Las vidas de los hispanos también cuentan
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El mexicano-estadounidense Antonio Valenzuela tenía cuarenta años de edad. Vivía en Las Cruces, Nuevo México. Tenías dos hijos: Isis y Alexis. Fue asesinado por asfixia, como George Floyd en Minneapolis, por un policía. Los hechos sucedieron en febrero de este año. Había protagonizado una pelea. Tuvo, después, un encuentro con la policía.
A diferencia de Floyd, salvo en Las Cruces, un pequeño poblado de Nuevo México en la frontera sur de Estados Unidos, no hubo manifestaciones masivas como las que se producirían tres meses más tarde en todo el país por la brutalidad policiaca en contra de los afroamericanos, lideradas por el movimiento Black Lives Matter (BLM, Las vidas Negras Importan).
O como las protestas que se están produciendo esta semana, por el tiroteo el pasado domingo de un policía al joven afroamericano Jacob Blake, tras haber intervenido los oficiales de Kenosha (Wisconsin) en un incidente familiar.
Podría pensarse que los hispanos tienen mucho menos encuentros desastrosos que la comunidad afroamericana con la fuerza letal de la policía en Estados Unidos. No es así.
Tan no es así que los hispanos se han unido a las protestas de BLM para intentar, de alguna manera, visibilizar el asesinato de Valenzuela y de mucho otros a lo largo de los últimos años. No intentan desviar la atención de la protesta afroamericana, sino hacer notar el racismo que hay contra esta comunidad que ha contribuido en muchos términos a construir el poderío económico de Estados Unidos.
“Desagradable perro mexicano”
Hace un par de semanas, por ejemplo, se hizo viral un video tomado por un residente de un suburbio de San Francisco (California) que paseaba a su perro, mientras una muchacha blanca le gritaba que regresara a su tierra, llamándolo “Nasty mexican dog” (“Desagradable perro mexicano”). La respuesta del agredido fue: “Dios la bendiga, señorita”.
Russell Contreras miembro del equipo de Raza y Etnia de The Associated Press (AP) ha escrito un largo reportaje al respecto, en el que señala que los casos de violencia letal de la policía contra la población hispana, desde Phoenix hasta Springfield, Massachusetts, “apuntan a patrones de interacciones violentas de la policía” similares a los de los afroamericanos.
Más aún, igual que ocurre con los asesinatos o las violaciones flagrantes a la dignidad humana en contra de los afroamericanos –como en el caso de Jacob Blake, quien recibió siete disparos por la espalda y que, muy difícilmente volverá a caminar, si es que salva la vida—“los oficiales rara vez” enfrentan el castigo por la muerte de hispanos, escribe Contreras.
Incluso en muy contadas ocasiones, asesinatos de hispanos por la policía han atraído la atención de todos el país cuando son grabados en video y difundidos por las redes sociales
Desproporción acentuada
Según el Washington Post, entre 2015 y abril de 2020, los estadounidenses de color murieron a manos de la policía con la tasa más alta en los Estados Unidos (31 por millón de residentes). Los hispanos ocupan la segunda tasa más alta, 23 por millón de residentes, según el análisis del periódico.
Ambas son tasas desproporcionadas considerando sus porcentajes de población, aunque los hispanos representan ya la primera minoría étnica en Estados Unidos, por encima, incluso, de los afroamericanos.
La muerte de Valenzuela resume la falta de atención sobre los violentos encuentros de los hispano con la policía. Las Cruces, una ciudad donde casi 60 por ciento de los residentes son hispanos, registró una tasa de asesinatos policiales de 26,2 por cada millón de habitantes. Esa fue la tasa más alta para una ciudad en toda la nación, informó el Washington Post.
En el caso de Valenzuela, el video policial publicado por Las Cruces Sun-News muestra a los agentes que lo persiguen después de que huyó de una parada de tráfico en febrero de este año, cuando se descubrió que había violado su libertad condicional. Le dispararon dos veces y siguió forcejeando con los oficiales.
Muerte por asfixia
Finalmente, los oficiales atrapan a Valenzuela y se escucha al oficial de policía de Las Cruces, Christopher Smelser (quien también es de origen hispano), diciendo: “Voy a ahogarte, hermano”.
Valenzuela jadea para poder respirar antes de quedarse en silencio. El forense determinó que murió por lesiones provocadas por asfixia. También tenía metanfetamina en su sistema, lo que contribuyó a su muerte.
El oficial Smelser fue despedido e inicialmente acusado de homicidio involuntario. Solo después de que los activistas vincularon el asesinato de Valenzuela con el asesinato de Floyd y las protestas de BLM llegaron a Las Cruces, el fiscal general de Nuevo México, Héctor Balderas, presentó un cargo de asesinato en segundo grado contra Smelser apenas en julio pasado.
Según Contreras, en su reportaje de AP, pocos días después, la ciudad de Las Cruces y la familia de Valenzuela llegaron a un acuerdo por una cantidad de dinero no revelado. Con esto se zanjó el crimen.
Y nadie protestó más. Seguramente, el oficial volvió a la calle. La vida de los hispanos, no importa demasiado. Más bien, no importa.