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El papa Francisco insiste en la necesidad que tienen las personas de mansedumbre, humildad y pobreza para estar sintonizados en el canal de Dios. Lo dice frecuentemente a través de sus homilias y discursos.
La fuente de la que beber es el Evangelio y varios versículos encierran útiles consejos para una vida plena y de relaciones auténticas con los demás.
Por ejemplo, el apóstol Pablo fue un pedagogo de la humildad, pues enseñaba que es necesario que cada uno, con su propia vocación, pueda trabajar en la construcción de un bien superior.
En sociología, la unidad de un grupo depende mucho de la percepción que se tenga de las amenazas externas que provienen de otro colectivo y se fundamenta, a veces, en sentirse mejores a los demás.
Al contrario de buscar únicamente ‘ser los mejores’, en el cristianismo (pues somos de otro espíritu (Lc. 9,55) se promueve una unidad que tiene origen en la humildad y en la comprensión de unos con otros. Pablo enseña el secreto de la convivencia: ser humildes y no hacer nada por egoísmo o rivalidad.
Se trata de una visión que trasciende en el trabajo, en la familia y en la vida social. Sentirse parte de una misma familia humana, de algo más grande que la propia individualidad y pequeñez.
La humildad es un camino de sabiduría. Todos están llamados a entrar en esta senda: los ricos, los pobres, los bajitos, los altos. La sabiduría de las cosas pequeñas que encierran un misterio, así como la hostia de consagrar, la caricia sincera, el abrazo de perdón.
La humildad es un medio para llegar a Dios y rechazar las cosas que no sirven. Ayuda a salir de lo aparente y del mal establecido por los límites humanos. ¿A caso tiene algún sentido vender la propia alma para comprar el coche 0 km, robar por la mansión de nuestros sueños o pisar a otros por el ascenso social?
Pedro predicó sobre los ‘maestros’ que desvirtuaban la fe y subrayaba la fuerza de la enseñanza del testimonio antes que de las palabras. La humildad es acción volcada a la unidad. Hoy, el consumo, la ansiedad de poseer, ofertan una felicidad limitada.
Pablo recuerda la vida nueva del cristiano, llena de las riquezas del corazón. El hombre viejo es un egoísta, esclavo de los bienes del mundo. El hombre nuevo se caracteriza por buscar una actitud afectuosa y de respeto, siempre preocupado por los demás. Y vive con el corazón humilde, siempre agradecido.