¿Con quien compartes la vida? El tiempo en familia, el más preciadoDurante estos últimos meses, todos hemos vivido nuestro día a día de forma distinta a otros años. La covid-19 nos ha ayudado a compartir en familia muchos momentos y esto nos ha servido para reavivar el valor del disfrute del tiempo con nuestros hijos, que en parte habíamos perdido.
A pesar de las dificultades, hemos podido redescubrir que “tiempo” es otra forma de decir “amor” y con ello hemos empezado a saborear cada momento, grande o pequeño.
A las familias nos ha tocado reinventar el ocio con nuestros hijos y hemos tenido que modificar ciertos hábitos cuando han estado cerrados los parques infantiles, así como también algunos lugares de entretenimiento y socialización.
Ante la situación presente, nos puede parecer que ya no es posible ningún tipo de plan divertido e interesante. Pero, si hacemos memoria, todos recordamos momentos magníficos e inolvidables vividos con nuestros padres, y en muchos casos se trataba de actividades sencillas. Esto nos hace reflexionar sobre el sentido del tiempo en familia.
Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado” (San Josemaría Escrivá).
Donde se aprende a amar
El acelerado ritmo de vida que llevamos nos ha hecho perder ciertas buenas costumbres familiares y, además, algunos colectivos empujan hacia la desestructuración de la familia. Sin embargo, la familia es la única institución que puede sembrar unidad en este mundo.
El papa Francisco nos dijo que “la familia es la primera comunidad donde se enseña y se aprende a amar […] se enseña y se aprende la fe, se aprende a hacer el bien” y que “la buena salud de la familia es decisiva para el futuro del mundo y de la Iglesia” (28 de mayo de 2018).
En definitiva, la familia es el primer lugar de educación de los hijos. Además, pasando tiempo en familia, se crean lazos que perduran en el tiempo y permiten superar las dificultades de la vida.
El amor nos vincula para siempre. En la interacción social y en las conversaciones cotidianas se consigue enseñar a nuestros hijos el sentido de las vidas de las personas, se imprimen en la memoria preciosos recuerdos y se ayuda a crecer en gratitud.
Planifica el tiempo en familia
Es una gran idea planificar nuestro tiempo para poder disfrutar con nuestra familia. “Hoy muchos contextos sociales ponen obstáculos a la convivencia familiar […]. Debemos encontrar el modo de recuperarla, aunque sea adaptándola a los tiempos”. (Papa Francesco, ibidem).
Por ello, a continuación mostramos algunas actividades para compartir en familia fácilmente integrables en la rutina diaria.
Cada pequeño gesto que acontece a nuestro alrededor, puede ser el principio de una conversación edificante. Conversar es una actividad sencilla que se puede realizar aunque el tiempo disponible sea poco: cuando damos un paseo con la familia, cuando nos trasladamos en coche, mientras hacemos la compra o los recados.
También jugar juntos o ayudar con los deberes pueden resultar actividades educativas que aumentan la confianza recíproca y la armonía en el hogar.
Una estrategia para ayudar a aumentar la gratitud en casa es enseñar a los niños a saborear las cosas, aprender a encontrar lo bueno dentro de nuestra vida en las cosas más cotidianas. Cuanto más nos guste lo que ya tenemos, más lo disfrutaremos y esto ayudará a aumentar nuestra felicidad.
Podemos pasarlo bien viendo juntos fotos o videos familiares, bailando y cantando. Por otro lado, hacer deporte en familia o disfrutar del aire libre es una buena costumbre que hace que los momentos compartidos sean más divertidos para todos. Además, mejora nuestra salud y ayuda a liberar tensión.
Todo ello puede ser ocasión para compartir con nuestros hijos nuestras propias aficiones.
Sin lugar a dudas, estas y otras muchas actividades unen a los componentes de la familia que, a veces sin darse cuenta, estarán agradecidos por el regalo de tenerse cada día.
En torno a la mesa
Por último, es muy importante la búsqueda de momentos para desayunar, comer o cenar juntos, dialogando y escuchando con atención lo que cada uno nos quiera contar o callar, puesto que hay silencios muy elocuentes que no pasan desapercibidos.
Si en una familia hay algo que no funciona, o cualquier herida escondida, en la mesa se entiende rápido” (Papa Francisco, 11 de noviembre de 2015).
Intentemos, por tanto, que las familias “en medio de los vientos y las tempestades que azotan nuestros tiempos, sean las familias baluartes de fe y de bondad que […] resisten a todo lo que pretende disminuir la dignidad del hombre y de la mujer creados a imagen de Dios y llamados al sublime destino de la vida eterna.” (Papa Francisco, 26 de agosto de 2018).
¿Cómo llevar a cabo esta misión? La respuesta es “sencillamente” con AMOR.
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