Este último año, perder el puesto de trabajo es, desgraciadamente, más habitual de lo que pensamos. Esto es especialmente debido a la incertidumbre a nivel sanitario y económico que estamos padeciendo. Pero voy a tratar de arrojar un poco de luz para que todo esto no resulte tan dramático.
Para los que os encontréis frente a una situación de desempleo, seguramente estéis pasando por uno de los períodos más desagradables de vuestra vida. Sé de lo que hablo pues en mi familia hemos vivido esta contrariedad durante varios años.
En nuestro caso, las causas de las distintas temporadas de paro han sido muy diversas: la primera fue por el hecho de finalizar un MBA en plena crisis mundial el año 2009, que nos sumió en una inactividad de casi un año.
La segunda vino provocada por un problema grave de salud en la familia y tuvimos que tomar una decisión, de la noche a la mañana, volviendo a nuestra ciudad de origen, cerca de nuestras familias.
Y la tercera, por una fusión en la empresa en la que trabajaba mi marido con la dificultad de recolocación que eso conlleva. Como veis, tres razones bien distintas con un final similar.
Gracias a Dios ya salimos de ese contexto desolador, pero me solidarizo con todos los que estéis pasando por este bache, porque es muy duro.
En el momento de recibir la noticia del despido, aunque te la esperes, siempre cae como un vaso de agua fría. Además, es un anuncio que salpica inevitablemente a tu vida familiar y, por tanto, personal. Si tienes hijos, todo resulta más angustiante porque aquella frase de “traer el pan a casa” no se está cumpliendo; y eso de que otros dependan de ti no se lleva tan bien a nivel emocional.
Los primeros días, mientras tramitas el papeleo para percibir la prestación del paro y retocas un poco tu currículum vitae, el ánimo no suele faltar. Has encajado el golpe, más o menos, pero tienes la ilusión de que encontrarás algo mejor. Además, si ha sido un despido improcedente, lo más probable es que te hayas ido de la empresa con una buena indemnización.
Pero los meses van pasando y, si no recibes “la llamada”, es fácil que el pesimismo se apodere de ti. Y no sólo eso. Si no trabajas los pensamientos negativos te puedes ir hundiendo en tu propio malestar haciéndote bajar la autoestima hasta niveles insospechados.
A veces la llamada sí llega, pero en forma de procesos interminables de entrevistas que dejan la miel en los labios. Son castillos en el aire que te roban la poca ilusión que te queda.
Os recomiendo el libro de Inés Temple, “Yo, S.L.”. Inés es una empresaria de éxito que ha escrito esta obra sobre empleabilidad y marketing personal. En una de sus páginas la autora dedica unos párrafos a explicar que estar en búsqueda de trabajo es estar “en transición laboral”.
La palabra “parado” es peyorativa porque indica inactividad y estar quieto, y justo ésa es la actitud que no hay que tener. Buscar trabajo, sin embargo, es un trabajo ya de por sí. No se trata sólo de esperar “a que te llamen”. Esa posición es muy cómoda y no funciona.
Así que toma nota de 12 acciones de éxito que harán que encuentres empleo antes de lo esperado:
CV en el bolsillo.
Lleva siempre unas copias de tu CV encima. Nunca sabes a quién te puedes encontrar o a quién te pueden presentar.
Lista de tus talentos.
Dedica unos minutos a pensar qué dones tienes. Esta lista te servirá a la hora de preparar tus futuras entrevistas.
Adquiere habilidades humanas más demandadas.
Según el informe "The future of Jobs report 2020", las habilidades más demandadas a fecha de hoy son: “pensamiento crítico, análisis, resolución de problemas, aprendizaje activo, resiliencia, tolerancia al estrés y flexibilidad”. Por supuesto, si no se poseen, uno puede apuntarse a webinars, charlas o conferencias para adquirirlas.
Ten un horario.
Planificar la semana desde la hora de despertarte hasta la hora de acostarte. Es útil comprarse un timer para controlar el tiempo de cada actividad.
Aumenta tu empleabilidad.
Es un término que utiliza mucho Inés Temple en su libro.
Significa “la capacidad, la disposición y la actitud de conscientemente agregar valor y desarrollar las competencias requeridas para encontrar o mantener un empleo”.
Amplía tu red de networking.
No te conformes con tu círculo de confianza. Consigue correos electrónicos y teléfonos de distintas personas y genérate un Excel con toda la información.
Examina tu perfil virtual.
Teclea tu nombre en Google y haz lo posible por eliminar toda esa información que infravalora tu imagen. Además, actualiza tus redes profesionales.
Directorio de 25 empresas.
Haz una lista de 25 compañías en las que te gustaría trabajar y estúdialas a fondo: facturación, historia, organigrama, … Consigue contactos y cierra una entrevista.
Actitud optimista y entusiasta.
Con la que está cayendo, ser positivo y con buen ánimo es un valor en alza. Como dice el conferenciante Víctor Küppers, cuyos libros te recomiendo vivamente, “tener una actitud optimista y entusiasta es elección de uno, independientemente de cómo sean las circunstancias”.
Cuida la propia imagen.
Presta atención al lenguaje no verbal. Que tu aspecto sea limpio y elegante para que hable bien de ti.
Al día en actualidad.
Dedica unos minutos a leer la prensa. Infórmate sobre noticias, tanto nacionales como internacionales, y también del sector que te interesa.
Reza: antes y después.
Y lo más importante, dedica unos minutos a rezar antes de empezar tu jornada, ofreciendo al Señor todo lo que va a ocurrir en el día y, antes de acostarte, dedícale nuevamente un momento para poner todo en Sus manos. Sobre todo, vete a dormir tranquilo. Confiar en la Providencia cuando ya no se puede hacer más es clave.
Para terminar, te doy un consejo para cuando las aguas hayan vuelto a su cauce y estés ya con trabajo: recuerda agradecer e informar a cada persona que te haya ayudado. Es de bien nacidos ser agradecidos.