En “Historia de un alma” relató la experiencia de la pandemia de gripe de finales del siglo XIX en su convento y aportó un consejo imborrableLa vida de Santa Teresita de Lisieux contiene un testimonio de cómo afrontar una pandemia. Está recogido en su libro “Historia de un alma”.
Y es que santa Teresita del Niño Jesús también experimentó los estragos que provoca una pandemia. En su caso, sufrió la pandemia de la gripe de 1890, la que también se llamó “gripe rusa”.
Un millón de muertos
Aquella pandemia de gripe se detectó por vez primera en San Petersburgo (Rusia) en 1890, se extendió rápidamente por Europa y en cuatro meses ya estaba presente en todo el mundo. Se calcula que afectó a 25 millones de personas y causó un millón de muertos. La Historia de la Medicina afirma que el contagio concluyó nueve años después, en 1899.
La gripe arrasa en Lisieux
La pandemia tuvo sus oleadas y una de ellas fue la de 1892: en aquel año el virus de la gripe se extendió por toda Francia y entró en el monasterio de las carmelitas descalzas de Lisieux donde se encontraba una joven Teresita de Lisieux, que entonces contaba 19 años. Había ingresado allí 4 años atrás, el 9 de abril de 1888.
En la siguiente galería puedes ver fotos inéditas de la santa:
Todas las religiosas del Carmelo caen enfermas, excepto Teresa y otras dos jóvenes. Ellas asumirán todos los trabajos del monasterio y cuidarán de las que están en cama, atendiendo a cada una en su celda.
La gripe causó en poco tiempo la muerte de 4 religiosas en Lisieux, y santa Teresita tuvo que preparar su funerales.
Su testimonio de fortaleza y de fe
De todo ello, la misma santa dejó testimonio y puede leerse ahora en “Historia de un alma”. Es como una lección que hubiera preparado para los que un siglo después íbamos a encontrarnos en circunstancias similares. Dice así:
«Un mes después de la partida de la santa Madre, se declaró la gripe en la comunidad. Solo otras dos hermanas y yo quedamos en pie. Nunca podré expresar todo lo que vi, y lo que me pareció la vida y todo lo que es pasajero…
El día que cumplí 19 años, lo festejamos con una muerte, a la que pronto siguieron otras dos. En esa época, yo estaba sola en la sacristía, por estar muy gravemente enferma mi primera de oficio. Yo tenía que preparar los entierros, abrir las rejas del coro para la misa, etc.
“Dios velaba por nosotras”
Dios me dio muchas gracias de fortaleza en aquellos momentos. Ahora me pregunto cómo pude hacer todo lo que hice sin sentir miedo. La muerte reinaba por doquier. (…) Pero en medio de aquel abandono, yo sentía que Dios velaba por nosotras.
Las moribundas pasaban sin esfuerzo a mejor vida, y enseguida de morir se extendía sobre sus rostros una expresión de alegría y de paz, como si estuviesen durmiendo un dulce sueño. Y así era en realidad, pues, cuando haya pasado la apariencia de este mundo, se despertarán para gozar eternamente de las delicias reservadas para los elegidos….
Durante todo el tiempo que duró esta prueba de la comunidad, yo tuve el inefable consuelo de recibir todos los días la sagrada comunión. ¡Jesús me mimó mucho tiempo!”.
En aquel trance, la comunidad de religiosas descubrió cómo era realmente santa Teresa de Lisieux, sobre la que hasta entonces pesaba la creencia de que, como tenía poca salud, era débil de ánimo. Su fe y su fortaleza quedaron de manifiesto. Cinco años más tarde, Teresa marcharía al cielo.
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