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El confinamiento de los adolescentes

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Además de estar confinados en casa, ellos se encierran en su habitación

Últimamente están llegando muchas consultas acerca de cómo sobrellevar esta época de confinamiento con hijos adolescentes, que mienten, que no quieren hacer nada en familia porque se pasan el día en la habitación, con móvil y tablet, que no quieren hablar de nada y cualquier información que necesitan, incluidos temas de sexualidad la encuentran en Internet. 

Los padres, principalmente las madres que suelen ser las que dan el primer paso para pedir ayuda se han llegado a cuestionar su papel de educadores y su papel como padres .

“A veces pienso que mejor hubiera sido no tener hijos” porque “es culpa de mi carácter”, hemos sido demasiado permisivos…

“No he hablado suficiente con él/ella” y ahora no quiere hablar conmigo. Y ahora, confinada en casa… Quiero ganarme su confianza…pero no sé cómo, nos dicen.

Ante esta realidad, hemos visto y leído muchos artículos relacionados con adolescentes, “SOS tengo un adolescente en casa”, “adolescentes y confinamiento”, “adolescentes y cómo superar esto días de encierro…”, …

Parece que el ser adolescente o tener una adolescente en casa es como otra tipología de virus….y que necesitamos la vacuna perfecta para sobrevivir a esa situación.


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Qué sienten

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Shutterstock | insta_photos

Tener un adolescente en casa es vida, ¿quién no ha pasado por la adolescencia?

Es cierto que es una etapa complicada, llena de cambios, de luchas internas por reconocerse a uno mismo, de cambios físicos y de conflictos internos a raíz del constante choque de hormonas, pero nada que no haya vivido cualquier persona adulta, cada uno a su manera, está claro.

Quizás eran otros tiempos, dicen muchos pero al hablar de adolescencia parece que entramos en una situación de alerta que nos posiciona en guardia.

Está claro que es necesario ponerse en la piel del adolescente para entender cómo se siente, sólo de esta manera podremos hacernos cargo de cómo está por dentro, para poder acompañarle en esta nueva etapa…nada fácil, cuando uno está inmerso en ella.

Si ya de por sí es una época complicada, cuánto más cuando su pilar (las relaciones sociales) en este momento se encuentran limitadas a una pantalla, si su necesidad de actividad física, de moverse, se encuentra delimitada a cuatro paredes, si su anhelo de privacidad se encuentra parapetada por los escasos momentos en los que se puede encerrar en su habitación o en el baño para poder estar solo y chatear o hacer houseparty con sus amigos, o para mirarse ese grano que le ha salido justo en la punta de la nariz y que le hace sentir “feo”, no reconociéndose con ese ser “ extraño” que no es el niño o la niña cándida que imitaba sonidos de animales del zoo y sacaba las carcajadas de sus padres, a los que sus monadas les hacían que fuera el “niño de nuestros ojos”…

Ahora más que nunca es cuando ese ser extraño, nos necesita cerca y lejos a la vez: cerca para darle seguridad, para no sentirse solo, para saber que estamos, que somos su referente.

Y para eso, debemos transmitirle una imagen de adulto maduro y seguro y nos necesitan lejos para poder crecer en autonomía y libertad.

No van a estar precisamente receptivos a  nuestros gritos, a nuestros reproches o malas caras, necesitan libertad para desarrollarse y ser la persona que están llamados a ser.

Ahora más que nunca nuestros adolescentes necesitan que les hagamos sentir que son importantes para nosotros, que su criterio nos interesa y queremos escucharlo.

No podemos sermonearles como cuando eran pequeños, y ahora de una manera más tangible su forma de hacer las cosas repercute en los demás.

Ya hemos dicho que la prioridad que tienen los adolescentes es relacionarse con sus amigos, con el exterior y una manera de manifestar su rebeldía es a través de la incomunicación con sus seres más cercanos.

No es momento de grandes normas, sí de pautas concretas y muy claras, sobretodo las relacionadas con la alimentación y el sueño y unas mínimas pautas de convivencia, en las que se requieren altas dosis de negociación, para que puedan adquirir habilidades que les sirvan en un futuro, escuchando y respetando lo que ellos tengan que decirnos, siempre desde el cariño…

Es tiempo de acompañarles en sus emociones, de enseñarles a manifestarlas y verbalizarlas, de identificarlas y permitirles / permitirnos expresarlas tanto ellos, como con ellos, incluso de sentirlas.

Ahora nosotros somos sus copilotos y son nuestros adolescentes los que guían la nave de su vida. Nosotros iremos a su lado, leyendo los mapas del rumbo a seguir, pero es su momento para llevar los mandos, sin sobreprotección, con altas dosis de paciencia y mucho mucho cariño.

Es importante hacerles entender la importancia de la gestión que puedan estar haciendo de sus relaciones íntimas a través de las redes sociales, enseñándoles a mantener y a cultivar la intimidad de sus relaciones sociales, pero con la cautela que exige la madurez para evitar situaciones de acoso.

Sentir y vivir

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Artush | Shutterstock

Si algo necesitan nuestros adolescentes, ya lo he dicho, pero insisto en ello, es mucho cariño, una mirada que no juzgue, que les comprenda y que desde la firmeza les dé seguridad.

Necesitan disfrutar de sus raíces, de sus valores, de sus tradiciones familiares, necesitan sentir y vivir.

Si hay algo lleno de vida es un adolescente, que en su desarrollo como persona hace de nuestra familia, una familia mejor, por su frescura, su ingenio y sobretodo su idealismo a la hora de percibir la vida…

Dejemos contagiarnos de esa vida y transmitamos la nuestra en esta nueva etapa de convivencia… A veces algo tan sencillo como pasar tiempo con nuestro adolescente,(cocinando, dejándonos enseñar por ellos cómo es mejor hacer unas planchas o unas sentadillas, o  incluso contándoles de corazón a corazón como éramos nosotros de adolescentes, que nos vean como seres humanos…) es mejor, que estar gritando e imponiendo normas que nos llevan a ponernos de mal humor a todos.

Es tiempo de confinamiento, pero también es tiempo de crecimiento interior, como personas, como familia, respetando que cada uno somos únicos e irrepetibles pero que cada uno en su familia, a su estilo, aporta algo que lo hace especial. ¿Lo sabemos? ¿queremos descubrirlo?

¿Por qué no aprovechar este momento para comunicarnos de una manera diferente, aunque sea empezando desde la mirada a nuestros adolescentes?



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