En la homilía, Francisco pide a la Iglesia a acoger a las personas sin hogar e invita a contemplar a Jesús en la Cruz y dar graciasEn la misa vía streaming live en Casa Santa Marta, desde el Vaticano, el papa Francisco dirigió hoy sus pensamientos a las personas que no tienen un hogar, mendicantes en las calles vacías, personas sin techo, ancianos abandonados, durante este período difícil de la pandemia de coronavirus.
“Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”, dijo el Papa al iniciar la misa este martes, 31 de marzo de 2020, de la quinta semana de Cuaresma.
Al introducir la celebración, Francisco pensó en las personas que no tienen una casa: “Oremos hoy por las personas sin techo, en este momento en que se nos pide que estemos en casa. Para que la sociedad de hombres y mujeres pueda tomar conciencia de esta realidad y ayudar, y para que la Iglesia los acoja”.
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Las personas sin hogar se concentran en las grandes ciudades italianas. En Roma vive el 15% de los habitantes de calle, en la diócesis del Papa hay alrededor de 8.000 personas sin techo, y casi 50.000 en la nación con el mayor foco de contagio en Europa.
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Durante esta pandemia, los centros de acogida en Roma son un oasis de caridad y misericordia con el reparto de alimentos y de ropa. La comunidad de San Egidio, Caritas y otras obras de la Iglesia siguen al lado de los más pobres.
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En el Vaticano, el Papa ha hecho instalar duchas, la barbería, peluquería, ambulatorios médicos y, recientemente, una casa de paso de frente a Plaza San Pedro, Palazzo Migliori y hasta una lavandería abierta en el centro de Roma.
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Contemplemos a Jesús en la cruz
En su homilía, comentó las lecturas de hoy del Libro de los Números (Nm 21:4-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8:21-30), donde se recuerda que Jesús vino para salvarnos y para tomar nuestros pecados sobre sí mismo: en la cruz no finge sufrir y morir. Contemplemos a Jesús en la cruz y demos gracias.
“La serpiente no es ciertamente un animal agradable: siempre se asocia con el mal. Incluso en la revelación, la serpiente es el animal que usa al diablo para inducir al pecado.
En el Apocalipsis se llama al diablo la antigua serpiente, la que desde el principio muerde, envenena, destruye, mata. Por eso no puede salir. Si quieres salir como alguien que propone cosas bellas, estas son fantasía: las creemos y así pecamos.
Esto es lo que le pasó al pueblo de Israel: no pudieron soportar el viaje. Estaban cansados. Y el pueblo se alzó contra Dios y contra Moisés.
Siempre es la misma música, ¿no? “¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable, el maná!”.
Y la imaginación -lo hemos leído en los últimos días- siempre va a Egipto: “Pero, allí estábamos bien, comíamos bien …”. Y también, parece que el Señor no podía soportar a la gente en este momento.
La serpiente y la profecía
Se enfadó: la ira de Dios se ve a veces… Y ‘entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas’.
En ese momento, la serpiente es siempre la imagen del mal: la gente ve en la serpiente el pecado, ve en la serpiente lo que ha hecho el mal.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo: ‘Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes’. Se arrepiente. Esta es la historia en el desierto.
Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: ‘Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta de metal. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado’.
Me hace pensar: “¿No es esto idolatría? Ahí está la serpiente, ahí, un ídolo, que me da salud… No se entiende. Lógicamente, no se entiende, porque esto es una profecía, es un anuncio de lo que va a pasar.
Porque también hemos escuchado como una profecía cercana, en el Evangelio:“Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo”.
Jesús puesto en la Cruz. Moisés hace una serpiente y la levanta. Jesús será levantado, como la serpiente, para dar la salvación. Pero el núcleo de la profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros.
Jesús no pecó, se hizo pecado. Como dice san Pedro en su carta: “Trajo nuestros pecados sobre sí mismo. Y cuando miramos al crucificado, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, tú pareces el mayor pecador, te hiciste pecado”.
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Jesús ha tomado sobre sí nuestros pecados
Jesús -insistió el Papa- “ha tomado sobre sí mismo todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora. La cruz, es verdad, es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de los que no querían a Jesús: todo esto es verdad.
“Pero la verdad que viene de Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo hasta el punto de convertirse en pecado. Todo pecado.
Nuestros pecados están ahí. Debemos acostumbrarnos a mirar al hombre crucificado en esta luz, que es la más verdadera, la luz de la redención.
En Jesús hecho pecado vemos la derrota total de Cristo. No finge morir, no finge sufrir, solo, abandonado… “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Una serpiente: Me levantan como una serpiente, como aquella que es todo pecado.
No es fácil entender esto, y si pensamos, nunca llegaremos a una conclusión. Sólo contempla, reza y da gracias“.
Comunión espiritual
Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual. A continuación, la oración recitada por el Papa para ello:
“Creo Jesús mío que éstas realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a Ti; Oh Señor, no permitas que me separe de Ti.”.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (“Ave Reina del Cielo”):
“Salve, Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”.