El coronavirus es “una desgracia dentro de la desgracia”.
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Burkina Faso: localidades enteras vacías o aisladas no por el COVID19, sino por el terrorismo
La amenaza terrorista que afecta especialmente a cinco regiones del norte y este de Burkina Faso se está viendo “eclipsada por la pandemia del Covid 19”, según afirman varias fuentes locales consultadas por la fundación internacional Aid to the Church in Need (ACN).
Para las poblaciones directamente afectadas por los ataques terroristas, el coronavirus es “una desgracia dentro de la desgracia”.
Los encuestados de las diócesis de Dori, Kaya y Fada N’Gourma, todas ellas afectadas gravemente por el impacto del terrorismo, coinciden que “la gravedad de la situación sigue en algunos lugares igual o está incluso peor” que antes de la pandemia, con casi un millón de desplazados y falta de respuesta por parte de las autoridades nacionales e internacionales.
En los departamentos de Bourzanga (región Centro Norte) y Djibo (región del Sahel) los ataques son diarios. Según ha sabido la fundación, “franjas enteras se encuentran aisladas, no por un confinamiento debido a la pandemia sino por la total inseguridad que sufren. Las pocas aldeas que todavía están pobladas albergan a miles de desplazados internos, pero están cada vez más aisladas del resto del país”.
Entre ellas destaca la ciudad de Djibo, bloqueada por los terroristas desde mediados de enero de 2020. Fuentes consultadas por ACN describen que “no hay transporte, no hay suministros, no hay acceso de entrada ni de salida, hay escasez de agua, combustible, alimentos, cortes de electricidad, etc.”
Según el Consejo Nacional de Socorro de Emergencia y Rehabilitación (CONASUR), en Djibo, capital de la provincia, viven casi 150.000 desplazados internos. Otra ciudad que sufre el bloqueo es Arbinda, que alberga a 60.000 desplazados internos. Las dos localidades son los últimos enclaves de vida en la provincia y la única muralla de salvación de muchos ante la ocupación terrorista.
Situación similar relató a ACN un sacerdote desplazado de la diócesis de Kaya, en la región Centro-Norte: “Los pueblos están casi desiertos, han perdido el ritmo de vida, aunque todavía hay signos de esperanza. En mi parroquia, donde muchas personas han buscado refugio, hay problemas relacionados con las necesidades básicas. El problema crucial sigue siendo el agua. Es muy difícil obtener este precioso líquido, eso obliga a las mujeres, con todos los riesgos que eso conlleva, a volver a los pueblos vecinos que están abandonados por amenazas terroristas, para intentar obtenerla y transportarla en triciclos.”
También en Kaya hay importantes comunidades, como Namisgma y Dablo, aisladas de las localidades que hasta ahora les abastecían, o la localidad de Pensa donde, después de repetidos ataques, los terroristas se han establecieron, aislando esta localidad del resto del territorio.
Súplicas de reacción firme de las autoridades nacionales e internacionales
Según los afectados, las autoridades locales y nacionales comparten el drama que está sufriendo la población, pero la mayor parte de las veces, sus esfuerzos se ven rápidamente anulados por falta de recursos. Muchos lamentan además que fuera del país no se capte la dimensión de la tragedia: “De las 75 aldeas de mi parroquia, sólo diez están todavía habitadas. Todos se han ido. Debido a que las aldeas han sido abandonadas, una gran parte del territorio está en manos de terroristas, escapando así del control del Estado”, dijo un sacerdote de la diócesis de Kaya, que también tuvo que huir debido a las amenazas contra su parroquia.
Si bien existe presencia de tropas extranjeras, sobre todo francesas, muchos burkineses se muestran escépticos y se quejan de no ver ningún resultado. Además, critican que si el ejército nacional dispusiera de las mismas condiciones de transporte y armamento que las fuerzas extranjeras podrían ser más efectivos.
En general, la mayoría de los burkineses se sienten impotentes ante la desgracia, “especialmente porque en este momento la atención se centra en la pandemia del Coronavirus, olvidando que el terrorismo también se cobra víctimas, incluso más que la enfermedad Covid19”, se lamenta el sacerdote.
Muchos reclaman de las autoridades la misma decisión y seriedad para mejorar la situación de los desplazados internos y para luchar contra el terrorismo que para luchar contra la pandemia. “Los dos peligros son ciertos. Estamos atrapados en el medio y es muy difícil saber que es peor. En cualquier caso, las consecuencias son las mismas porque ambos crean situaciones de muerte” – comenta afligido otro socio de la fundación ACN de la región de Fada N’Gourma, que acaba de recibir apoyo para construir un muro de seguridad en su parroquia, después de haber sufrido incursiones violentas.
Desde hace casi cinco años, Burkina se ve afectada por una ola de terrorismo sin precedentes. En febrero de 2020, una delegación de la fundación ACN viajó al país para evaluar la difícil situación de los cristianos del norte del país y reiterar la solidaridad de la Iglesia universal. Según los datos recopilados por ACN durante la visita, el número de desplazados internos asciende a casi un millón de personas. Desde 2019, más de 1.000 personas -cristianos, seguidores de la religión tradicional y musulmanes- han sido asesinadas. Trece sacerdotes, siete congregaciones religiosas y 193 coordinadores de la pastoral han tenido que buscar protección en parroquias más seguras. Al menos ocho parroquias están cerradas.