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¿Eres un padre o una madre fuerte?

PARENTING
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Mar Dorrio - publicado el 18/01/21
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Nuestros hijos necesitan vernos fuertes. Ser roca para ellos es fundamental para su correcto desarrollo personal.

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¿Por qué nuestros hijos necesitan que seamos fuertes? ¿Dónde se encuentra nuestra fortaleza como padres? ¿Dónde podemos flaquear? ¿Cómo perdemos fuerzas? ¿Te consideran un padre o una madre fuerte? ¿Qué ocurre si no te ven así?

Hay quien dice que, cuando una mujer tiene un problema, su mejor amiga será la primera o, tal vez, la última en enterarse. Podría parecer una contradicción, pero, cuando sabes que alguien te quiere, te da pereza provocarle el dolor de una mala noticia. Es más fácil desahogarse con alguien a quien no le vaya a doler tanto, a quien no tengas que tranquilizar, consolar, cuidar o animar ante tus problemas.

Cuando no quieren preocuparte

Esta premisa se cumple siempre, siempre, siempre, con los hijos a lo largo de los años. Cuando son pequeños, te ocultan los hechos para librarse de un castigo o no ver tu enfado. Pero, cuando lo hacen para evitarte un disgusto, es más preocupante porque es un síntoma claro de que has dejado de ser su superhéroe y has pasado a estar dentro de su perímetro de protección.

Tus hijos quieren mantenerte lo más alejado posible de sus preocupaciones. Para conseguirlo, te ocultan o simplifican hechos dolorosos y situaciones difíciles o complicadas. Ello viene acompañado de una triste realidad: han renunciado a tu ayuda y les compensa no disgustarte.

Padres fuertes, hijos seguros

Si te pasa como a mí, y crees que esta protección ha llegado antes de lo que correspondería, que todavía cabes en el traje de superhéroe, que la capa y el antifaz están en perfecto estado, ven conmigo a repasar los viejos apuntes de la licenciatura “padres fuertes, hijos seguros”.

La primera lección del Tema 1 nos recuerda que nuestros hijos no necesitan a una madre delicada, frágil y sonrosada, como Blancanieves. Necesitan a una Lara Croft, que no se sorprenda por nada, que escuche sin aspavientos las características del Call of Duty, y que no ponga los ojos en blanco cuando le pregunten por asuntos complicados. Alguien con quien puedan desahogarse cuando sufran una ruptura sentimental, sin miedo a que su madre les gane en número de lágrimas. Estamos para repartir kleenex, no para agotarlos nosotras.

De la misma forma, nuestros hijos no quieren a Peter Pan como padre. No quieren sentarse en la esquina de Kensington Garden a esperar que vuelva su progenitor de Nunca Jamás. Tener que estar pendientes de que deje de volar en sus ensoñaciones y caprichos frustrados, lejos de la realidad, no les aporta garantías. Necesitan a ese padre acostumbrado a cumplir con su deber, con o sin ganas. Ese uniforme que da la reciedumbre hace que los abrazos abriguen mucho más, que sus consejos suenen a chivatazo de superinversión. Y, cuando ese hombre seque lágrimas, dejará una capa de impermeabilidad en el rostro. Ese padre será la roca en la que saben que se pueden apoyar.

Cómo ser fuertes

Nuestros hijos nos necesitan:

  • Serenos, sin magnificar ni dramatizar los problemas.
  • Con dos orejas y una boca: tenemos que saber escuchar, también esas melodías que no nos gustan.
  • En disposición de apagar nuestros sentimientos y encender la razón para que, cuando ellos se desahoguen, puedan hacer lo mismo: ver con los ojos de la razón los destrozos que ha dejado el huracán de los sentimientos, y recomponer la situación en la medida de lo posible.
  • Orfebres, verdaderos joyeros que les enseñen a transformar el dolor, como las ostras, en auténticas perlas, consiguiendo así, como decía San Josemaría, el “omnia in bonum”; de todo lo malo nos llevaremos, como mínimo, una lección: ¿y no es ésta acaso una perla?

Quiero seguir ejerciendo de superheroína un ratito más, pero el ser de lágrima fácil me ha restado prestigio en un par de ocasiones. Me repetiré lo de comenzar y recomenzar, compraré más kleenex, y, con la ayuda segura de la “Causa de nuestra alegría”, espero volver a ponerme el traje, con capa y todo.


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