El país africano es el escenario de una de las masacres de cristianos más persistentes y vergonzosas que tiene lugar hoy bajo la nariz de entidades mundiales
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La banda terrorista islámica ISWAP (Estado Islámico en la Provincia de África Occidental), una facción vinculada al grupo de fanáticos asesinos Boko Haram, confirmó haber ejecutado el pasado 23 de julio a cinco voluntarios cristianos que trabajaban en Nigeria y que habían sido secuestrados en la primera mitad de junio.
Al confirmar y condenar el crimen, la Comisión de América del Norte para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF) declaró en una nota del 28 de julio, firmada por su vicepresidente Tony Perkins:
“La ejecución de los voluntarios por parte de ISWAP va más allá de lo tolerable. El grupo militante islámico no mostró arrepentimiento por atacar a civiles por su fe”.
El autoproclamado Estado Islámico de la Provincia de África Occidental publicó un video en el que asumía las ejecuciones y dejaba el siguiente “mensaje”:
“Tenemos un mensaje para todos los que usan los infieles para convertir a los musulmanes al cristianismo. Les decimos que se vuelvan a Alá y se conviertan en musulmanes. Continuaremos bloqueando todos sus caminos. Si no escuchan nuestra advertencia, su destino será el mismo que este”.
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El gobierno de Nigeria es incapaz de mantener el control de las regiones del país infestadas por terroristas fanáticos. A pesar de esto, el actual presidente, Mohammad Buhari, prometió que “todo vestigio de Boko Haram será borrado del noreste del país”. Expresó sus condolencias por el asesinato de los cristianos a través de un portavoz.
Solo en 2020, más de 600 cristianos fueron ejecutados cobardemente en Nigeria, según un informe del 15 de mayo publicado por la Sociedad Internacional para las Libertades Civiles y el Estado de Derecho (Intersociety).
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Durante una reunión celebrada en junio sobre la persecución anticristiana en el país, el obispo nigeriano Matthew H. Kukah, de la diócesis de Sokoto, declaró que la situación en su tierra natal es el resultado de una “cultura que ha devaluado el cristianismo y en la que la fe ya no importa”.
“Hay una brecha que los extremistas están explorando: Occidente está disminuyendo en términos de cristianismo y valores cristianos. Es un Occidente en el que los diplomáticos y empresarios están cada vez menos interesados en asuntos de fe, especialmente con respecto al cristianismo”.