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El coronavirus enfría la frontera más caliente de Latinoamérica

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Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 16/03/20
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“No sé ni qué pensar ahora”, dice joven venezolano al constatar el cierre de fronteras con Colombia, en vigor desde esta madrugada

El coronavirus enfría la frontera más caliente de América. El virus no resiste al calor, según los científicos. Pero, en el caso de las fronteras, pasaría sin el menor problema de un lado a otro. Ambos gobiernos resolvieron cortar el flujo migratorio, lo cual ha derivado en un número considerable de venezolanos varados en una franja donde no están en ninguno de los dos lados, desprotegidos, expuestos y vulnerables.

Es el caso de Dugleiver Olmos, un joven venezolano que, sin poder creer lo que le pasaba, se quejaba hoy en las redes.  Viajó de Valencia –a dos horas de Caracas- hasta la frontera. Tenía pensado migrar a Cali, en Colombia, para buscar otras alternativas de ingresos. Ignorante de la medida, tomada de un momento a otro y motivada por las prevenciones ante el contagio, supuso para él como si le echaran un balde de agua fría encima.

“Se me bajaron los ánimos”, dijo al enterarse de que no había paso hacia Colombia, una decisión  del gobierno de Iván Duque, quien ordenó cerrar la frontera con Venezuela a partir de las 5:00 am del sábado.

FronteraVivanew recoge las declaraciones del joven venezolano, quien lucía decepcionado y desorientado. “No sé ni qué pensar ahora”, dice al constatar el cierre, en vigor desde esta madrugada. Llegó solo y sólo deberá afrontar este escollo. La frontera ha sido bloqueada hasta nuevo aviso.

Aún no ha decidido si intentará ingresar a territorio colombiano por las peligrosas trochas o si desistirá de su intento. Él tomó una decisión migratoria individual, como la de tantos jóvenes venezolanos los cuales, por cantidades inimaginables, cruzan la frontera hacia Colombia cada día. “La esperanza es lo último que se pierde”, reza un dicho muy venezolano, razón por la cual Olmos ha resuelto, por el momento, esperar en el terminal a ver si puede pasar.

Eso parece complicado por ahora. Los problemas fronterizos no se agravarán deteniendo el cruce, medida por demás comprensible en el afán de evitar la propagación del virus. Antes bien, las cosas parecen complicarse pues el gentío detenido en la frontera no necesariamente optará por regresar; más bien por quedarse a esperar se levante la medida. Ello representa hacinamiento y desatención para una población altamente vulnerable.

Hasta el momento del cierre, los venezolanos inmigrantes debían mostrar una ficha de salud, declaración que los acreditaba como libres del virus. Igualmente, se les rociaba las manos con gel desinfectante. Las imágenes de venezolanos cruzando el famoso y fronterizo Puente Francisco de Paula Santander, portando tapabocas, se diseminaron por las redes. Se les efectuaba un examen médico para constatar su estado de salud y se les exigía llevar mascarillas.

Atrapados sin salida

Pero ahora ni eso. “Estamos atrapados sin salida”, decía una joven quien también fue sorprendida con la prohibición de entrar a Colombia. “Es compleja la situación. Si nos devolvemos, perdemos toda la inversión y el esfuerzo que hemos hecho para llegar hasta aquí. Si nos quedamos, es a nuestro riesgo”.

No cabe duda de que la palabra “atrapados” encaja perfectamente para calificar la situación de los venezolanos. No sólo hay prohibición hacia Colombia. El régimen venezolano también cerró fronteras con Brasil y dictaminó que “nadie sale y nadie” entra de manera indefinida. Ni por aire, tierra o mar. Es decir, estamos en un confinamiento total, en una cuarentena nacional, sin aviso ni protesto.

La Iglesia Católica ha desarrollado una serie de contactos con el gobierno a fin de coordinar las acciones de salud pública susceptibles de ponerse en marcha, no sólo para prevenir, sino para atacar los casos que se vayan presentando. Si hay un lugar muy frágil ante una epidemia es Venezuela. 

De todos es sabido que el gobierno de Maduro se ha negado rotundamente a permitir la entrada de ayuda humanitaria. Con ese precedente, las posibilidades de luchar contra algo que ya ha sido catalogado como pandemia son muy limitadas. Tampoco la información oficial circula, más bien se restringe, lo cual coloca más incertidumbre en el panorama.

Una pandemia muy “oportuna”

Como bien dijo el papa Francisco, los extremos no son aconsejables. En Venezuela, pareciera que esta situación está siendo aprovechada políticamente por el gobierno para exigir al presidente de los Estados Unidos, el cese de las sanciones con la supuesta intención de palear los efectos de una probable expansión de la epidemia. Pero se muestra reacio, por ejemplo, a recibir ayuda humanitaria y a liberar presos que de manera arbitraria fueron encerrados, con lo cual el hacinamiento mermaría y, con ello, las fuentes de contagio.

Más bien, atrapar a la población detrás de un cerco de controles y prohibiciones mientras se mantiene la desinformación, es una manera de tomar ventaja de una amenaza sobrevenida. Muy conveniente para el régimen ha resultado, sobre todo, la desmovilización política de protestas callejeras que exigen agua, gasolina, energía eléctrica, cese de la represión… y libertad.

No se descarta que, aún asistida la medida del cierre de fronteras por razones de salud pública comprensibles, la vecina Colombia pueda descansar un poco del ingreso masivo de inmigrantes a su territorio.

Jaleo en Cúcuta

La ciudad fronteriza emblema, Cúcuta, vivió un auténtico caos cuando se anunció el cierre de la frontera. “Déjennos pasar y abran un canal humanitario”, rogaban los inmigrantes.

Ya el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Ghebreyesus, ha rechazado las medidas de cierres por considerarlas no sólo inútiles sino contraproducentes. Argumenta que, mientras tienen un alto impacto internacional, no aportan beneficios de salud pública. Por su parte, el portavoz del organismo, Christian Lindmeier, corea a su colega: más bien, acota, “el objetivo es evitar que la gente entre de forma irregular y no se le controlen los síntomas”. En otras palabras, los cierres no resuelven, más bien complican.

El problema es que el Coronavirus no conoce de trochas ni de caminos verdes. Llega en buques, aviones y entra por migración.

 


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