Tras 25 años de casados, ya con el nido vacío, mi paciente fue descubierto instalado en una infidelidad, y, ante lo innegable, hubo de aceptar los hechos, jurando que era algo con lo que inmediatamente terminaría, estando muy arrepentido. Mas no fue precisamente así.
Ya en consulta, este hombre gradualmente transitó de actitudes de evasión, a una mayor sinceridad y duro realismo. Reproduzco un extracto de nuestra conversión por si sirve de ayuda a alguno de nuestros lectores.
—Pasa que siento por mi esposa un fuerte afecto, mas no los sentimientos y el deseo sexual que me provocan mi amante.
No me he sentido nada bien, así que decidí asistir a un médico especialista, el cual me recetó ciertos medicamentos. Me diagnóstico episodios maniáticos depresivos, después de que le contara, que, viviendo en una contradicción, en los últimos meses me he ido de casa y regresado varias veces, sin poder dejar de sentir un fuerte deseo y nostalgia de estar con mi amante. Creo que no podré soportar su pérdida. La verdad, me siento roto por dentro, pues, por un lado, me queda claro que debo reconstruir mi matrimonio, y por el otro, no logro renunciar a las sensaciones que vivo en mi relación extramarital.
— Si pudiera poner en un lado de la balanza lo que vive en su relación extramatrimonial y en el otro la realidad de su matrimonio, ¿qué cree que podría pesar más?
— Por supuesto, la realidad de mi matrimonio.—contestó con rostro sombrío— Sufro al estar perdiendo mi prestigio ante mi esposa e hijos, así como el amor y confianza que ellos me tenían. Sé bien que estoy faltando a mi deber y responsabilidad de cabeza de familia.
Aun así, me pasa que tengo días en que estoy totalmente seguro de que abandonaré para siempre mi ilícita relación, tal parecería que mi inteligencia y voluntad se impondrán de una vez y para siempre, más de repente me encuentro ya en camino a un nuevo encuentro con mi amante dominado por un impulso pasional. Una vez que he estado con ella, vuelvo a arrepentirme y hacer nuevos propósitos de ya no volver a hacerlo. Sobre todo, ahora que mi esposa se ha enfermado.
—¿Qué pasa a su esposa? — le pegunté.
—Está dispuesta a perdonarme y a rescatar nuestra relación, pero sufre fuertes dolores intestinales y desvanecimientos por los que ahora mismo está bajo tratamiento.
Después de varias sesiones, se establecen como diagnóstico, dos principales disfunciones en el matrimonio.
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El esposo pasa por una crónica desintegración de la sexualidad, por la que trata de vivir la sola pasión de amor, separada del amor conyugal. Cuando son realidades que se acompañan juntas.
¿Por qué le sucede tal cosa?
En el amor conyugal, no basta con vivir la sexualidad humana desde lo más físico hasta los más espiritual. Es necesario además establecer un principio de orden de manera que se convierta en el mayor bien de los esposos.
Tal principio, se funda, en que, por encima de lo solo sensible, el amor conyugal debe ser dirigido desde lo racional y espiritual para así conservarlo, perfeccionarlo, restaurarlo, en base a la íntima comunicación entre quienes se aman conyugalmente.
Por lo que la terapia tendrá como objetivo lograr que el esposo piense, se conozca y aprenda acerca de lo que vive y siente, como el único responsable y protagonista de toda su sexualidad.
Significa que deberá asumir, que no es su relación extramarital la que tiene la última palabra sobre su conducta, sino él mismo, como principio y fuente de energía. Para en sí y por si, originar y reordenar sus impulsos y sentimientos como acción propia o “suya”. Y así volver a vivir la pasión entrañablemente afectiva del amor conyugal.
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Una errada concepción de la unión conyugal por parte de ambos, en la que la educación de los hijos había sido hasta entonces lo más vinculante entre ellos, sesgando lo íntimamente unitivo. Al irse los hijos a la universidad y dejando de ser una tarea de ambos su educación, se creó un vacío conyugal, que propicio muy pronto, que el esposo habitualmente desintegrado, desarrollara una disposición hacia la búsqueda explicita de una compañía sexual íntima.
Al hacerlo, quedó emocionalmente arrebatado, al experimentar un plano de intimidad nuevo y muy diferente, a la confianza derivada de su “matrimonio-proyecto educativo”.
La terapia se enfocará a ayudarlos a retomar una relación en cuya médula se encuentre un proceso unitivo, en el que pongan de relieve su presencia personal, para presidir desde dentro de su afectividad, todas las dinámicas espirituales y corporales que la sexualidad convoca, en el amor conyugal.
La medicina que se les recetó a ambos ofrece alivio en parte y puede ser útil a la sintomatología, pero solamente la mejora de la relación conyugal puede hacer desaparecer de manera rápida y completa la causa u origen de sus padecimientos físicos y emociónales.
Consúltanos en consultorio@aleteia.org
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