Diálogos de consultorio: “Temo aceptar una cita porque valor mucho la libertad y desconfío en amor”En nuestro consultorio una exitosa profesional contaba sus inquietudes sobre el amor y el noviazgo:
—Unas amigas y yo nos instalamos en un departamento considerando que disfrutaríamos juntas de bienestar un buen tiempo, más me voy quedando sola, pues se han ido decidiendo por el matrimonio. Yo no me decido por dos razones: valoro mucho la libertad que me ofrece éxito y bienestar; y siempre he desconfiado en el amor pues tuve una fuerte decepción y soy hija de padres divorciados. Así las cosas, alguien me ha dicho que me curo en salud y prefiero mantenerme inmune ante la perturbación del amor, pero que, de seguir así, lo pagaré muy caro, porque terminaré en una triste soledad. En realidad, esa posibilidad me preocupa y por eso le consulto.
—Bien, usted me ha hablado de dos aspectos sobresalientes de su personalidad: su concepto de libertad y su desconfianza hacia un noviazgo formal, hacia una relación amorosa —le dije preparando mi intervención.— Sobre lo primero le propongo que reflexionemos sobre un ejemplo.
La libertad generosa
— Una persona al ir por la calle siente hambre y saca el único emparedado que provisoriamente lleva consigo, pero en ese momento una persona en situación de calle le pide ayuda, y decide entonces, dárselo. ¿Cómo entendería usted tal acto?
—Que hizo uso de su libertad para realizar una buena acción pasando por encima de su necesidad.
—Muy bien, entonces siendo así, usted estará de acuerdo en que las personas pueden crecer en humanidad cuando actúan más por libertad para realizar un bien superior, que simplemente por resolver una necesidad… ¿cierto?
—Si, definitivamente así es.
—¿Estaría usted entonces de acuerdo en que, para una persona, decidirse por el amor y por formar una familia, más que necesario, responde a su libertad?
—Visto así no me queda más que aceptarlo, pero… ¿a dónde lleva esta conclusión sobre mi postura?
—A que ciertamente el éxito profesional y el bienestar material contribuyen en algo a nuestra felicidad, pero el grado más alto de dicha proviene de la libertad de dar y recibir amor y es por eso que sus amigas han elegido.
La fuerza del amor
—¿Puedo aceptarlo a propósito de que tengo un pretendiente que me atrae sinceramente, pero… y mi desconfianza?
—Por supuesto que no es mi intención herir su susceptibilidad, pero es necesario que no tema reconocer que su búsqueda de autosuficiencia, muy posiblemente se deba muy a heridas no sanadas. Una autosuficiencia por la que pretende no necesitar mucho ni de las personas ni del amor, pensando que querer puede ser un signo de debilidad.
Suele ser así en quienes han tenido malas experiencias, por las que proyectan en los demás su propia desconfianza, temiendo que se descubra el secreto, de que como todo ser humano, también necesita ternura, y no puede y vivir sin amor.
Y apuesta en ello, su libertad.
Paradójicamente amar que es el modo por excelencia de ejercer la libertad, y aun cuando esta implique el riesgo de sufrir. Nada está perdido para el que ama; pero todo está perdido para el que permanece solo.
Es por ello que debe considerar que más que hurgar en las malas experiencias de su pasado afectivo, la mejor terapia para su desconfianza hacia el amor es aceptar el noviazgo como forma sanar su inseguridad y autoestima.
Tener un noviazgo formal
—¿El noviazgo?
—Sí, la experiencia del noviazgo en su más noble versión que tiene la función de crear la posibilidad de un verdadero compromiso, o bien, lo que también le es propio, una ruptura a tiempo, que, si bien puede resultar en un corto duelo, no se debe vivir como un fracaso.
Son tres los rasgos fundamentales de un buen noviazgo para desarrollar la confianza:
Lograr un conocimiento mutuo acerca del temperamento, carácter, valores y virtudes personales en las diferentes circunstancias que se viven durante el trato.
No vivir en este, lo propio del matrimonio en términos de copertenencia, y menos condicionarlo a la intimidad sexual.
Evitar el temor a dejarse conocer en los propios defectos y limitaciones, pues impide lograr una auténtica confianza.
Si en el noviazgo no se funda y acrecienta la confianza, no se debe comprometer la libertad para decidirse por un no a la relación, como lo justo y conveniente para uno, o para ambos. Debe ser así, pues es por la confianza mutua quienes se quieren pueden darse y recibirse en un don reciproco, para llegar a una íntima unión de dos corazones que laten al unísono y dos almas que se funden.
—Bien —concluyó mi consultante—, me siento libre de intentar superar mi desconfianza con rectitud de intención, así que aceptaré la cita que se me ha propuesto. Ahora pienso que tiene sentido.
Consúltanos escribiendo a: consultorio@aleteia.org
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