Una de las pintoras barrocas más importantes de España y Portugal, disfrutó del título de “mujer emancipada”. Pintó preciosas obras de arte religiosas inspirada en el mensaje místico de Santa Teresa de Jesús
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
El Barroco y la Contrarreforma dieron a la historia del arte un sinfín de obras religiosas llenas de belleza y misticismo. Lienzos, frescos, tallas que plasmaron escenas sagradas con pasión y dramático realismo.
Cierto es que la gran mayoría fueron obra de pintores o escultores; pero si tenemos paciencia y buscamos detenidamente, encontraremos que un puñado de brillantes mujeres pusieron también su talento al servicio del arte.
Una mujer excepcional
En el caso de Josefa de Óbidos nos encontramos no solo a una artista de renombre, sino también a una mujer excepcional. Con una formación exquisita, consiguió vivir de manera independiente, valiéndose por sí misma y gracias a su alabada obra, mantenerse gracias a su arte.
Josefa de Ayala Figueira nació hacia el año 1630 en Sevilla. Hasta allí se había trasladado su padre, Baltasar Gómez Figueira en busca de una vida mejor como militar. Planes que cambiaron sensiblemente cuando se casó con Catalina de Ayala Camacho y empezó a trabajar en el taller del pintor Francisco de Herrera el Viejo.
El artista ejerció como padrino en el bautizo de Josefa, una de los siete hijos de la pareja Gómez de Ayala. Una vinculación premonitoria que se convirtió, andando el tiempo, en una relación artística que sentaría las bases de la futura carrera de Josefa.
Ingresó en el convento de Santa Ana durante 7 años
Mientras sus padres regresaron a Portugal, ella permaneció junto al pintor aprendiendo en su taller, hasta que a los catorce años se reencontró con sus padres en Óbidos.
Al poco tiempo ingresaba en el convento de Santa Ana de Coimbra, donde durante siete años recibió una buena educación. Vivió intensamente la vida conventual, admirando y empapándose de la obra mística de Santa Teresa de Jesús, santa a la que inmortalizaría con su arte.
En aquellos años, empezó a pintar y su fama traspasó los muros de Santa Ana. Josefa recibió el encargo de la Universidad de Coimbra de realizar unos grabados para sus estatutos. Desde entonces, empezó a recibir distintos encargos que se incrementarían cuando en 1653 abandonó el convento y decidió vivir únicamente de su arte.
Para ello, consiguió que su padre le firmara un documento nada común en el que declaraba a su hija “mujer emancipada”. Esto le permitiría poder ganarse la vida sin necesidad de una protección legal de ningún hombre, ya fuera su padre o un marido que nunca tuvo. Así, pudo firmar contratos, cobrar por su trabajo y realizar todos los negocios que consideró.
A sus treinta y un años de edad, era una artista independiente que pronto empezó a recibir un gran número de encargos de distintos conventos e iglesias para los que realizó hermosas obras de arte religiosas.
Escenas del nacimiento de Jesús
Josefa recreó en varias ocasiones, escenas del nacimiento de Jesús. Su cuadro conocido como Adoración de los Pastores, en el que alrededor de la Virgen, el Niño y San José, aparecen varias figuras que se acercan a adorar al recién nacido protegidos por dos pequeños ángeles en el cielo.
Igual de hermosa, una Natividad en la que solamente aparece la Sagrada Familia o el lienzo titulado San Francisco y Santa Clara de Asís, en la adoración del Niño Jesús. En todos ellos, la luz resplandece en el rostro del Niño, reflejándose en la tierna mirada de quienes le están adorando.
Otras escenas sagradas pasaron por la paleta de esta pintora, destacando una hermosa Anunciación, y un Calvario, así como un tierno Niño Salvador del Mundo, o San José y el Niño.
Conmovedora es la imagen de María Magdalena en la obra que lleva el mismo nombre y en la que la mujer mantiene un gesto triste y dulce a la vez. También algunos santos fueron retratados por ella, como su admirada santa de Ávila a la que inmortalizó en un bellísimo lienzo titulado la Transverberación de Santa Teresa.
La Visión de San Juan de la Cruz, San Bernardo y la Virgen y el Casamiento místico de Santa Catalina son otros ejemplos de lienzos recreando la vida de santos. Un hermoso Cordero Pascual muestra el talento de Josefa para plasmar la naturaleza que también desarrollaría en distintas naturalezas muertas.
Muchos de estos cuadros se conservan el el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa o en las iglesias para las que fueron pintados, aunque también hay muchos en colecciones particulares.
Falleció a los cincuenta años
Josefa de Óbidos pintó también bodegones, paisajes y algún retrato para la familia real portuguesa. Se convirtió en una pintora reconocida y capaz de vivir de manera independiente gracias a su trabajo y su talento.
Convertida en una mujer rica, Josefa llegó a ser propietaria de tierras y joyas. Durante muchos años vivió con dos sobrinas a las que terminaría legando su amplia fortuna.
El 22 de julio de 1684, la pintora Josefa de Óbidos fallecía cuando solamente tenía cincuenta años de edad y se encontraba en la cúspide de su carrera.
Te puede interesar:
Descubre a Luisa Roldán, la escultora del Barroco
Te puede interesar:
Lavinia Fontana, la pintora más famosa de la Contrarreforma