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«Running», ¿La «religión» del siglo XXI?

Runners on treadmills

Gutesa | Shutterstock

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Alvaro Real - publicado el 02/03/20

El hombre no puede vivir en el vacío y cuando el hombre no tiene a Dios inventa otras respuestas

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Puede resultar «pretencioso» intentar denominar al running como una religión. Es cierto que en una definición purista del término no existe relación con la deidad, con lo trascendente, pero existen elementos sociales que pueden determinar el deporte como algo similar a una religión.

Existen tradiciones, valores, normas y ceremonias, lugares… casi de «peregrinación». El hombre no puede vivir en el vacío y cuando el hombre no tiene a Dios busca respuestas. El running llena, de alguna manera, ese vacío del hombre en el siglo XXI, se convierte en sentido de vida, en una camino hacia una «plenitud» deportiva. Aquí propongo algunas similitudes «religiosas».

El Running, fenómeno de masas

La primera edición de la Maratón de Nueva York se realizó en el año 1970 y en ella participaron 127 atletas. Apenas un centenar de espectadores animaron la prueba, que consistía en algunas vueltas a Central Park. Hoy participan más de 50.000 atletas; 2 millones de personas y 130 bandas de música amenizan la carrera.

El boom del running es indudable

Sólo hay que acercarse a uno de los parques de la ciudad… Atrás quedó el tiempo en el que el corredor solitario se parecía más a «Forrest Gump» que a un deportista. Ahora es una práctica de moda. El runner tiene además una particularidad, no es un deportista al uso: es un fiel. Ama el salir a correr, disfruta hablando de las bondades del ejercicio que realiza y termina «evangelizando» de su actividad.

Tanto es así que actualmente no eres nadie si no has salido a correr con amigos o si no has participado en una carrera popular; no eres nadie si no tienes una marca para los 5 o 10 kilómetros. ¿Por qué esta explosión de fieles? ¿Qué hay detrás de esta nueva creencia “casi religiosa”?

El Running, ¿una forma de meditación?

Haruki Murakami, en su libro «De qué hablo cuando hablo de correr» muestra a grandes rasgos la finalidad del running:

«Mientras corro, simplemente corro. Como norma corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabría afirmar que corro para lograr el vacío. Y también es en el vacío donde se sumergen esos pensamientos esporádicos. Porque en el interior de la mente humana es imposible lograr el vacío absoluto».

El running podría entenderse así como una forma de meditación, una manera de encontrarse con el yo más profundo. El runner convierte su actividad en toda una filosofía. Una vida basada en valores como la resistencia y el esfuerzo. Correr, correr y correr…

Una actividad que poco a poco va apoderándose de uno: Un poquito para perder peso o mejorar la condición física; 5 kilómetros para liberar endorfinas e ir probando; 10 kilómetros para participar en una carrera popular; Media maratón para ir superando retos y Maratón para sentirse realizado, para saber que eres capaz. Es todo un ritual para alcanzar…¿la gloria o el vacío?

Las consecuencias de este deporte son inmediatas. Ningún deporte te ofrece tanto por tan poco. Te permite aumentar la producción de endorfinas (hormonas de la felicidad), te ayuda a meditar sobre tu pasado, presente y futuro, ayuda a la autoestima y los aficionados al running hablan de que ayuda a tener una actitud más optimista y enérgica en su día a día. Ayuda a evitar el stress y permite «evadirse» de los problemas.

Muchos han encontrado en esta actividad un sentido a su vida, una manera de acercarse a los valores, a la trascendencia. Encuentran algún tipo de verdad escondido en esta práctica deportiva.

El running, ritos y liturgia

Salir a correr por un parque es sencillo. Sólo necesitas ropa deportiva, unas zapatillas y ganas de hacer ejercicio. Una vez iniciado en la «nueva religión» la cosa se va complicando un poco más. Si uno quiere prosperar, si uno quiere llegar a algo más e introducirse en el sentimiento runner debe seguir una serie de ritos, casi litúrgicos.

El entrenamiento es sagrado. Se debe entrenar un número determinado de días (2 o 3 a la semana) y se debe guardar un «sagrado» descanso. No se trata sólo de salir a correr sin más, aparecen las tablas de ejercicios, las tandas más o menos regulares. Potenciar la resistencia o la intensidad, marcar los objetivos, pensar en las distancias, controlar las pulsaciones… Todo para un buen runner esta medido. Todo, incluso los pensamientos deben estar controlados. No hay resquicio para la duda: la superación y el esfuerzo es dogma de fe.

Como consecuencia de la actividad y con el paso del tiempo aparecen rasgos religiosos: el ascetismo, la abstinencia, el autodominio… Todo buen «runner» sabe que para conseguir los objetivos y las marcas es necesario sacrificio y no sólo en el momento de la actividad deportiva sino durante todo el día. Aparece la alimentación sana. Una especie de cuaresma infinita que invita a cuidarse en las acciones cotidianas en pro de conseguir mejorar el rendimiento físico.

El running, peregrinaciones y lugares sagrados

El running como cualquier «religión» al uso necesita compartir sus valores, sus inquietudes, necesita compartir su actividad «religiosa». Necesita hacerla pública. Aparecen así las grandes peregrinaciones y los lugares sagrados. Los parques públicos se convierten en los templos modernos y los runner se unen para compartir sus esfuerzos e inquietudes… La «misa dominical» ha quedado sustituida por la «quedada dominical».

Pasado un tiempo la necesidad de sentirse comprendido y de compartir esta experiencia hace que el runner pase a participar en las carreras populares. Ahí es donde se reafirma en su fe y la participación va adquiriendo una sensación casi «mística».

Agencias de viajes ya ofrecen paquetes especiales a los que viven este deporte de manera especial y se organizan viajes a distintas carreras y maratones de todo el mundo: New York, Boston, Londres, Madrid, Barcelona, Chicago o Berlin son la Meca, Roma o Jerusalen, son las catedrales de la nueva religión.

Terminar ultramaratones como la Maraton des Sables, que atraviesa el Sáhara en 247 kilómetros o The Jungle Ultra con 229 kilómetros por la Amazonia sería los más cercano al cielo. Finalizar una de ellas te haría entrar en el libro de los santos de la nueva religión del siglo XXI.

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