Las andanzas de un enigmático mendigo, que logra salvar a un famoso psiquiatra de suicidarse
Tres años después de su estreno en salas comerciales brasileñas llega por fin a los cines españoles el 13 de septiembre El vendedor de sueños, atractiva historia sobre la condición humana llevada al límite, dirigida por el aplaudido realizador de 63 años, Jayme Monjardim, y distribuida por Bosco Films.
El filme cuenta las andanzas de un enigmático mendigo, que logra salvar a Julio César, famoso psiquiatra, de suicidarse desde lo alto de la planta 21 de un rascacielos.
El misterioso y desaliñado hombre se presenta a sí mismo como ‘El vendedor de sueños’ y despierta la curiosidad de todo aquel que le rodea hasta el punto de convertirse en todo un “influencer” del mundo moderno tras viralizarse un vídeo en el que aparece hablando en un lugar público.
Cada vez que interviene, un tumulto mayor de personas tratan de localizarle para escuchar sus certeras palabras acerca de la vida, la muerte, la familia, el perdón y lo que significa ser rico y pobre. ¿Quién es ese mendigo? ¿Qué le ha llevado hasta allí?
El especialista en dirigir televisión y cine, Jayme Monjardim -su filme Olga (2004) fue propuesto para competir en los Oscar en la categoría de película no inglesa por Brasil-, adapta con literalidad absoluta la novela del reconocido médico Augusto Cury, también brasileño, cuya historia, de título homónimo al del filme, ha sido muy premiada y hasta traducida al chino.
En su arranque, El vendedor de sueños -hombre de gran sabiduría- comparte ciertas analogías cinematográficas con Arma letal (Richard Donner, 1987) por la excentricidad de su protagonista, sólo que a diferencia del filme protagonizado por Mel Gibson, el personaje al que da vida César Troncoso -comparable interpretativamente al actor argentino Ricardo Darín– se toma en serio su cometido de ayudar a quien siente que lo necesita.
Vaya por delante que la película ni es un reclamo de autoyuda ni entra a valorar la moralidad de sus personajes. Simplemente propone una serie de situaciones, muy de hoy día, que promueven la reflexión del alma humana frente a hechos concretos, en este caso, la proximidad con la muerte.
Monjardim, autor de la alabada película portuguesa El tiempo y el viento (2013), que versa sobre la vida del escritor brasileño Érico Veríssimo, recuerda a Aleteia que tenía muy claro que su película no sólo iba a centrarse en las vicisitudes de nuestro mendigo particular, sino en el contenido del mensaje que lanza a quienes se le acercan.
Reconoce que es un riesgo recoger con absoluta fidelidad los diálogos de la novela y plantarlos tal cual en la película. Pero a su vez entiende que es la mejor manera de trasladar un mensaje auténtico, lleno de sinceridad y buenas intenciones, como le pide su arraigada catolicidad.
De hecho, los resultados no se han hecho esperar: el interés está en el impacto que ha creado en quienes ya han visto la película y han centrado su mirada en el corazón de la historia. No en vano, muchos empresarios han salido transformados del cine, algo que para él es el mejor de los regalos.
Volviendo a El vendedor de sueños, podemos recordar algunas de las frases lapidarias que contiene la aventura: “los suicidas quieren matar su dolor” o “el secreto del éxito es conquistar lo que el dinero no puede comprar”, lo cual resulta un revulsivo si tenemos en cuenta el estado de la cartelera actual de cine.
Por otro lado, el filme pone el acento en que la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas, critica el individualismo feroz de la sociedad contemporánea, con sus dosis de frivolidad, y el capitalismo a ultranza transformado en codicia, que sólo ha logrado hundir a muchas familias.
A su vez abre un camino nuevo hacia las segundas oportunidades -afronta con madurez los conflictos paterno-filiales-, recuerda la velocidad con que se escapa el tiempo en nuestras vidas y mira a la trascendencia con optimismo…
Sin embargo, durante todo el relato se ponen en entredicho las capacidades intelectuales de este vendedor de sueños sin ton ni son, que da paso a otro conflicto entre los juicios y prejuicios a los que están expuestos todos los seres de la película.
En otro orden de cosas, el drama goza de una muy buena puesta en escena realista y factura técnica -que enseguida plantea el conflicto del filme- y un guión claro y conciso -atención a la subtrama-.
Por su parte, Monjardim -que maneja muy bien el tempo dramático- ha recreado un Sao Paulo con muchos contrastes. De este modo nos encontramos, por un lado, barrios de flamantes rascacielos, así como otros donde abundan los indigentes. Y entre medias, personajes que van y vienen con sus temores y alegrías, sin que sobre ninguno, para dar consistencia a la historia.
Desde este punto de vista quedan bien delimitadas las características de cada uno de ellos, al tiempo que Monjardim interpela directamente al espectador para que reaccione y encuentre por fin el sentido de su existencia.