“A ver cuánto duran casados”.
“A esta le va bien por su cara bonita, verás cuando pasen los años”.
“Cómo se nota que es primerizo, ya se le pasará la alegría…”.
“Estos no saben lo que es el sufrimiento”...
Estos son algunos de los comentarios típicos de los saboteadores de felicidad. Se trata de una conducta que incapacita a las personas para alegrarse del bien ajeno y termina relativizando sus éxitos, augurándoles un mal futuro o etiquetándoles según su propio juicio.
Todos hemos podido caer en esto en alguna ocasión contaminándonos y alejándonos de la felicidad, distanciándonos de personas y frenando nuestro crecimiento.
¿Qué diálogo interno hay detrás de esta conducta?
La forma en la que nos vemos a nosotros mismos o a los demás, nuestro comportamiento e incluso nuestra manera de relacionarnos, están condicionados por dos grandes partes de nuestra mente: el consciente y el inconsciente.
A mayor grado de consciencia mayor libertad en los propios actos, pensamientos y sentimientos.
Dicho de otra manera, una persona que, con frecuencia, cae en la crítica o el juicio hacia otros o hacia sí mismo, está siendo presa de su lado inconsciente. Es este el que hace que, por acontecimientos no resueltos del pasado, tengamos tendencias insanas y poco libres como la de criticar el bien de otros.
Estos posibles acontecimientos podrían provenir de:
- Haber experimentado excesiva exigencia por parte de tus superiores.
- Haber escuchado repetidamente crítica ante los éxitos (tuyos o de otros).
- Haber sufrido comparaciones con tus hermanos o compañeros de clase.
Generalmente, nuestras actuaciones pueden traducirse en palabras. Por ejemplo, una caricia significa “te quiero” o “te aprecio”. En este sentido, si pudiéramos traducir la conducta saboteadora por los pensamientos inconscientes que hay detrás, vendrían a significar:
- “Cómo se nota que es primerizo, ya se le pasará la alegría…”.
Traducción: “Conmigo no se alegraron tanto”. Pensar que la alegría de otros pasará rápido, puede esconder la experiencia dolorosa de que nunca celebraron tus alegrías. - “A esta le va bien por su cara bonita, verás cuando pasen los años”.
Traducción: “Yo no soy tan bueno en esto”. Creer que las virtudes del otro son casualidad, puede ser porque pienses que eres tú el que no vales nada y quizás, infravalorando al otro, no sientas tanto la diferencia entre ambos. - “Estos no saben lo que es el sufrimiento”.
Traducción: “Nadie empatizó con mi dolor”. Infravalorar el dolor de otros puede tapar el hecho de que, cuando tú sufriste algo similar, nadie estuvo ahí para consolarte.
Cuando no se tiene consciencia de estos pensamientos internos, pueden salir a la luz a través de actitudes o conductas “involuntarias” que te hacen daño a ti y a los demás.
Tres pasos para dejar el boicot
- Pon atención a lo que sientes y piensas. Qué te está impidiendo alegrarte del bien del otro: sentirte inferior, un esquema mental rígido heredado, miedo a que te hagan daño, etc.
- Aprende del pasado. No proyectes en otros los mismos errores que tanto sufrimiento te provocaron. Con paciencia y siendo consciente de tus propias experiencias podrás gestionar mejor esta inercia boicoteadora.
- Cambia de estrategia. Comienza a expresar tu alegría por el bien del otro. Teniendo en cuenta que la amenaza no proviene de fuera sino de tus propios miedos, atrévete a apreciar la belleza de ver bien a otros y expresarles lo que sientes.
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