“Acepta emociones, limita acciones”En nuestra época nos hemos dado cuenta de que es muy necesario criar hijos con inteligencia emocional. La inteligencia emocional es la capacidad de comprender, evaluar y regular las emociones. En nuestra búsqueda de criar hijos emocionalmente inteligentes, los padres entendemos la importancia de aceptar los sentimientos de un niño.
Una idea errónea es que aceptar todos los sentimientos significa aceptar todas las acciones resultantes de esos sentimientos, lo que lleva a un niño rebelde e irrespetuoso o mimado.
Estas ideas llevaron a la autora Rebecca Eanes, promotora de Padres en positivo, a desarrollar una idea muy sencilla que los padres pueden recordar fácilmente: “Acepta emociones, limita acciones”.
Los sentimientos no son ni correctos ni incorrectos, simplemente son lo que son: sentimos lo que sentimos. Sin embargo, lo que hacemos con esos sentimientos es extremadamente importante, y esa es la clave de la educación que emplea la inteligencia emocional para lograr que nuestros hijos sean responsables de sus acciones.
No se trata solo de comprender y aceptar los sentimientos, sino también de enseñarles a los niños acciones apropiadas como respuesta a esas emociones. Si aceptamos como correctas todas las acciones, no le estaríamos enseñando a nuestros niños cómo manejarse durante los momentos difíciles o cómo responder a los demás cuando nos sentimos emocionalmente superados.
Antes era muy común rechazar las emociones por tratar de corregir una conducta indeseada. Se escuchaban frases como: “No te puedes enfadar por esto”, o “No tienes porqué estar triste”. Los padres creíamos que si educábamos la emoción, como consecuencia se corregiría el comportamiento. Esto genera en los niños inseguridad y poco desarrollo de la inteligencia emocional, ya que, no son capaces de dejar de sentido lo que están sintiendo y no aprenden tampoco a moderar sus conductas.
En el otro extremo surgió entonces la teoría de que debemos aceptar emociones y acciones en aras de respetar las expresiones naturales de los niños. Los padres entonces no saben enseñar a sus hijos a moderar conductas inapropiadas pues creen que poniendo límites están limitando la sana expresión de sus hijos. Nos encontramos entonces con niños que creen que cualquier conducta es aceptable, incluso aquellas que afectan a los demás.
Cuando aceptamos emociones y limitamos acciones, les enseñamos a los niños que sus emociones son una experiencia humana normal pero que también son responsables de cómo sus acciones los afectan a ellos mismos y a los que tienen alrededor.
Esta consigna no solo nos sirve a la hora de educar y puede ser aplicada en muchos aspectos de nuestra vida. Nuestras relaciones, sobre todo las relaciones de pareja, se verían muy beneficiadas si logramos entender que nuestras emociones no nos dan carta blanca para tener cualquier tipo de conducta. Somos nosotros los que, con nuestra voluntad, tenemos la capacidad de dirigir nuestra vida y nuestras acciones.
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