Una lección de los pobres para la pandemia: “los tiempos difíciles son para unir y no para que nos sigamos dividiendo”El coronavirus no pide permiso y penetra en todos los estratos sociales. Lo sabe la humanidad entera. También en las villas y los barrios populares de la Argentina, el Covid-19 “está pegando fuerte”. Así lo advirtieron sacerdotes con presencia en más de 20 villas de la ciudad y el Gran Buenos Aires en un comunicado con motivo del 46 aniversario del asesinato del recordado padre Carlos Mugica.
La pandemia ya se llevó un puñado de vidas de los barrios más humildes y registra cientos de contagios en ellos. Pero además, señalaron los sacerdotes del Equipo de Curas de Villas y Barrios Populares de Capital y Provincia, “hace que se visibilicen problemas estructurales” de los barrios.
“Hay lugares con serios problemas de falta de agua, como la villa 31. Nos preocupa la situación del hacinamiento y abandono en las cárceles, las limitaciones del sistema de salud, la asistencia alimentaria sostenida y muchas necesidades concretas que surgen por la pérdida de las changas y trabajos informales de muchos de nuestros vecinos. Es preocupante la realidad de despidos arbitrarios. Se vienen momentos muy duros en lo social. Va a ser largo”, coinciden.
No obstante, en ese escenario de preocupación, “se pone de manifiesto la solidaridad natural de los vecinos”. “Los pobres nos enseñan que los tiempos difíciles son para unir y no para que nos sigamos dividiendo. De la mano de las autoridades civiles locales, nuestras Parroquias y Capillas, junto a las organizaciones sociales, acompañamos el relevamiento de los adultos mayores, las campañas de vacunación y la asistencia con alimentos. Muchas de nuestras Capillas se ofrecen como casas de resguardo para que hagan la cuarentena muchos vecinos”, aclaran.
“Multiplicación de los panes” en la Ciudad Oculta
El padre Marco de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de la Villa 15 de Lugano, más conocida como Ciudad Oculta, no lo dijo. Pero al contemplar lo que la comunidad de la parroquia que con el padre Gastón acompañan la sensación es que están viviendo una suerte de milagro de la multiplicación de los panes. Ocurre en su barrio y en muchos más. ¿Cómo se explica, sino que, en dos meses, desde el inicio de la pandemia, hayan puesto en marcha cuatro comedores de emergencia que diariamente alimentan a 2500 vecinos?
“El lema de la parroquia es: ‘somos una gran familia’. Y este año habíamos elegido ‘seguir haciendo lugar en esta gran familia’. Y eso se fue dando. Pero fue naciendo una nueva expresión que refleja lo que estamos viviendo: ‘Hoy somos más familia que nunca’. Con todo este lío, hay carencias en los barrios, se siente el coletazo…. Pero también sale de manifiesto la solidaridad del vecino. Y no somos los únicos que estamos bancando esta situación. Distintos comedores para ayudar a los vecinos. Vecinos que se organizan por esquina y arman ollas populares. Acercan mercadería… Los vecinos se organizaron para dar una mano a los que más necesitan”, relata a Aleteia.
La solidaridad es un tesoro de los barrios, define. Aún en un asilamiento, que con todas las dificultades del hacinamiento, se vive con mucho respeto.
“Uno no se encierra en uno mismo. No está el aislamiento del encierro que dejo de mirar lo que me pasa alrededor. Si sé que un vecino necesita algo, avisa, y se busca la manera de ayudarlo. “Gente del barrio que dice tengo dos paquetes de fideos, y los acerca… Recuerda las moneditas de la viuda del Evangelio. Todo suma y ayuda a que entre todos podamos dar una mano”, completa.
La solidaridad que es horizonte de los jóvenes en recuperación
Los cuatro comedores del barrio fueron puestos en marcha en la parroquia, en la escuela, en una capilla que estaba más retirada, y en otra en la que funciona un Centro de Recuperación de adicciones. Hoy, son los jóvenes de ese Centro unos de los grandes responsables de este milagro, que formalmente, no es más que el fruto de una comunidad que asume con mucha responsabilidad el mandato de la caridad.
“Ayudan en la escuela, con gente del barrio, con los profesores del colegio, y todos juntos le dan de comer a los que ya venía recibiendo la comida en la escuela, y a muchos más del barrio”, cuenta el padre Marco.
“La solidaridad le dio un horizonte muy concreto a los chicos, y eso es muy emocionante; el chico que estaba roto en la esquina, hoy está bien, y está ayudando de comer a todo el barrio. Es un abrazo de la comunidad a ese chico, porque ese chico no está solo, trabaja codo a codo con el chico de ese hogar, con las mamás de la manzana, lo escuchan, lo acompañan, se divierten, trabajan juntos”.
Esos jóvenes, junto con otros que por distintos motivos se han quedado sin techo, son alojados en la parroquia.
Además, dos de las capillas fueron transformadas en hogar de abuelos que no pueden cumplir el aislamiento en condiciones debidas o viven en situación de calle, como ha ocurrido en distintas parroquias de Buenos Aires. Junto con el equipo de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires y los comedores que ayudan en el barrio, se “caminó casa por casa identificando los abuelos advirtiendo quienes vivían solos, quiénes necesitan medicación, quienes podían aislarse y quienes no”.
La pandemia para un sacerdote
Para todos, sin distinción de vocación personal o profesional, o situación social, la pandemia ha enfrentado a una situación inédita. El padre Marco aclara que el trabajar en las villas, él viene de un encargo pastoral en la Villa 31, “fue descubrir una manera especial de vivir el ministerio. Ni mejor ni más chica ni más grande. Distinta”.
Lo vive “como un regalo, una gracia”. Y en esta circunstancia de aislamiento preventivo por un virus que se ha llevado miles de vidas redescubre “esto de que sin prójimo no tenemos primer mandamiento”. Si nos falta el prójimo, el vecino, el hermano, la persona, la comunidad, no podés vivir ese mandamiento principal que nos dejó Jesús… es como que le pone rostros muy concretos. Dejás de teorizar un montón cosas e intentás dar una mano y ayudar en lo que se pueda. Lo vivo como un regalo que me está haciendo mucho bien”.
Muchas más cosas surgen, surgirán, y quizá nunca se escribirán. Pero quedarán en el corazón como recuerdo de unos meses que en el medio de tanto dolor una comunidad logró desafiar la física y abrazarse pese al distanciamiento social.
Para contactar con la parroquia o acercar un apoyo hacer click aquí
CBU: 0290036010000000650707
CUIT 30711256748
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