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Anton: Una película sobre la verdadera amistad

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José Luis Panero - publicado el 15/02/21
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Inspirada en la historia real de dos niños, uno cristiano, Antón, y otro judío, Yasha, cuya amistad está por encima de los prejuicios, el odio y el paso del tiempo

El pasado 12 de febrero las salas de cine en España acogieron el estreno del filme ucraniano Antón, su amigo y la Revolución Rusa. La cinta está dirigida por el cineasta recientemente desaparecido Zaza Urushadze. En 2013, su película Mandarinas – versaba sobre la guerra civil de su país – compitió en la carrera por el Oscar en la categoría de lengua no inglesa. De su distribución en España responde la afamada European Dreams Factory.

Ambientada en 1918, Antón, su amigo y la Revolución Rusa está inspirada en la historia real de dos niños, uno cristiano, Antón, y otro judío, Yasha, cuya amistad está por encima de los prejuicios, el odio y el paso del tiempo. Unos niños a los que les tocó vivir los convulsos acontecimientos de la Revolución Rusa y las atrocidades de la Primera Guerra Mundial.

La familia de Antón es numerosa y de origen alemán. Su padre gestiona una granja y no le queda más remedio, aunque le pese, que abastecer a los arrogantes miembros de la revolución soviética, encabezada por la temible Dora, a quienes denominan la ramera soviética. Yasha, por su parte, vive con su padre viudo – regenta un colmado – y es confidente de la tal Dora.

Probablemente nos hallemos ante una de las películas que mejor sitúan el plano histórico, en su forma, su fondo y su tono, sin que se pierda un ápice la esencia y sustrato de su trama. Resulta maravilloso comprobar cómo la historia presenta a unos personajes que se quieren, que desean llevar una vida feliz, a pesar de las circunstancias.

Amistad por encima de la ideología

Tales virtudes se deben a un sólido guion, firmado por el reconocido Dale Eisler, que apunta sin remilgos las vicisitudes a las que se ven sometidos cada uno de los personajes, a los que el realizador otorga las mismas dosis de protagonismo, al tiempo que se destapan las grandes cualidades de Zaza Urushadze como director de actores. Además, Antón, su amigo y la Revolución Rusa goza también de una firme estructura narrativa -configurada a partir de un largo flashback-, acentuada en dos vías.


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La primera de ellas tiene que ver con el conflicto de la revolución en sí, de los vaivenes que por entonces acusaba el dominante comunismo -y sus terribles actos- sobre los que no pensaban como ellos. Y de los que resisten, como pueden, el envite. Baste aclarar que el filme no se recrea con ninguna de estas acciones y que su sutileza no resta realismo a las imágenes.

La otra vía sitúa el plano de los niños y su relación de amistad, que está al margen de cualquier ditirambo ideológico, como ya hemos apuntado. Desde este punto de vista, la película ofrece grandes momentos, como cuando uno de ellos acompaña a una jovencita de alta clase social. Mientras, al otro joven se le ve tirando de pequeño carro.

Hacerse como niños

Todos estos retales fílmicos configuran el ambiente de los pequeños – interpretados con admirable naturalidad en su debut en el largometraje –, que no dudan en defenderse entre sí de otros infantes si les agreden, independientemente de si las razones están justificadas. Por ello, el filme comparte similitudes argumentales, por ejemplo, con La vida es bella o El niño con el pijama de rayas, trazadas con sensibilidad e ingenio.

No podemos obviar, por supuesto, la imagen del sacerdote de la historia que insiste a todos en que “hay que hacerse como niños”, en una clara muestra de amor que mitigue los corazones heridos, que a su vez funciona a la perfección como subtexto de la trama. En este sentido están muy conseguidos los contrastes entre la tragedia de la guerra, que por paradójico que resulte deja espacios para la esperanza y el amor en medio de la barbarie.

Por si no fuera suficiente, Antón, su amigo y la Revolución Rusa disfruta de una muy buena ambientación y una puesta en escena sobria que va a mantenerse durante todo su metraje. Nos hallamos, pues, ante uno de los mejores y más luminosos relatos sobre la condición humana, que convierten a la película en un imprescindible documento sobre los episodios históricos narrados.

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