El santo dijo que necesitamos correr riesgos para estar plenamente vivos
Puedo decir que comparto por lo menos una cosa con el santo John Henry Newman.
Newman estaba trabajando en un libro sobre una oscura controversia teológica cuando se dio cuenta de que necesitaba cambiar su vida.
Yo también estaba leyendo un libro en el momento en que me di cuenta de que necesitaba cambiar mi vida. De hecho, era un libro de Newman.
Cuando era joven, a punto de convertirme en pastor anglicano, empecé a leer su libro Apologia Pro Vita Sua, que es una explicación biográfica de su vida controvertida.
Al escribir, ya en el auge de la madurez, él fue sincero sobre las elecciones que hizo y por qué las hizo. Cuando lo empecé a leer, esperaba una historia histórica interesante; en lugar de eso, encontré un desafío personal.
Yo crecí en una iglesia pentecostal y no confesional -el tipo de lugar con un pastor que ofrece increíbles meditaciones espirituales de autoayuda y una banda de alabanza emocionante.
La energía en lugares como ese es contagiosa, pero yo sentía la necesidad de más estructura y silencio en mi vida espiritual.
En la universidad, fui a una iglesia anglicana local y nunca me perdí una misa de domingo. La ceremonia era íntima, reflexiva y mucho más adecuada a mi personalidad. Esta fue mi primera gran conversión religiosa. Parecía bastante fácil.
Algunos años después, yo estaba en la Yale Divinity School preparándome para ser ordenado sacerdote anglicano. Era el final de mi tiempo allí cuando tuve el fatídico encuentro con Newman.
El interés era natural, porque Newman era un famoso teólogo anglicano que había dejado un impacto profundo y duradero en la Iglesia de Inglaterra.
Él era, sin embargo, metafóricamente un toro en una tienda de porcelana. Escribió algunas de las explicaciones más brillantes que existen de la espiritualidad anglicana, pero su elocuencia, en retrospectiva, fue obra de un hombre al límite.
Él había perdido la fe en su sacerdocio, perdió la convicción de sus opiniones anteriores y empezó a darse cuenta de la necesidad de un cambio drástico.
Le tomó seis años antes de finalmente hacer el cambio, pero el 9 de octubre de 1845, Newman se volvió católico. Tenía 43 años. Aún en el auge de su vida, estaba listo para abrazar el futuro.
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Yo leí su Apologia en 2006 y me tomó 5 años hacer el cambio. Pero en 2011 fui recibido, junto con mi esposa e hijos, en la Iglesia católica. Esta fue mi segunda conversión religiosa. Fue increíblemente difícil.
Como parte del cambio, vendimos nuestra casa en Cape Cod y volvimos a nuestra casa de la infancia en St. Louis. Dejé el trabajo y no tenía la certeza de que volvería a ser sacerdote.
Llenamos el camión y nos despedimos del lugar donde tres de nuestros hijos nacieron. Mientras manejaba solo sobre el canal que separa Cabo del continente, lloré.
Cuando Newman se volvió católico, fue forzado a dejar su casa en Oxford. En su época, los católicos no eran bienvenidos por allá. No me sorprendió saber que lloró mientras se alejaba por última vez.
Para empeorar las cosas, se dirigía hacia una situación difícil, una Iglesia católica que no lo apreciaba ni lo acogía particularmente. Él estaba, sin embargo, convencido de que era un cambio que necesitaba hacer y nunca se arrepintió.
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Newman insistía en que, así como un árbol que no crece está muerto, lo mismo ocurre con una persona que no cambia y se desarrolla.
“El crecimiento es la única evidencia de la vida”, dijo él. Cuando estudió la Iglesia católica, vio un Cuerpo de Cristo vivo, respirando y en desarrollo, capaz de adaptarse y cambiar.
En su propia vida, también se comprometió con el crecimiento personal, independientemente de las dificultades y desafíos.
“Vivir es cambiar”, insistía él, “y ser perfecto es haber cambiado con frecuencia”. Dicho de otro modo, si queremos descubrir la mejor versión de nosotros mismos, necesitamos correr algunos riesgos.
En pocas palabras, esto es lo que aprendí con John Henry Newman: ten confianza en quién eres. A partir de ese lugar de autoconfianza, corre un riesgo. No tengas miedo de los nuevos desafíos.
El cambio es exigente y puede parecer que dejas una parte entera de ti detrás. Es incómodo y puede parecer que vas a exiliarte deliberadamente. Pero Newman entendió que si una persona está realmente viva, está siempre desarrollándose.
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