La política, en vez de hacernos la vida más fácil, nos la complica. Que la política estresa ya no es sólo un problema de políticos. Y no es un juego de palabras: lo dicen numerosos estudios.
Las tensiones políticas y la falta de estabilidad a nuestro alrededor afectan a nuestro autocontrol y a nuestra vida diaria. No sólo en lo económico, ya sabemos que las empresas pueden salir huyendo de zonas si no ven ‘seguridad jurídica’, también en lo mental.
La situación política, así de claro, también nos afecta en nuestro estado mental y psicológico.
Y cuando no va bien, la política, lejos de ser la solución que nos damos los pueblos para organizarnos mejor, se convierte en uno de nuestros problemas. En vez de hacernos la vida más fácil, nos la complica.
Y el panorama nos empuja a la desconfianza hacia los políticos, en estar a la contra, en incidir más en lo que nos separa que en lo que nos une. Y mentalmente eso genera desgaste y ansiedad. Ya hay estudios que así lo demuestran.
Y es que, en mundo globalizado como el nuestro, cualquier tensión nos termina afectando. Piensa en el Brexit, todos conocemos a alguien que vive en Gran Bretaña, o nos preocupan sus relaciones con la Unión Europea. O la empresa en la que trabajo tiene allí intereses…
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Los nuevos aranceles anunciados por Trump, sus políticas de inmigración… todo nos llega.
Las noticias sobre protestas en diferentes países no ayudan a calmar los ánimos. Vemos y conocemos noticias sobre altercados en las calles. O la corrupción, que con menos ‘violencia’ pero también nos remueve el estómago. Es humano que nos entre rabia.
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Nuestro empleo, nuestra sociedad, el estado de los colegios, de las carreteras… dependen de la situación político-económica. ¿Cómo no vamos a pensar en ello?
Resumimos algunas de las conclusiones de estudios, como uno de la Universidad de Nebraska que aporta porcentajes, que indagan en cómo nos afecta la política mentalmente:
Un 20% de la población ha perdido alguna amistad por cuestiones políticas. Desde Gran Bretaña se apunta incluso a parejas rotas. Y es que si en nuestra zona más cercana hay graves desavenencias políticas, lo más normal es que hablemos de ellas, en la mesa, con los amigos, con la familia…
Cuando las posturas lejos de plantearse como tolerantes y respetuosas se enzarzan en irreconciliables podemos comenzar a ver al otro con otros ojos: un hermano que no está en mi lado del tablero, que no piensa lo mismo sobre la gestión de impuestos o sobre el modelo territorial; una novia que no se mueve en la línea del partido al que voto…
Y de esas diferencias, de no mediar el respeto, se puede llegar a rupturas. Y así encontramos grupos de amigos y familias enteras divididas por cuestiones políticas.
Más del 30% de la población asegura que las noticias políticas les genera ansiedad. Y aquí podemos hablar de las redes sociales y su contenido político.
¿Te has enzarzado alguna vez en una discusión política vía Facebook o Twiter? Quizá no, pero seguro que has escuchado a gente que dice que se borra de tal o tal red porque no soporta la presión de según qué temas.
Ocurre mucho, por ejemplo, con famosos que se posiciones sobre temas polémicos y acaban sintiéndose acosados. No pueden más y cierran las cuentas.
Más de un 10% de la población ha llegado a tener algún tipo de problema de salud, como estrés o ansiedad por la política. En Cataluña, según una información del diario EL País, fuentes sanitarias han reconocido que las complicada situación política que se vive está afectando mentalmente a sus ciudadanos.
Se habla de cómo impacta en nuestra mente vivir un altercado, tenerlo cerca… Lo mismo ocurre en Gran Bretaña con el Brexit: el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido ha valorado la incidencia de la situación, señalando que hay muestras de estrés y mayor ansiedad en la sociedad.
En definitiva, son las consecuencias de la incertidumbre sobre el futuro y la preocupación por nuestro bienestar, precisamente eso que el pueblo encarga a los políticos.