidumbre de no poder hacer planes de futuro, que dependen de una sentencia que puede tardar en llegar. Al mismo tiempo “el miedo a estar enamorándote en serio de alguien que, quizás, no puede ser para ti” si eres coherente con lo que crees. Y también la dificultad de hablar con quien comprenda tus dudas y temores, y que no te anime directamente a “ser feliz” sin entender tus motivos para esperar.
Vivir como amigos
Ciertamente la situación no es fácil y menos aún si se alarga en el tiempo. La respuesta es reforzarles en su determinación de optar por no pasar de amigos a novios hasta conocer si el matrimonio de este chico es nulo.
Es una buena decisión, que conviene que vaya acompañada de la prudencia de no comportarse como novios; no es lo mismo un amigo que un novio: ni los gestos de cariño, ni el tiempo que se dedica a un novio es el mismo que a un amigo.
Sé que no resulta fácil. Pero si se dejan llevar por la atracción que sienten, y después la respuesta a si el matrimonio es o no nulo es negativa (“no consta la nulidad de este matrimonio”), la imposibilidad de contraer matrimonio les va a resultar muy dura.
Para no dar pasos en falso
Si procuran vivir más despacio, como amigos –perdonad que insista- hasta recibir una respuesta que les permita considerarse novios –“sí, consta la nulidad de este matrimonio”- viven su relación en verdad, es decir, sin adelantar pasos.
El noviazgo es una etapa para discernir si contraer o no matrimonio: no inicies un noviazgo con quien no puede plantearse un matrimonio contigo, porque ya está casado.
Al mismo tiempo, el que está inmerso en el proceso tiene también sus dificultades. Aunque lo deseara, no puede comprometerse a contraer nuevo matrimonio canónico porque eso no depende de su opinión, sino de la decisión de un tribunal. Es importante no perder de vista que la intención fundamental debe ser conocer la verdad sobre la validez o nulidad del matrimonio, para poder –a partir de ahí- tomar decisiones de futuro.
¿Por qué recomiendo vivir así esta situación? Vivir este tiempo como amigos, sin adelantar el resultado (hasta que haya sentencia, no sabrán si se van a poder plantearse un futuro matrimonial juntos) ayuda a recibir la sentencia más fácilmente que si ya hay planes de boda (sobre todo si no es la respuesta que ambos deseaban).
No echar la culpa al tribunal eclesiástico
Si hay un enamoramiento profundo entre ambos, y el resultado del proceso no les permite contraer matrimonio, resultará más doloroso aceptar la decisión del tribunal eclesiástico. Y no es difícil que surja un reproche hacia la Iglesia, que “no nos permite contraer un matrimonio que deseamos”, perdiendo de vista que el fin del proceso es buscar la verdad, no dar una solución para poder casarse otra vez. Así, si ya hay una relación de noviazgo que ambos desearían que acabe en boda, hay que hacer un esfuerzo extra para aceptar de antemano la decisión del tribunal
Finalmente, me parece que es a partir de la declaración de nulidad del matrimonio cuando debe empezar el discernimiento de si quieren o no casarse: no es una decisión que deba estar tomada desde antes. Sé que lo que digo no es fácil de vivir; pero evita el sufrimiento de ver frustrados unos planes de boda que se hicieron esperando una respuesta que no siempre va a ser la que uno desea.
Te puede interesar:
¿La mejor opción para ser feliz es quedarse soltero?
Te puede interesar:
¿Por qué casarse para siempre y para toda la vida?