Martha “Coca” Ramona Cornejo, esposa del beato Wenceslao (mártir asesinado en La Rioja), y sus hijas María Rosa, Susana y Estela, participaron de la emotiva ceremonia Las hijas y viuda del beato Wenceslao Pedernera, mártir asesinado en La Rioja, Argentina, en 1976, participaron de la entronización de sus reliquias en una capilla donde inició su camino de conversión, Nuestra Señora de los Olivos y San Juan Bautista, en la comunidad de Los Campamentos, Rivadavia, Mendoza. La capilla está ubicada frente al desaparecido viñedo en el que él trabajaba, Gargantini, en el que se incorporó a la pastoral de la Acción Católica.
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Wenceslao Pedernera, el padre de familia argentino beato
Martha “Coca” Ramona Cornejo, esposa del beato Wenceslao, y sus hijas María Rosa, Susana y Estela, participaron de la emotiva ceremonia acompañada además por una imagen del Beato sosteniendo una azada en una mano y el Evangelio en otra, con el versículo de “Padre, perdonalos porque no saben lo que hacen”, tal como él pidió a su familia tras ser baleado. También acompañó la ceremonia un óleo del Beato en el que se lo ve arremangado con la azada, un Evangelio y una rama de palma.
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Argentina: Tres mártires riojanos
Wenceslao Pedernera es el primer padre de familia argentino en ser beatificado. Pero no siempre su vida estuvo tan cerca de la Fe. Nacido el 28 de septiembre de 1936 en Los Jagüeles, La Calera, provincia de San Luis, trabajaba en los viñedos de Mendoza, donde se casó con Coca en 1962. Evocaba su esposa que no le fue fácil concretar el matrimonio con Wenceslao y recién trabajando en la finca Gargantini comenzó a frecuentar los sacramentos. Aunque para 1968 su grado de compromiso con la Iglesia era tal que fue nombrado en la coordinación del Movimiento Rural de la Acción Católica Argentina para la Región Cuyo. Como recordaba Coca recientemente, “lo único que le interesaba era Cristo y la Iglesia”.
Al tiempo, y comprometidos con la evangelización rural, se mudaron y comenzaron a colaborar activamente con la Iglesia diocesana en Sañogasta, La Rioja, en una cooperativa de trabajo. Leían y comentaban el Evangelio con las familias de los trabajadores, rutina que llevó a que los tomen equivocadamente por comunistas y extremistas.
La noche del 25 de julio de 1976, estando su mujer y sus tres hijas en el hogar, golpearon a su puerta. Abrir la puerta era peligroso, le dijo su esposa. Pero él estaba preocupado porque alguien necesite algo. Abrió la puerta y fue acribillado. Los asesinos buscaban a un sacerdote que esa noche iría a comer a su casa. “Testigos de la Fe que predicaban y que dieron su sangre para la Iglesia” describiría tiempo después el cardenal Jorge Bergoglio, en referencia a él, al Obispo Angelelli, que sería martirizado días después, el 4 de agosto, y a los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, asesinados una semana antes que Wenceslao.
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Además, otras reliquias suyas, junto con la de los otros tres mártires riojanos, fueron entronizadas en la catedral de Neuquén, mismo lugar en el que un 4 de agosto de 1983 el entonces Obispo de esa diócesis Jaime De Nevares, junto con otros tres prelados, denunciaron por primera vez que la muerte de Angelelli había sido producto de un asesinato promovido por autoridades del gobierno militar de entonces.
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