Un joven español relata cómo vivió la experiencia del consumo ritual de esta sustancia alucinógena
La ayahuasca cada vez está más de moda en los países occidentales en general.
España es el país europeo donde más rituales se producen con el consumo de esta droga, por la permisividad y poco control de entrada en los aeropuertos españoles, en gran medida por el desconocimiento por parte de las fuerzas de seguridad y por la falta de sensibilización de jueces y fiscales ante este problema.
Una sustancia considerada tóxica
En España la enredadera ayahuasca (Banisteriopsis caapi) y sus preparados están incluidos en la lista de plantas cuya venta al público está prohibida o restringida debido a su toxicidad, según la Orden SCO/190/2004.
Por otro lado, de acuerdo con el Real Decreto 2829/1977, el DMT (que se encuentra en Psychoria viridis y Diplopterys cabrerana) se encuentra en la Lista I de sustancias cuyo “uso, la fabricación, importación, exportación, tránsito, comercio, distribución y tenencia, así como la inclusión en todo preparado” se encuentran prohibidos, excepto para fines científicos.
Habitualmente, no se trata de una droga de uso recreativo, sino que su consumo y promoción crecientes están vinculados a la espiritualidad y al crecimiento personal en la órbita de la Nueva Era (New Age).
De hecho, sus defensores afirman que no se trata de una sustancia alucinógena, sino enteógena, es decir, para ponerse en contacto con la propia divinidad.
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Aunque el goteo de muertes en torno al consumo de ayahuasca es constante, la tónica general en los medios de comunicación es de informaciones positivas que van creando una “buena prensa” de la infusión también conocida como “yagé”.
¿Dónde están las víctimas? ¿Qué es lo que dicen?
Escuchemos a una de las primeras víctimas españolas que se atreve a contar su experiencia. Esta es la historia de Nacho (nombre figurado), un joven español de 35 años que participó en la Iglesia del Santo Daime y consumió la ayahuasca proporcionada por esta organización.
Antes de continuar, cabe destacar que la Iglesia del Santo Daime de España fue incluida en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia en 2003, y en sus estatutos aprobados dicen que utilizan como sacramento una sustancia denominada “Daime”.
Pero cabe dudar que en el Registro tuvieran pleno conocimiento de que lo que hay bajo este nombre, pues en ningún momento esos estatutos detallan que es una sustancia alucinógena que procede de Brasil y que entra en España de forma ilegal, atentando contra la salud pública.
El encuentro con el chamán
Los hechos sucedieron en el verano del año 2018. Nacho estaba en un momento especialmente delicado de su vida, con un fuerte sentimiento de soledad tras una experiencia traumática.
Un amigo suyo, consciente de su situación personal, le habla “sobre un lugar donde hacer tomas de ayahuasca, más baratas que en otros sitios, y que él ya había probado”.
La oferta no podía ser más atrayente: si el precio normal por toma era de unos 400 euros, en el Santo Daime podría “probarla” por 60.
Su amigo se encargó de organizar un grupo para una toma de ayahuasca e invitó a Nacho, que tuvo que reunirse previamente con el chamán –así se presentó este miembro de la Iglesia del Santo Daime–, que es quien determina quién puede participar y quién no.
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La reunión tuvo lugar en el porche de un chalé ubicado en el término municipal de El Álamo (Madrid), que afirmaron que pertenecía al grupo religioso y que era también la residencia familiar del chamán… aunque no aparece en el listado de “lugares de culto” registrados en el Ministerio de Justicia.
La impresión inicial de Nacho fue positiva: “además del chamán y su mujer había otras personas que entraban y salían. No parecía que hubiera ninguna jerarquía”, y sobre su anfitrión dice que “aparentemente creía en lo que decía; no transmitía que fuera un negocio, sino que lo hace por ayudar”.
La “sesión informativa”
En este encuentro primero, necesario para poder participar después en la ceremonia, Nacho se enteró de que hay dos tipos de tomas: “por un lado, para personas externas que quieran experimentar, estos rituales se llaman ‘vuelos del águila’, sin especificar el precio; por otro, los rituales del Santo Daime, una experiencia más ‘espiritual’ y apta sólo para los ‘elegidos’, de la que no dijeron precio ni condiciones”.
A continuación vino el interrogatorio: Nacho tuvo que dar su nombre –aunque no le pidieron documento ni identidad– y responder a cuestiones sobre su motivación para probar la ayahuasca, sus expectativas, si era una persona espiritual, si tomaba antidepresivos –“de ser afirmativo, no eres apto… aunque nadie comprobaba de verdad si se toman o no”–…
No hubo ninguna pregunta sobre posibles experiencias traumáticas o sobre la vulnerabilidad de la persona, enfermedades cardiovasculares, etc.
El chamán, en esta ocasión, aprovechó para dar su “testimonio” como persona espiritual que comenzó practicando yoga, y que al leer una noticia negativa sobre el Santo Daime se sintió atraído y tiempo después acabó formando parte del grupo. “Aseguró haber estado muy perdido hace años, a punto incluso de perder su trabajo, pero finalmente lo conservó”.
Nacho percibió que el chamán “parecía confiado en la legalidad de lo que hace”, aunque pidió discreción con respecto a la ceremonia, “consciente de que lo difícil es traer la ayahuasca a España”.
Cada vez que se refería a esto –a la entrada ilegal de la droga en el país– decía que “nos la trae la iglesia de Brasil”.
A continuación vinieron las instrucciones para la toma: acudir vestidos de blanco (“símbolo de pureza”), en ayunas (un mínimo de 4 horas) y con saco de dormir (ya que allí se les darían esterillas).
Además, Nacho pudo saber que en la noche del rito –que duraría desde las 23 horas hasta las 8 del día siguiente– tomaría la ayahuasca 3 veces… y entre las tomas le ofrecerían “otras sustancias, que ese día se nos explicaría cuáles eran, y podríamos elegir si queríamos tomarlas”.
No sólo eso: el chamán comentó los “beneficios para la salud” de la ayahuasca, añadiendo que “en Brasil, hasta los niños la toman”.
Su ingestión, además, “puede hacerte sentir como juez de tus acciones, ya que experimentas la salida de tu propio cuerpo y así puedes juzgar las situaciones que has vivido”.
La noche de la toma
Unos días después, tuvo lugar la ceremonia. A la llegada, los miembros de la Iglesia del Santo Daime pidieron los datos personales de Nacho y de los demás asistentes, y les indicaron el precio.
“Es el momento en el que descubres que cuesta 60 euros”, explica, “aunque aseguran no cobrar por la ayahuasca, que vale mucho más por el hecho de traerla de Brasil… los 60 euros son en concepto de gastos por las instalaciones, la esterilla, etc.”.
La toma se hizo en el jardín, sin entrar en ningún momento en la casa. Incluso “había baños portátiles instalados en el jardín”. Durante toda la preparación “los niños de la casa estaban presentes, pero en el comienzo de la toma entraron en ella y ya no volvieron a salir”.
En el jardín había un altar donde se situaron el chamán y su mujer, junto a otras personas del grupo. Algunos tocaban instrumentos musicales y cantaban “canciones en bucle autorizadas por el Santo Daime”. Frente a ellos había una hoguera y, situados en semicírculo alrededor, los asistentes, cerca de 20.
La experiencia alucinógena
Nacho, al igual que los demás, se puso en una fila para hacer su primera toma de ayahuasca. “En las siguientes tomas, cuando algunos de los asistentes habían entrado en ‘trance’, eran los miembros del altar los que se acercaban a darles la ayahuasca.
Siempre se tomaba ‘voluntariamente’, aunque resultaba complicado decidir libremente después de que hiciera efecto”, afirma.
A lo largo de la noche “cuando los participantes estábamos tumbados en las esterillas y en estado de ‘trance’, pasaron varias personas entre nosotros imitando el ruido de animales, para emular que nos encontrábamos en la selva”.
Entre la primera y la segunda toma, “pasaron ofreciendo otra sustancia alternativa y voluntaria: era un colirio extraído de un sapo, cuyo efecto sería similar al de las setas alucinógenas. La mayoría de los presentes lo usaron”.
Aunque las dosis que le dieron a Nacho, por ser su primera vez, fueron pequeñas, la segunda le afectó más y vomitó. “El chamán se acercó a mí para felicitarme porque había expulsado lo negativo”.
Lo que sucedió a continuación lo recuerda así: “me vi a mí mismo hablándole a otra persona, que era también yo, reprochándome muy duramente el no visitar a un familiar gravemente enfermo, insultándome por no haber actuado bien”.
Además, explica, “en aquel momento tuve recuerdos muy lúcidos de mi niñez. Una experiencia similar a la de que tu vida pase frente a ti de una manera muy rápida y con visiones rápidas”.
Entre la segunda y la tercera toma de ayahuasca pasaron ofreciendo rapé (tabaco puro que soplan sobre la cara y debe respirarse).
A mitad de la noche realizaron un ritual donde “los asistentes tirábamos nuestros sentimientos negativos a la hoguera”.
En aquel momento de gran emocionalidad grupal con cantos, “varias personas entraron en trance, y una estuvo a punto de caerse en la hoguera. Yo sentí miedo entonces por la percepción de pérdida de control y la intensidad del momento”, dice Nacho.
Llegó el momento de la tercera toma de ayahuasca, y después se ofreció fumar marihuana. “Una vez finalizadas las 3 tomas, hubo personas que pidieron más ayahuasca, y se la dieron”, recuerda.
“Durante la noche todos tomaron ayahuasca. Todos. Incluidos el chamán y su mujer. No hubo nadie que no la consumiera y que pudiera tener control sobre la situación”, reflexiona.
¿Y después de la ceremonia?
Tras las tomas, los participantes más “veteranos” se acercaron a Nacho y a los demás recién llegados, preguntándoles por la experiencia, preocupándose por cómo estaban… “Nos sentimos muy arropados por el grupo”, recuerda ahora.
Nacho se dio cuenta de que a él no lo llamaron, pero sí a un amigo suyo que había pertenecido a otros grupos similares y tenía un carácter más “espiritual”. De hecho, el chamán “le había invitado a participar en rituales de la Iglesia del Santo Daime, lo que conlleva una espiritualidad mayor”.
Su percepción de grupo sectario se había iniciado desde el primer contacto con el chamán, “cuando alguien asevera de forma tan innegablemente que algo te puede cambiar la vida de una forma que parece como si sólo fuera esa la verdad absoluta”. Un mensaje que “se repite de una forma constante mientras dura la experiencia”.
Y eso lo vio confirmado “cuando contactaron con algunos después del ritual para ofrecerles algo todavía más espiritual”, y de esta forma se dio cuenta de que el ritual al que había acudido –el “vuelo del águila”– “sirve como medio de captación de adeptos para nutrir la Iglesia del Santo Daime.
En ella “sólo entran los elegidos, los que ellos consideran que están preparados espiritualmente para formar parte de la misma o recorrer el camino de integración en una secta”, concluye Nacho.
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