Soy profesor y hace unos días viví una desagradable experiencia que me ha dado de qué pensar
Imaginaros que estáis dando una sesión online a unos cuarenta padres sobre cómo aprovechar las series de televisión para educar a sus hijos y, de repente, una persona infiltrada entre el público proyecta en pantalla un vídeo pornográfico a todo volumen ¿cómo os quedaríais?
Eso me pasó hace unos días y os aseguro que fue una de las peores situaciones a las que me he enfrentado últimamente. Impotencia, rabia, tristeza, desconcierto, fueron algunos de los sentimientos que se agolparon en mi mente en tan solo un minuto.
Impotencia por no tener el control de la situación -la charla online se estaba celebrando en una famosa plataforma que, posteriormente me enteré de que estaban teniendo muchas intrusiones de trolls – el término que se utiliza en Internet para referirse a alguien que busca generar polémica, ofender y provocar al resto de usuarios – con la única intención de pasarlo bien a costa de los demás.
Rabia porque con ese sencillo acto, me había echado por tierra, tres horas de trabajo que me supuso preparar esa presentación.
Tristeza al darme cuenta de lo metido que tenemos la pornografía en nuestra sociedad y, especialmente entre los más vulnerables: los niños y adolescentes. Existen 144 millones de plataformas pornográficas que reciben 46 millones de visitas diarias, un número que supera al de Netflix, Twitter o Amazon.
Desconcierto al intuir que la persona o personas que estuvieron detrás de este ataque, no darían ninguna importancia a lo que acababan de llevar a cabo e incluso se jactarían de ello.
Pienso que, de todo lo que te ocurre en la vida, hay que reflexionar y aprender y os quiero hacer partícipe de dos ideas que me han rondado por la cabeza y que escribo ahora:
Si te dan limones, haz limonada
Lo primero es, como padre y profesor me pregunto ¿qué educación sexual estamos dando a nuestros hijos/alumnos? Parece que sigue siendo un tema tabú entre muchas familias y tenemos que adelantarnos a los tiempos en los que vivimos. Si no nos preocupamos nosotros de ello y pensamos cómo y de qué forma voy a explicar la belleza de la sexualidad, lo harán las grandes empresas de la industria pornográfica.
Una buena forma para introducir el tema es a raíz de lo que vemos en las series y películas. Se dan muchas situaciones que podemos aprovechar para hablar y hacer reflexionar. Yo siempre digo que “Si te dan limones, haz limonada”.
¿Cómo están haciendo uso de los móviles, tablets, ordenadores?
La segunda idea que surge a raíz de los acontecimientos es ¿cómo están haciendo uso de los móviles, tablets, ordenadores? ¿Tienen algún tipo de normas o cláusulas? Para aprender a conducir, primero recibimos unas clases teóricas, luego tenemos unas prácticas y, finalmente un examen que, si tenemos un poquito de suerte y habilidad, aprobamos. De la misma manera ocurre con la tecnología. Es nuestra responsabilidad acompañarlos en el buen uso de ésta.
Un buen instrumento para plasmar esta preocupación es firmando un contrato en que se ponga sobre la mesa los temas que nos afecta diariamente. Si todavía no lo has hecho, este es tu momento: siéntate con tu hijo, con tu hija y empezad a concretar estas cláusulas.
Antes de hacerlo, piensa qué puntos de mejora quieres para tus hijos. Este contrato no conllevará habitualmente, las mismas condiciones para todos tus hijos. Primero tendrás que reflexionar en cómo son tus hijos y qué necesidades requiere cada uno. Personaliza el contrato en función de cómo son.
Para ayudaros con este punto, les dejo un contrato que elaboré este año junto con mi amigo Antonio Gervas.
Como podemos comprobar, de toda situación se puede sacar el lado positivo de las cosas. De una intrusión en una sesión online –como ha ocurrido a tantas personas últimamente-, podemos plantearnos cómo vamos a afrontar el uso de la tecnología en nuestras propias casas y preparar a nuestros hijos para que tengan un amor sano y pleno.
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