Fotos exclusivas: Lecciones de una ordenación sacerdotal en la ciudad de Nueva York
De pie ante la numerosa congregación, los cientos de clérigos reunidos, el cardenal Timothy Dolan, y por supuesto, Cristo mismo, daría su vida, postrándose ante el altar como señal de su sumisión al abrazo amoroso de Cristo.
Él entraría en este orden divino de servicio, de ser ministro de todas las personas, de amar a todos, aceptar a todos, como Cristo les enseñó a los discípulos a hacer unos 2.000 años atrás.
La congregación guardó silencio cuando el cardenal Dolan puso sus manos sobre su cabeza, y una marca invisible e indeleble imprimió su alma, una marca que lo distinguiría como instrumento de misericordia y vaso de gracia, con manos capaces de traer la verdadera esencia de Cristo, su presencia en el mundo y su perdón a los necesitados.
La llamada al sacerdocio es uno de los muchos signos de que Dios todavía se implica apasionadamente en la escritura de la historia de la humanidad. Hombres de todas las edades están siendo perseguidos por el Esposo Divino, invitados a experimentar su máxima realización en una relación de por vida que los une a Cristo, como los Apóstoles… “Los haré pescadores de hombres …”.
En este día, la llamada a veces puede parecer aterradora, con nuestro clima cultural que no celebra el sacerdocio como en el pasado, y en muchos casos lo ataca. Las objeciones para aceptar la llamada son muy obvias. Y, sin embargo, esto no es nada nuevo. ¿Cuántas personas a las que llamó Jesús mientras viajaba por los caminos de Jerusalén y las orillas de Galilea encontraron la invitación demasiado dura? ¿Cuántos se quedaron durante un tiempo y luego se fueron? La Escritura informa que hubo más de unos pocos.
Entonces, si bien la era digital en la que vivimos puede ser muy diferente en su atractivo y tentaciones mundanas, en realidad es lo mismo. El “mundo” preferiría que un hombre sea algo más que un sacerdote.
La llamada en sí misma es una Gracia sobrenatural, colocada en un corazón, que espera pacientemente una respuesta. Se hace eco de las mismas palabras de Cristo “Ven, sígueme …”.
Un hombre no elige el sacerdocio; Él asiente a la invitación.
¿Cómo resuena esta invitación en el alma? Cada experiencia es única y sin embargo similar. Alguien, una vez, dijo:
- ¿Alguna vez, incluso como un pensamiento pasajero, has considerado el sacerdocio?
- ¿Alguna vez alguien se ha acercado a ti y te ha dicho algo como “¡serías un gran sacerdote!”? O “¿Alguna vez has considerado convertirte en sacerdote?”. Si es así, el Espíritu Santo puede estar trabajando a través de ellos para llamar tu atención.
- ¿Te gusta vestir de negro? (Sólo bromeo… pero ¿quién sabe?).
- ¿Alguna vez sientes que estás llamado a hacer más, o a participar más profundamente en la fe?
¿Te has encontrado insatisfecho al lograr cosas que pensabas que te satisfacerían?
Si has respondido afirmativamente a cualquiera de estas preguntas, no descartes la posibilidad de que te llamen.
El verdadero cumplimiento se encuentra en perseguir aquello para lo que Dios te creó, y seguir ese camino. Y el discernimiento orante te llevará allí. Puede ser el sacerdocio, o un estado de vida completamente diferente. En cualquier caso, el discernimiento orante sienta una base sobre la que construir una vida. Y eso es lo único que realmente quieres hacer bien.
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Entonces, en caso de que nunca te hayan preguntado antes, considera esto como una pregunta que te planteamos personalmente:
¿Estás siendo llamado a ser sacerdote?
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