Hoy se cumplen 30 años de la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño, la cual ha contribuido a cambiar la vida de muchos niños en todo el mundo
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Desde 1990 se han reducido más del 50% las muertes de menores de 5 años, más de 2.600 millones más de personas cuentan con agua potable, y hay casi un 50% menos de niños desnutridos desde esa fecha.
A pesar de estos avances, todavía hay mucho por hacer, y para garantizar que cada niño tenga todos los derechos, entre ellos uno importante es el de una alimentación segura y saludable.
Lamentablemente los datos muestran que el derecho humano a una alimentación saludable no se está cumpliendo correctamente, que 340 millones de niños (1 de cada 2) registran deficiencias en cuanto a los nutrientes y las vitaminas esenciales, como vitamina A y hierro, y también que 40 millones de niños presentan sobrepeso u obesidad, según datos del informe “El Estado Mundial de la Infancia 2019: niños, alimentos y nutrición” del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
La alimentación infantil, un problema de todos
En efecto, la conformación de hábitos alimentarios poco saludables en la infancia y el inicio temprano de obesidad es una tendencia preocupante en la actualidad.
Sus causas son múltiples, entre ellas se encuentran:
- una mayor accesibilidad a alimentos,
- condiciones de vida de mayor comodidad y sedentarismo,
- barreras que dificultan a los programas de prevención favorecer cambios alimentarios o de conducta;
- y condiciones de vida desfavorables que conducen a elecciones menos saludables.
Por lo tanto, no solo depende exclusivamente de las familias, de sus hábitos alimentarios sino también de las condiciones en que viven. Algunas familias están expuestas a dietas de menor calidad nutricional, mayor densidad calórica, y a su vez, cuentan con un menor número de herramientas para modificar esta situación y producir un cambio adecuado.
Es ahí donde los gobiernos, la industria, los educadores tienen la responsabilidad de llevar a cabo acciones que garanticen el derecho a una alimentación sana, segura y sustentable, especialmente en los grupos más vulnerables.
La mala alimentación comienza desde los primeros días de vida
La alimentación inadecuada y las prácticas alimentarias empiezan en los primeros días de vida de los niños. Por ejemplo, la evidencia muestra que la lactancia materna puede salvar vidas, sin embargo, solo el 42 % de los niños menores de seis meses de edad se alimentan exclusivamente con leche materna, y ha aumentado considerablemente los niños que reciben leche de fórmula.
Es necesario reforzar, promover, incentivar a través de la educación y promoción la lactancia materna en los centros asistenciales, así como también por parte de los empresarios de manera de apoyar a las madres en su aplicación.
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Por otra lado, un estudio argentino realizado por (Centros de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI) sobre alimentación en la infancia temprana, indica que la alimentación de los niños argentinos empeora en la medida en que acceden a los alimentos menos saludables disponibles en el hogar.
A su vez que la calidad nutricional de la dieta de los niños va disminuyendo progresivamente y se evidencia una tendencia descendente a medida que el niño crece, socializa y comienza a alimentarse con el resto de su familia.
Además, que 4 de cada 10 niños, de 6 meses a 3 años tienen un estilo de alimentación poco saludable, porque consume regularmente alimentos y bebidas poco saludables.
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¿Qué sucede? La realidad es que nos estamos alejando de lo importante, y es que no solo se trata de que los niños ingieran la cantidad suficiente de alimentos, sino más bien de que consuman los alimentos adecuados, que le permitan un crecimiento y desarrollo óptimo.
Por un lado, hay una incorporación precoz de alimentos ricos en azúcares, sodio y grasas y eso hace que disminuya la calidad global de la dieta, pero además puede interferir y afectar la conformación de los circuitos de saciedad, recompensa y señales fisiológicas complejas que se instalan en los primeros 1000 días críticos de vida.
La incorporación de alimentos debe darse a partir de los 6 meses de vida y acompañado de la lactancia materna. Estos alimentos ultraprocesados, o ricos en azúcares, sodio, grasas no son necesarios y debemos saber que no es recomendable ofrecérselos porque puede ser perjudicial para su salud fomentando el desarrollo de enfermedades no transmisibles.
Menos desnutrición, pero más obesidad y hambre oculta
A pesar de que el número de niños con retraso en el crecimiento está disminuyendo en todos los continentes (menos África), el sobrepeso y la obesidad están aumentando a un ritmo demasiado acelerado en todos los continentes, incluido África.
Del mismo modo, en todo el mundo, al menos la mitad de todos los menores de cinco años padecen hambre oculta: una falta de nutrientes esenciales (como vitaminas y minerales).
Es que como comentaba anteriormente es importante que la alimentación de los niños sea en cantidad suficiente pero también de calidad, lo más variada posible, donde se incluyan las frutas y vegetales, legumbres, cereales integrales, lácteos, grasas de buena calidad nutricional, agua potable. De esta manera reciben todos los nutrientes que necesitan para su adecuado crecimiento.
Hasta el momento, a pesar de los esfuerzos, ningún país ha avanzado en la disminución de los niveles de sobrepeso y obesidad en los últimos 20 años. Pero todavía hay mucho por hacer y para modificarlo:
- Como padres, desde el inicio de la alimentación complementaria debemos ofrecer alimentos sanos, nutritivos, naturales, evitar aquellos con alto contenido en azúcar, grasas y sodio. En caso de que el niño sea más grande y no tenga buenos hábitos corregir lo antes posible esas conductas poco saludables. Fomentar el juego activo, actividades al aire libre.
- Como escuela, procurar ser un ámbito en el que se enseñe y consoliden los hábitos alimentarios saludables, a través de la educación alimentaria, el menú ofrecido en la cantina, kioscos saludables y la práctica de actividad física y deportes.
- Como industria, evitar la publicidad y etiquetados engañosos, especialmente la dirigida a los niños y mejorar ingredientes de los productos.
- Como gobierno, disponer de leyes y estrategias de promoción de hábitos y conductas saludables de los niños y apoyando principalmente a los más vulnerables.
Una alimentación saludable y sostenible a largo plazo es posible, sí se van sembrando bueno hábitos alimentarios desde el nacimiento, sí se fomenta el consumo de alimentos que perpetúen estilos de alimentación que promuevan un crecimiento más saludable. Para conseguirlo es necesario el compromiso de todos, la familia, los educadores, las industrias y los gobiernos. ¡Sí se puede!