La queja surge cuando sirvo sin alma
Hago demasiadas cosas y corro de un lado para otro. Quiero agradar a todos. Trato de llegar a todas partes. No es posible. Es demasiado. Acabo enfermo y lleno de quejas.
Trabajar y servir como Marta es fundamental. Lo sé. Sin personas como ella no funcionaría el mundo. Marta sirve para que su hermana María pueda estar con Jesús tranquila.
Marta hace un bien a su hermana. Piensa en ella porque para ella ese momento es fundamental. Marta trata de que todo esté bien para que se pueda dar ese descanso de Jesús en Betania, de María en Jesús.
Estas hermanas representan las dos actitudes que estoy llamado a vivir. El servicio generoso de Marta. Y la entrega silente de María.
En ambas hay un amor sin medida. María de rodillas, a los pies de Jesús, escucha, aguarda, mira, contempla, guarda silencio, ama. Marta sirve, atiende, se adelanta a los deseos, ama.
La vida activa y la vida contemplativa se dan en mí. Mi tendencia a hacer cosas. Mi actitud orante que da vida y alma a todo lo que hago. El equilibrio entre los dos es imposible.
Quiero ver cómo lo vivo. En todo lo que hago, orar y actuar, lo importante es el amor que pongo: “Los educadores son personas que aman y no pueden dejar de amar”.
No quiero dejar nunca de amar. No quiero vivir en la queja y la amargura. Quiero servir con amor. Escuchar atentamente con amor. Rezar amando.
El amor que pongo en todo lo que hago es lo que cambia la realidad. Que mi servicio no sea una búsqueda enfermiza de mí mismo. Un hacer por hacer.
La vida se juega en el amor oculto en cada acto, en cada gesto silencioso. Lo que importa es amar, no hacer muchas cosas. Es servir desde lo que soy, desde mi verdad.
Mi servicio en el silencio. Mi servicio en la entrega. Ahí se juega mi vida. No me quejo por trabajar mucho. La queja surge cuando sirvo sin alma.
El equilibrio entre el servicio y la oración es imposible. Pero sí necesito alcanzar una sana medida en la entrega. Es lo que Dios me pide.
Quiero escoger la mejor parte. Quiero escoger estar con Jesús. Haga lo que haga. En el silencio y la inactividad. En la entrega generosa a los que más me necesitan. No importa donde sea. Pero que siempre esté el Señor en el centro, presente, actuando. Dando vida y alma a todo lo que hago.