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San Marcelino y san Pedro son mártires de los primeros siglos del cristianismo, concretamente de tiempos del emperador romano Diocleciano. Marcelino era sacerdote mientras que Pedro era exorcista.
Los encarcelaron por ser cristianos pero tal era su afán apostólico en prisión que seguían evangelizando.
El magistrado Severo dio orden de decapitarlos y dejar sus cadáveres en un bosque llamado Selva Negra para que nadie los encontrara. Aun así, el verdugo se convirtió al cristianismo.
Los cuerpos sin vida de Marcelino y Pedro fueron llevados por dos mujeres, Lucila y Fermina, a la catacumba de san Tiburcio, que ha pasado a llamarse con el nombre de ellos.
Allí el emperador Constantino mandó edificar una iglesia y quiso enterrar a su madre santa Elena en el lugar. Los restos de estos santos están en Selingenstadt, cerca de Fráncfort (Alemania).
Los santos Marcelino y Pedro son citados en el Canon Romano de la Misa.
Oración
Señor:
Tú has hecho del glorioso testimonio de tus mártires san Marcelino y san Pedro
nuestra protección y defensa;
concédenos seguir su ejemplo y vernos continuamente sostenidos por su intercesión.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.