“No es bloqueando sus barcos que el problema está resuelto”. El Papa pidió “vaciar los campos de detención en Libia, evaluando e implementando todas las soluciones posibles”.¿Cómo no escuchar el grito desesperado de tantos hermanos y hermanas que prefieren enfrentar un mar tormentoso en lugar de morir lentamente en los campos de detención libios, lugares de tortura y esclavitud despreciable?”, denunció el Papa, este jueves 19 de diciembre de 2019 en el Vaticano, al saludar en una emotiva audiencia a 33 personas solicitantes de asilo traídas desde Lesbos a través de corredores humanitarios seguros, organizado por la comunidad de San Egidio.
Así fue su llegada a Italia (Galería)
Cuestionó: ¿Cómo podemos permanecer indiferentes ante los abusos y la violencia de los cuales son víctimas inocentes, dejándolos a merced de traficantes sin escrúpulos? ¿Cómo podemos “seguir por nuestro camino” como si nada, como el sacerdote y el levita en la parábola del buen samaritano (Lucas 10: 31-32), haciéndonos tan responsables de su muerte? ¡Nuestra desidia es un pecado!”, formuló.
“Agradezco al Señor por todos aquellos que han decidido no permanecer indiferentes y hacer todo lo posible para ayudar al desafortunado, sin hacer demasiadas preguntas sobre cómo o por qué el pobre medio muerto terminó en su camino”, dijo.
Tras una emotiva audiencia, Francisco fue saludando uno a uno a los refugiados llegados a Roma desde un campo de refugiados ubicado en la isla griega de Lesbos, el pasado 4 de diciembre, a través de corredores humanitarios seguros organizados por la Comunidad de San Egidio.
“No es bloqueando sus barcos que el problema está resuelto. Deben realizarse esfuerzos serios para vaciar los campos de detención en Libia, evaluando e implementando todas las soluciones posibles. Es necesario denunciar y enjuiciar a los traficantes que explotan y maltratan a los migrantes, sin temor a revelar connivencia y complicidad con las instituciones”.
“Los intereses económicos deben dejarse de lado para que en el centro esté la persona, cada persona, cuya vida y dignidad son preciosas a los ojos de Dios. Debemos ayudar y salvar, porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el Señor nos pedirá cuentas en el momento del juicio. Gracias”.
Francisco acongojado mostró a los presentes un chaleco salvavidas, el segundo que recibe. El primer regalo se lo entregó en sus manos un grupo de socorristas que perteneció a una niña “que se ahogó en el Mediterráneo”.
El Papa contó a los presentes que el chaleco que luego sería expuesto en una cruz de madera perteneció a un “migrante que murió en el mar en el pasado mes de julio”. “Nadie sabe quién era ni de dónde venía, solo se sabe que su chaleco se recuperó a la deriva en el Mediterráneo central, el 3 de julio de 2019, en las coordenadas geográficas 34 * 16.518 E • 13 * 42.289”.
El Pontífice reiteró el horror de la tragedia humana detrás del símbolo de esas nuevas cruces invisibles y que casi nadie llora en el Mediterráneo, cuando migrantes desesperados por la guerra, la persecución o la violencia en sus tierras prefieren morir en el intento de llegar a Europa antes que seguir sufriendo más vejaciones, hambre o maltratos. Carne fresca para traficantes y abusadores durante la travesía.
Asimismo, destacó el “compromiso ineludible de la Iglesia de salvar las vidas de los migrantes, para luego poder acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos” y señaló la labor que desarrolla la Sección de Migrantes y Refugiados, Departamento del Servicio Integral de Desarrollo Humano del Vaticano.
El Sucesor de Pedro ha hecho colocar una cruz en el Palacio Apostólico en el corredor del Belvedere para recordar la tragedia de los migrantes y refugiados. Lugar donde pasan transeúntes poderosos y huéspedes internacionales ilustres que visitan la Secretaria de Estado, personas que toman decisiones importantes.