“COVID-19 es comparable a los rayos X que son capaces de revelar fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido”
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Al caminar por las calles de la Ciudad de Nueva York, cualquier observador se quedaría perplejo al ver la gran cantidad de gente que no usa mascarillas, además de las personas que se reúnen en grupos afuera de los bares y restaurantes y que, evidentemente, no respetan la norma sanitaria de mantener una distancia social de al menos seis pies (1.8 m). En toda la ciudad, salta a la vista una actitud arrogante ante el peligro que entraña la pandemia de la COVID-19.
La falta de disciplina puede explicarse, en parte, por el hecho de que, durante los últimos cuatro meses, tanto el Estado como la Ciudad de Nueva York lograron reducir eficazmente el número de nuevos contagios. Esto podría hacer creer que lo peor ya ha pasado, más aún al ver que, a pesar de todo su dramatismo e impacto, el coronavirus ha dejado de ocupar los titulares de los periódicos y noticieros. La gente está cansada de mantenerse confinada sin poder disfrutar de sus placeres sociales. Aun cuando este comportamiento pueda entenderse, no deja de ser bastante imprudente.
La actitud despreocupada de los neoyorquinos puede también atribuirse al carácter de nuestros gobernantes a nivel nacional. Esta administración, al poner énfasis en la necesidad de impulsar la economía, tiene una perspectiva mixta, en el mejor de los casos, en cuanto a su forma de enfrentar la pandemia. Por una parte, acaba de darse la noticia de un proyecto de ley de ayuda presentado por los republicanos para conseguir miles de millones de dólares para realizar pruebas de COVID-19 y rastrear contagios.
Por otra parte, no deja de ser desconcertante el hecho de que el presidente desdeñe al Dr. Anthony Fauci, el mejor experto del país en enfermedades contagiosas, junto con sus prudentes advertencias. El presidente Trump lo ha llegado a tildar de “alarmista”.
En otras partes del país también ha habido prisa para reabrir la economía; en algunos casos, como en Alabama, las autoridades estatales han menospreciado la importancia del uso de mascarillas. Solo observando el súbito incremento en el número de contagios y decesos en Texas, Florida, California y en muchos otros estados, está claro que la pandemia está aún muy lejos de ser controlada.
De ahí que sea una imprudencia retomar el día a día como si la Ciudad de Nueva York estuviera ya inmune. En cualquier momento, los contagios procedentes de otros Estados podrían azotar Nueva York creando una nueva ola de contagios. Y, por supuesto, no puede descartarse la posibilidad de que todo el país vuelva a padecer los horrores de marzo y abril.
Es imposible asegurarlo, desde luego, pero mientras no haya una vacuna para COVID-19, se mantendrán latentes los principales riesgos de la pandemia, incluyendo el daño constante a la economía. Estados Unidos registra a la fecha una gran cantidad de desempleados, unos 12 millones comparado con febrero de este mismo año, con lo cual la tasa de desempleo alcanzó un insólito 7.6 por ciento. Al día de hoy, alrededor de 18 millones de estadounidenses no tienen ningún tipo de trabajo y los apoyos de desempleo o de asistencia social son insuficientes.
Es aleccionador entender el impacto devastador que la pandemia ha tenido en países como India, Brasil, Chile, México y la República Dominicana, donde los gobiernos combaten el virus con mucho menos recursos que los países industrializados. Y, evidentemente, al igual que en Estados Unidos y en todo el mundo, los pobres son quienes padecen la mayor parte de las penurias y dificultades.
La pandemia ha sacado a la luz la creciente brecha entre ricos y pobres —y entre blancos y otras razas—, teniendo estos últimos mayor riesgo de enfermarse o de morir a causa del virus. El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, afirmó que el mundo ha llegado a “un punto sin retorno” en términos de inequidad.
Al respecto, indicó: “COVID-19 es comparable a los rayos X que son capaces de revelar fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido”; “se exhiben, así, falacias y falsedades en todas partes: la mentira de que el libre mercado puede proporcionar atención médica para todos, la ficción de que la prestación de cuidados no remunerado no es trabajo, la ilusión de que vivimos en un mundo post-racista, el mito de que todos vamos en el mismo barco”.
Al participar en la Cátedra Anual Nelson Mandela, en Johannesburgo, la máxima autoridad de la ONU señaló que el mundo desarrollado está demasiado preocupado con sus propios intereses, por lo que ha fracasado en su responsabilidad de proporcionar auxilio a los países más pobres, incapaz de “prestar la ayuda necesaria a los países en vías de desarrollo en estos peligrosos tiempos”. Ojalá que esta convocatoria a la acción haga eco en el mundo desarrollado y propicie un auténtico cambio a nivel internacional.
Por el bien de todos, el correcto manejo del coronavirus debe basarse en tres pilares: cambio de conducta, realización de pruebas y rastreo de contagios; de lo contrario, deberán imponerse nuevos confinamientos. ¡Los neoyorquinos y todos los estadounidenses debemos prestar atención! El país necesita contar con líderes confiables a nivel local y federal que sirvan de guía.
Al respecto, contamos con el brillante ejemplo del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, un líder que decidió no anteponer el crecimiento económico al bienestar de la gente, particularmente de los pobres.
Mientras tanto, los médicos y el personal de SOMOS siguen haciendo todo lo que está en sus manos. Un equipo de SOMOS viajará a Texas para capacitar y apoyar a médicos locales y a su personal en las áreas de realización de pruebas, rastreo de contagios y telemedicina. Un segundo equipo de SOMOS ofrecerá apoyo práctico a médicos y a personal de servicios médicos en 15 condados de la zona de Miami, Florida.
En la Ciudad de Nueva York, SOMOS supervisa las pruebas que se realizan en 24 iglesias de la Arquidióicesis de Nueva York, 12 iglesias de la Diócesis de Brooklyn y en 14 iglesias protestantes de NYC. Estos sitios de pruebas atienden especialmente a las comunidades marginadas de poblaciones no blancas.
Este virus mortal ha transformado nuestro mundo. Es muy probable que COVID-19 se quede entre nosotros mucho más tiempo. Para enfrentar el miedo y la incertidumbre, es importante usar una herramienta indispensable, más aún en estos tiempos difíciles: la oración, pedirle a Dios, el dador de vida, que nos proteja de los estragos de la enfermedad, y que nos conceda bienestar y paz mental al poner nuestra confianza en Él.
Mario Paredes es presidente ejecutivo de SOMOS Community Care, Inc. SOMOS es uno de los 25 miembros autorizados dentro del Sistema de Proveedores de Prestaciones que opera bajo el régimen del programa de la Reforma del Sistema de Entrega de Pagos e Incentivos (DSRIP) del estado de Nueva York.