Todos los días escuchamos historias sobre niños que se sienten excluidos: se sientan solos en el almuerzo, o no son invitados a ninguna actividad: son los niños “invisibles”.
Como padres hemos de reconocer que esto sucede y que suele afectarnos en realidad cuando aquel “invisible” es uno de los nuestros. Si tenemos la suerte de tener hijos sociables, pues esta preocupación no nos quita el sueño.
Sin embargo, son los padres de aquellos niños sociables o líderes los que más se deberían enfocar en que sus hijos sean capaces de ser empáticos y de acoger y hacerse amigos de aquellos que son excluidos.
Existe una dinámica que realizan los maestros en algunas clases para luchar contra el bullying e identificar los grupos y el estado de las relaciones sociales en el aula. En esta actividad se les da una hoja de papel a cada niño y se le van haciendo preguntas:
- ¿Con quién te reunirías para hacer un trabajo en clase?
- ¿Nombra tres personas a las que invitarías a tu casa?
- ¿A quién no invitarías?, etc.
El maestro luego analiza las respuestas y determina cual es su mayor preocupación: aquellos alumnos que no fueron nombrados en ningún papel, ni para bien ni para mal. Son estos niños los que tienen más propensión a depresiones y conductas de riesgo.
Tal vez alguno de nuestros hijos está en esta categoría. En ese caso debemos ayudarle y mostrarle primero que su familia lo adora tal y como es, y le querrá siempre, pase lo que pase.
Debemos tratar de ayudarle también a hacer alguna amistad. Uno a uno. Puede ser que la escuela no sea ahora el mejor lugar. Tal vez podremos aprovechar las aficiones de nuestro/a hijo/a en alguna actividad de su interés en la que pueda encontrar a ese amigo con el que compartir esa afición.
No debemos caer en la tentación de hacernos las víctimas, ni de atacar a aquellos que, a veces sin querer, hieren a nuestros hijos. Más bien debemos modelar en ellos la compasión y hacerles entender que, aunque hay momentos de la vida en los que se pueden sentir solos, pues todo pasa, y que ya vendrán aquellos que sepan reconocer su riqueza interior.
Si nuestros hijos son líderes y tienen muchos amigos, debemos trabajar en casa la empatía y la cultura de la inclusión, de la integración social. No es cuestión de obligarles a hablar con alguien, ni de hacerles la lista de invitados a sus planes. Va mucho más allá.
Consiste en ir fomentando en el alma de nuestros hijos esa capacidad de reconocer al compañero solitario, al tímido, al que necesita ayuda. Quizá no tengan mucho en común y no compartan aficiones o intereses. Tal vez no encuentre ningún punto de conexión con aquel niño, ni se comunique tan bien como con sus mejores amigos, pero esto no impide que pueda ser tomado en cuenta y que haga el esfuerzo de conocerlo y de invitarle a unirse a su grupo, por ejemplo.
Para lograr esto debemos preguntarnos primero si somos una familia acogedora, hospitalaria, que se preocupa por los demás, sobretodo por aquellos que están solos.
¿Nos esmeramos por incluir y acompañar a los miembros de nuestra familia cuando se sienten solos, o cuando nos necesitan? ¿Sabemos expresar esa cultura de la inclusión con personas que no forman parte de nuestra familia? ¿Tenemos empatía con los demás?¿Sabemos ayudarles e integrarles cuando nos necesitan?
Podemos dar ejemplo a nuestros hijos al acoger a una familia que acaban de llegar a vivir a nuestra ciudad, una familia que tal vez hemos conocido en el colegio o a la familia de un compañero nuevo de alguno de nuestros hijos.
Si nuestros hijos ven que somos capaces de acercarnos a “los nuevos”, de hacerles sentir mejor, de introducirlos a otros amigos, seguramente ellos también se animen a hacerlo en el cole o en otros ambientes.
Preguntemos a nuestros hijos sobre este tema. Al salir del colegio les podemos preguntar si estuvieron con aquel niño o con aquella compañera recién llegada al cole. Podemos preguntarles con quién han jugado en el recreo para saber si siempre están con las mismas personas o no.
Podemos informarnos a través de ellos si han invitado a alguien nuevo a unirse a su grupo o si hay algún niño especialmente solo en su clase. Tal vez lo único que hace falta es sembrar la inquietud en el corazón de nuestros hijos y ellos con nuestro ejemplo sabrán qué hacer.
Lo más importante es no ignorar la situación. El hecho de que nuestros hijos tengan muchos amigos y se sientan felices, no nos da carta blanca para hacer la vista gorda.
Recordemos que lo más importante es criar hijos buenos, compasivos, y generosos que sepan querer a las personas que tienen a su alrededor así estos sean diferentes a ellos. Esto es lo único que los hará verdaderamente felices.