Esta mujer, judía conversa al catolicismo, y su esposo, demostraron que un matrimonio podía ser capaz de ser un gran equipo dentro y fuera del hogar
Gerty Theresa Radnitz nació el 15 de agosto de 1896 en Praga, ciudad que por aquel entonces pertenecía al Imperio Austro-Húngaro. Gerty recibió una buena educación con profesores particulares primero y en una escuela femenina después. Cuando Gerty supo que quería dedicarse a la medicina fue consciente de que no era un camino que tomaran habitualmente las mujeres, pues las universidades aún ponían muchas trabas a aquellas que aspiraban a una carrera profesional. Aún así, no se rindió y, con el apoyo de su familia, consiguió matricularse en la facultad de Medicina de la Universidad de Praga en 1914.
Fue en su época universitaria cuando conoció al doctor Carl Ferdinand Cori. Carl se convertiría en su marido, en el padre de su único hijo y en su compañero incondicional en el laboratorio. Carl no estaba de acuerdo con el trato que las mujeres como Gerty recibían en el ámbito de la ciencia por el simple hecho de no ser hombres.
Gerty se convirtió al catolicismo nada más casarse, asumiendo la fe de su marido, y juntos se enfrentaron a los duros acontecimientos que asolaban Europa en aquella época. En 1922 tomaron la difícil decisión de dejar su patria y emigrar a los Estados Unidos, país del que terminarían obteniendo la nacionalidad.
La pareja se instaló en Búfalo, donde Carl consiguió un trabajo como investigador en el Instituto Estatal para el Estudio de Enfermedades Malignas. Años después se trasladaron a San Luis. A pesar de que Carl insistía en trabajar conjuntamente con su mujer, sus colegas intentaron disuadirle un y otra de vez de lo que consideraban una verdadera aberración. Pero una y otra vez Carl hizo oídos sordos a lo que él consideraba absurdo. Plenamente consciente de la valía como científica de su esposa no iba a negarle la oportunidad de continuar investigando.
Aunque Carl consiguió que Gerty permaneciera a su lado en el laboratorio ella tuvo que asumir un puesto de menos categoría con un sueldo inferior. No fue hasta muchos años después que la comunidad científica tuvo que rendirse a la evidencia y reconocer que Gerty merecía una más alta consideración.
Convertidos en ciudadanos americanos, Gerty y Carl era una pareja poco convencional que compartían su pasión mutua por el conocimiento. Una pasión que les valió en 1947 recibir el prestigioso Premio Nobel de Medicina por su “descubrimiento del proceso de conversión catalítica del glucógeno”, proceso que fue conocido como el “Círculo de Coy”. Gerty se convertía así en la tercera mujer y la primera de los Estados Unidos en ganar un Nobel científico, después de Marie Curie y su hija Irène Joliot-Curie.
La felicidad de aquella época, eran una familia feliz y compenetrada tanto en la esfera privada como en la profesional, se vio empañada cuando Gerty descubrió que sufría de mieloesclerosis, una enfermedad de la médula ósea que la fue debilitando mortalmente.
A pesar de su terrible situación, Gerty no se rindió y continuó investigando y publicando artículos científicos hasta que la muerte terminó con su vida el 26 de octubre de 1957. Tenía sesenta y un años y dejaba desolados a su hijo Thomas y a su amado Carl, un hombre que la había respetado y apoyado a pesar de los prejuicios de su tiempo.