¡Cuánto puede enseñarnos hoy una superviviente de Auschwitz! Edith Eger puede ayudarnos a afrontar las etapas de incertidumbre, de soledad o de dificultad.
Mucha gente lleva sus vidas con una mezcla de frustración e inquietud.
Con la pandemia, hemos notado que quedarse en casa es difícil para muchas personas que se sienten "atrapadas" incluso estando en grandes espacios y con acceso abierto a jardines o patios.
Sin embargo, esta circunstancia inusual de estar confinados en casa ha demostrado que hay otros que, aun en espacios reducidos y con las dificultades que conlleva este estilo de vida escaso de aire libre, no se sienten encerrados sino que se han adaptado, están aprendiendo e incluso prosperando con un propósito como el de salvar vidas. ¿Por qué sucede esto?
Para Edith Eger la dicotomía se explica por el modo en que los seres humanos respondemos ante un escenario adverso. Lo más importante no es lo que sucede, sino lo que hacemos con esas experiencias y la clave es la manera en la que pensamos. Son los pensamientos los que determinan cómo nos sentimos, qué hacemos y qué consideramos posible.
En su libro En Auschwitz no había Prozac cuenta que al no tener el control sobre nada, lo que sí podía hacer era concentrarse en sus pensamientos. Las palabras de su madre mientras eran trasladadas al campo de concentración, fueron las que marcaron su visión para siempre:
"No sabemos dónde vamos, no sabemos lo que sucederá. Solo recuerda que nadie puede quitarte lo que pones en tu mente".
Salvando las diferencias con el Holocausto, hoy podemos sentirnos atrapados y sin un rumbo fijo. La pandemia es un proceso que todavía estamos transitando y no sabemos el tiempo que durará. No sabemos qué pasará, pero lo que tenemos en nuestra mente es algo que podemos controlar y es capaz de cambiar nuestra experiencia estos días.
Para Edith la peor cárcel no fue la de los nazis, sino la que ella misma había creado en su mente. Su historia de vida nos revela que incluso en ese campo de concentración donde uno no puede elegir lo que le toca, puede elegir ser libre. Liberarse de esas cárceles mentales es una tarea necesaria para sobrevivir y ella nos da algunas herramientas para ponerlo en práctica.
1Presta atención a tus palabras.
Uno puede caer en la victimización fácilmente al pensar '¿por qué yo?', en vez de preguntarse '¿por qué ahora?'.
Sé cuidadoso y selectivo con tus palabras y las preguntas que te haces a ti mismo sobre "cómo pensar" en vez de "qué pensar". Eso te hará un superviviente fuerte. Ser víctimas nos limita, pero el sobrevivir nos hace salir de una situación de un modo distinto.
2No trates de evadirte de lo que sucede.
Busca conectarte con tus sentimientos en diferentes momentos del día como cuando comes o te bañas. Pregúntate varias veces cómo estás e intenta localizar las emociones negativas dentro de ti. Esto hará que el malestar se disipe. No se trata de buscar sufrir, sino de darse el permiso para sentir el vacío y dejar aflorar los sentimientos, expresar la verdad sobre las limitaciones y qué es lo que te da fuerza ahora mismo.
3Exterioriza tus emociones.
Lo opuesto a la depresión es la expresión. No suelen enseñarnos a expresar las emociones negativas o simplemente nos dicen que no tenemos que hacerlo. Al estar alejados de la experiencia, no sabemos cómo responder. Llora si es necesario porque conviene sacar fuera ese dolor para evitar dejarlo dentro ya que termina siendo un veneno para la salud.
4Busca los detalles agradables del día.
Experimenta la alegría de las pequeñas cosas como ver el sol, oler el café o sentir una ducha caliente. Clasifica tus actividades diarias para saber a dónde se dirige la mayor parte de tu energía: al trabajo, a tu familia, a tus amigos, al descanso. Haz tiempo para aquella que reciba menos. No te abandones y haz algo para ti, que te dé cariño. Cuídate. Y da gracias por lo que tienes.
5Intenta ser lo más auténtico que puedas
Deja los secretos de lado. No podemos llegar lejos con una doble vida. Cuéntate la verdad, sé honesto contigo y compártelo con otros con quienes tengas confianza. Aprende de aquellos que hacen lo mismo que tú y recuerda que los errores no nos hacen malas personas. Cuando no podemos cambiar el exterior, podemos desarrollar nuestros recursos internos y aprender a confiar en aspectos que tal vez no sabíamos que estaban allí.
6Honra tus pérdidas.
Valora lo que tienes y no lo que has perdido. El dolor se puede transformar, pero no desaparece. Honra a las personas que ya no están a tu lado, pero vive tu vida ahora. El alma nunca muere. Reza por los fallecidos y agradece los recuerdos que tienes y su presencia en tu vida y pregúntate qué es lo que desearían hoy para ti.
7Coopera con los demás.
Si compites o dominas no llegarás lejos. Para sobrevivir la respuesta está en ayudarse mutuamente. Edith cuenta que le tocó pasar por la "marcha de la muerte" en donde si alguien se detiene al andar, lo fusilan al instante. Cuando estuvo a punto de colapsar, los que vinieron a cargarla formando una silla con sus brazos fueron las personas con quienes antes había compartido el pan. Eso le salvó la vida.
8Coopera con los demás.
Reconoce el daño que has causado, di adiós al resentimiento y piensa cómo puedes mejorar esa relación dañada. No te quedes con cosas pendientes. Elige perdonar. Perdona a los demás, aun habiéndote causado mucho daño y sobre todo, perdónate a ti mismo.
9Ábrete al cambio.
El miedo puede ser algo paralizante, pero el cambio es sinónimo de crecimiento. Abrirse a otras posibilidades nos transforma. Identifica tus miedos con una lista, los que son heredados o adquiridos, y te provocan angustia o estrés, y piensa en cómo enfrentarlos. Deja que esos puntos débiles se transformen en una escuela; llévalos a la oración.
10Alimenta tu curiosidad.
La libertad exige esperanza. La esperanza nos permite vivir en el presente con una curiosidad cada día por descubrir lo que pasará luego. No es idealismo, sino elegir responder a lo que nos depara la vida, a sacar un significado y ver un propósito en todo lo que se vive, especialmente en estos tiempos difíciles. Tú tienes la elección de poder ese acontecimiento como un regalo de Dios.