Crearon el consejo interreligioso social para “vislumbrar vida” en lugar de la “muerte y destrucción” que caracteriza a Venezuela en medio de la crisis y la pandemia: hambre y enfermedades entre los más necesitados; falta de gasolina; violación de derechos humanos y hasta revueltas militares
“Con los niños nos toca una situación muy complicada porque en esta zona no tienen ni agua para lavarse las manos. Algunos tienen fiebres, asma y gripes comunes. Gracias a Dios no tenemos el Covid-19, pero es un cuadro fácil para que se expanda la pandemia”, dice Pastora Medina, responsable de la fundación Divino Niño de Guayana que funciona en San Félix, estado Bolívar (Venezuela), una organización no gubernamental que hace serios esfuerzos para entregarles alimento a niños que viven en precarias condiciones.
A pesar de la situación “los niños siguen recibiendo su bocado de amor, contentivo de arroz integral con pollo y jugos naturales” de manos de personas y organizaciones solidarias. “Pero las madres están muy preocupadas”, apunta la dirigente social en conversación con Aleteia. “No tienen ingresos y hasta para comprar la comida es un sufrimiento porque no hay gasolina ni transporte”. Pastora narró que ella tiene más de dos semanas esperando un cupo de gasolina, lo cual impide recoger la comida de los niños.
Comenta, además, la preocupación que le embarga porque ante las necesidades de la gente la respuesta del gobierno “es el miedo y la violencia de los colectivos para que se aísle a quienes buscan expresar su descontento”.
“El cuadro de descomposición social es cada vez más grande” y el gobierno de Nicolás Maduro “se ha aprovechado de la pandemia para silenciar a la población venezolana”, añade. Considera que ante los hechos ocurridos en poblaciones costeras del estado Sucre; en Maturín, estado Monagas; en Upata, estado Bolívar y en otras poblaciones, “la respuesta debe ser atender el desabastecimiento, la falta de dinero efectivo, de gasolina o del transporte que nos afecta a todos”.
Lo que narra Pastora Medina es apenas la pincelada de una realidad amplia y compleja, pero encarada con esperanza desde la óptica de las religiones que hacen vida en Venezuela. Efectivamente, la población se ve obligada a saltarse la cuarentena para buscar algo de comida, cada vez más encarecida por estar atada al precio del dólar paralelo que rebasó los 200 mil bolívares, convirtiendo los alimentos y las medicinas en algo inalcanzable.
SAQUEOS. En los últimos días de han generado saqueos a locales comerciales por encarecer el precio de la comida dejando al menos una persona fallecida y decenas de heridos en varios estados, especialmente hacia el oriente y el sur del país, los más pobres. “Murió por hambre”, decía el letrero en el pavimento de una calle de Upata, estado Bolívar, donde quedó sin vida el cuerpo de un joven, según publicó en Twitter NTN-24.
Consejo interreligioso social de Venezuela
En este contexto se produjo el anuncio de los líderes religiosos que, apartando diferencias doctrinarias y espirituales, se acercaron para buscar rumbos de concordia afianzados en la unidad y el trabajo común. Algo parecido ocurrió recientemente en el hotel King David de Jerusalén donde líderes cristianos, judíos y musulmanes pidieron a Dios el cese de la pandemia del coronavirus. No obstante, lo ocurrido en el país suramericano se fraguó en el año 2019, motivando la creación del Consejo Interreligioso Social de Venezuela, integrado por la Conferencia Episcopal Venezolana, la Iglesia Adventista, la comunidad Judía, la Confederación Unión de Iglesias Cristianas (UNICRISTIANA), la Iglesia Anglicana y el Consejo de Iglesias Históricas de Caracas.
“Nos hemos reunido desde noviembre del año 2019, animados por la búsqueda de soluciones que contribuyan al bien y a la paz, que nos permitan mostrar la posibilidad de construir confianza donde hay precariedad, ver esperanza donde se ve solo fatalidad, vislumbrar vida en lugar de muerte y destrucción”, dijo el 22 de abril, José Trinidad Fernández, secretario general de la CEV, junto a miembros del recién creado consejo.
La estructura tendrá como objetivo principal “fortalecer la capacidad de integración y esfuerzo colectivo entre los distintos sectores del país”. Con ello aspiran además, convertirse en un “espacio de comunión sin exclusiones, para todos los actores religiosos, políticos y sociales que deseen trabajar juntos por el bien de la familia venezolana, practicando aquellas virtudes que son la base de una buena acción política: la justicia social, la equidad, el respeto mutuo, la tolerancia y el respeto a las libertades”.
El tema político no ha dejado de estar presente entre sus principios, por ser este elemento el que ha marcado la realidad del país suramericano en los últimos años. Monseñor Fernández expresó la intención de “sensibilizar a los líderes políticos para que restablezcan con urgencia una cultura del diálogo y paz, basada en la garantía de los derechos humanos, el respeto de las instituciones democráticas y el Estado de derecho”.
Entre la pandemia del Covid-19 y el hambre
Pastora Medina que también es una mujer creyente, estima que la creación de este consejo es una respuesta positiva a la realidad nacional. “Surge en medio de la pandemia, un momento en el que se ha reflejado un estado de cosas de las que tenemos que desprendernos como el egoísmo, la mezquindad y el solamente pensar en una sociedad individual y no colectiva. Ruego que sea una instancia para crear consenso, tener una visión integrar y apoyarnos mucho más ante los problemas del país”, consideró.
Uno de los principios anuncia: “Este trabajo conjunto de las Iglesias, comunidades religiosas, organizaciones basadas en la fe y los sectores sociales permitirá anunciar los signos de paz y de reconciliación posibles, con mecanismos de construcción inclusiva y animada por un espíritu participativo y solidario, capaz de recuperar los valores”.
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